domingo, 9 de noviembre de 2014

EL ESPÍRITU SANTO: ¿QUÉ ES O QUIÉN ES?


“La fe católica quiere que adoremos la Trinidad en la unidad y la unidad en la Trinidad, sin confundir a las personas y sin separar la substancia divina”

EL NUMERO TRES (3)

La palabra tres deriva del latín trinum. Históricamente sabemos que entre los primeros pobladores, el tres era el más sagrado de los números, a pesar de ser una figura aritmética. El filósofo griego Platón lo consideraba como la imagen del Ser Supremo en sus tres personalidades: la material, la espiritual y la intelectual. Y el también filósofo griego Aristóteles, sostenía que el tres contiene al principio, al medio y al fin, lo cual para él era el símbolo de la perfecta armonía.

En la mitología griega y romana se consideraba al número tres como el principal atributo de seres legendarios como, por ejemplo, que el rayo de Jove o Tritón era tridente, que el astro rey tenía tres nombres: Sol, Apolo y Líber, que al satélite nocturno se le designaba de tres maneras: Luna, Diana y Hécate, así como también que había tres furias, las tres Parcas o personificaciones del destino, que influían en el ánimo de los humanos.

De la misma manera los druidas, sacerdotes celtas del siglo VI a.C., consideraban al número tres como de gran influjo dentro de sus prácticas sagradas. Y las mitras, practicantes de una religión de origen persa adoptada por los romanos en el año 62 a.C., suponían que el Empíreo, el más alto de los cielos, una región de luz purísima según la teología medieval, se sostenía por medio de tres inteligencias: Ormuz, Mitra y Mitras. Y así sucesivamente, a la cifra tres se le ha venido atribuyendo un carácter místico a través de las edades históricas.

Existen tríadas de dioses desde la antigüedad histórica, posiblemente por el mencionado carácter místico que algunas culturas han asignado al número tres. Incluso en la India existe un concepto parecido, la trimurti.

LA SANTISIMA TRINIDAD: ORIGEN E HISTORIA

En el año 215 d.C. el escritor y líder religioso Tertuliano, fue el primero en usar el término Trinitas o Trinidad. Anteriormente, Teófilo de Antioquía ya había usado la palabra griega trias, que equivale a triada, en su obra “A Autolico” (180 d.C.) para referirse a Dios, su Verbo (Logos) y su Sabiduría (Sophia). Tertuliano diría en “Adversus Praxeam II” que los tres son uno, por el hecho de que los tres proceden de Uno por unidad de substancia.

La formulación un solo Dios en tres personas no quedó firmemente establecida, como tampoco fue asimilada por completo en la vida cristiana ni en su confesión de fe, con anterioridad al siglo IV d.C. Pero es precisamente esta formulación la que originalmente reclama el título de dogma trinitario. Entre los Padres Apostólicos no había existido nada que, ni siquiera remotamente, se acercara a tal perspectiva.

La definición del Concilio de Nicea fue la de afirmar que el Hijo es consustancial con el Padre. Esta formulación fue cuestionada, y la Iglesia pasó por una generación de debates y conflictos, hasta que la fe de Nicea fue reafirmada en Constantinopla en el 381 d.C.

En Nicea toda la atención fue centrada en la relación entre el Padre y el Hijo, y no se hizo ninguna afirmación similar acerca del Espíritu Santo. Pero en el 381 d.C. en Constantinopla se indicó que el Espíritu Santo es adorado y glorificado junto con el Padre y el Hijo, sugiriendo también que era consustancial a ellos. Esta doctrina fue posteriormente ratificada en el Concilio de Calcedonia en el 451 d.C., sin alterar la substancia de la doctrina aprobada en Nicea en el 325 d.C.

La antigua Iglesia hispánica de los siglos IV al VII d.C. enseñó magníficamente la fe trinitaria, sobre todo en los diferentes Concilios de Toledo que se celebraron en dicha época. De su liturgia procede el prefacio propio de esta solemnidad. Es consolador saber que Dios es uno solo, pero no solitario, amor puro que solo busca darse forma creadora y llevarnos a participar en su unidad vital eterna (VI Concilio de Toledo, 638 d.C.). Sin embargo, la devoción a la Santísima Trinidad se inició en el siglo X d.C. y, a partir de esa época, se fue también difundiendo su celebración litúrgica, entrando en el calendario romano en el año 1,331 d.C.

Si bien desde el comienzo del cristianismo la oración litúrgica se ha dirigido al Padre, por mediación del Hijo y en el Espíritu Santo, lo importante de esta celebración es el hecho de honrar específicamente a Dios sin tener como motivo para ello un acontecimiento salvífico ni la memoria de un santo. Se trata de profesar la fe verdadera, conocer la gloria de la eterna Trinidad, y adorar su unidad todopoderosa.

EXPOSICION GENERAL

La escritura y la doctrina cristiana descansan en el monoteísmo, o sea, en un solo Dios. Por consiguiente había que ajustar la doctrina a lo que decía la Escritura, por adaptación o eisegesis.

Los teólogos de los primeros siglos del cristianismo elaboraron explicaciones que generaron varias corrientes de pensamiento y, por ello, una intensa polémica, la cual se acentuó durante el reinado del emperador Constantino I, cuando los dirigentes de la Iglesia comenzaron a contar con el apoyo imperial y tuvieron que precisar cual debía ser la doctrina compartida por diversas comunidades cristianas.

Por ello, algunos teólogos llegaron a la conclusión de que si estas tres personas compartían diferentes cualidades y características divinas, exclusivas de Dios, la formula matemática con mayor exactitud definitoria sería la de la multiplicación de unidades, o sea, 1x1x1=1, en lugar de la suma de unidades, o sea, 1+1+1=3, ya que ésta rompe el monoteísmo de Dios y se convertiría en politeísmo.

Además de la polémica sobre la naturaleza de Jesús acerca de si era humana, divina o ambas a la vez, así como de su origen eterno o temporal, y de similares cuestiones relativas al Espíritu Santo, el problema central del dogma trinitario es el de justificar la división entre sustancia única y triple personalidad.

La mayoría de las Iglesias protestantes, así como las ortodoxas y la Iglesia Católica, sostienen que se trata de un misterio inaccesible para la inteligencia humana; o sea, un misterio de fe. Seguidamente detallamos de forma somera la creencia de la mayoría de las Iglesias en cuanto al dogma de la Santísima Trinidad:

La Iglesia Católica Romana dice que la Trinidad es el término con que se designa la doctrina central de la religión cristiana. El Símbolo Qicumque (la profesión de fe atribuida a Anastasio de Alejandría en el siglo VII d.C.), dice que el Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios y, sin embargo, no hay tres Dioses sino un solo Dios, ya que en esta Trinidad las Personas que la componen son increadas y omnipotentes.

La Iglesia Ortodoxa Griega dice de la Trinidad que Dios es trino y uno. El Padre es totalmente Dios, el Hijo es totalmente Dios, y el Espíritu Santo es totalmente Dios.

La Iglesia Cristiana Evangélica define que dentro de la unidad de un único Dios, existen tres distintas personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Los tres comparten los mismos atributos y la misma naturaleza, por lo cual estos tres constituyen un único Dios.

Los Testigos de Jehová consideran que la Trinidad en sí misma procede de fuentes paganas de Babilonia.

Los mormones afirman creer en la Trinidad, pero tienen una interpretación específica y radicalmente diferente del dogma mayoritariamente aceptado.

Algunas confesiones minoritarias, tales como las iglesias unitarias o los pentecostales unicitarios o apostólicos, rechazan esta creencia.

DOGMAS DE FE

Los dogmas católicos son las creencias esenciales que identifican y definen el credo católico frente a otras confesiones cristianas, si bien algunas de estas creencias son comunes a otras denominaciones cristianas, por ejemplo, la Encarnación y la Trinidad). Para un católico el dogma es una verdad revelada por Dios y propuesta por la Iglesia para la creencia indubitable de los fieles.

Los dogmas católicos se basan en la Biblia y en la Tradición Apostólica. Así como los hebreos tenían su tradición, que fue la base de gran parte de los libros del Antiguo Testamento, los católicos creen en la tradición apostólica transmitida de generación en generación de forma escrita y oral.

Algunos dogmas esenciales del catolicismo son:

.- La Trinidad de Dios (hay tres personas divinas, no tres dioses: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que forman un único Dios).

.- La Eucaristía (el pan y el vino transformados en el Cuerpo y la Sangre de Cristo).

.- La Inmaculada Concepción (sostiene la creencia en que María, madre de Jesús, a diferencia de todos los demás seres humanos, no fue alcanzada por el pecado original sino que, desde el primer instante de su concepción, es decir, de su ser personal, estuvo libre de todo pecado).

.- La Maternidad Divina (la Virgen es la madre de Dios).

De acuerdo al Catecismo Católico, el Magisterio de la Iglesia ejerce plenamente la autoridad que tiene de Cristo cuando define dogmas, es decir, cuando propone, de una forma que obliga al pueblo cristiano a una adhesión irrevocable de fe, verdades contenidas en la Revelación divina, o también cuando propone de manera definitiva verdades que tienen con ellas un vínculo necesario (numeral 88).

Según el dogma católico, la Santísima Trinidad es una. No confesamos tres dioses, sino un solo Dios en tres personas: la Trinidad consubstancial. Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios. Cada una de las tres personas es la substancia, la esencia o la naturaleza divina (numeral 253).

Las personas divinas son realmente distintas entre sí. Dios es único, pero no solitario. Padre, Hijo, Espíritu Santo, no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí: el que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo es el Padre ni el Hijo. Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: el Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede. La Unidad divina es Trina (numeral 254).

Las personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real de las personas entre sí, puesto que no divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras: en los nombres relativos de las personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos; sin embargo, cuando se habla de estas tres personas considerando las relaciones, se cree en una sola naturaleza o substancia. En efecto, en ellos todo es uno, donde no existe oposición de relación. A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo (numeral 255).

A modo de resumen, podemos definir el dogma de fe del misterio de la Santísima Trinidad como el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Sólo Dios puede dárnoslo a conocer revelándose como Padre, Hijo y Espíritu Santo.

NATURALEZA Y REVELACION DEL MISTERIO

Un misterio es todo aquello que no podemos entender con la razón. Es algo que sólo podemos aceptar cuando es Dios quien nos lo revela. A ninguna inteligencia creada o creable le es posible comprender el misterio de la Santísima Trinidad. El esfuerzo racional de algunos teólogos, principalmente Santo Tomás de Aquino, han tratado de ilustrarlo a partir de los datos revelados, cuyo resumen se indica a continuación:

Las tres Personas divinas no se distinguen ni por su Naturaleza, ni por sus perfecciones, ni por sus obras exteriores. Únicamente se distinguen por su origen.

a. No se distinguen por su Naturaleza porque tienen una Naturaleza común; la divina. Por ello no son tres dioses, sino un solo Dios.

b. No se distinguen por sus perfecciones porque estas se identifican con la Naturaleza divina. Así, ninguna de las tres Personas es más sabia y poderosa, sino que las tres tienen infinita sabiduría y poder. Tampoco la una es anterior a las otras, sino que todas son igualmente eternas.

c. Tampoco se distinguen por sus obras exteriores, porque teniendo las tres la misma omnipotencia, lo que obre una lo obran las otras dos.

Solamente se distinguen por su origen, porque el Padre no proviene de ninguna persona; el Hijo es engendrado por el Padre, y el Espíritu Santo procede a la vez del Padre y del Hijo. Esto es lo que impide que una persona se confunda con las otras.

Padre, Hijo y Espíritu Santo tienen la misma naturaleza, la misma divinidad, la misma eternidad, el mismo poder, la misma perfección; son un solo Dios. Además, cada una de las Personas de la Santísima Trinidad está totalmente contenida en las otras dos, puesto que hay una comunión perfecta entre ellas.

Hay quien manifiesta que jamás podremos entender el misterio de la Santísima Trinidad a través de la razón, lo cual es cierto ya que necesitamos de la fe, ya que precisamente se trata de un misterio. El de la Santísima Trinidad es el misterio más sublime y, al mismo tiempo, el más profundo e incomprensible para la razón humana.

CITAS BIBLICAS

En el Nuevo Testamento de la Biblia se encuentran alusiones tanto al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo, principalmente en el Evangelio de Juan, lo cual se presenta como menciones implícitas a la naturaleza trinitaria divina.

a. “Tomás le contestó: Señor mío y Dios mío” (Juan 20:28).

b. “Sabemos ahora que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por esto creemos que has salido de Dios. Jesús les respondió: Ahora creéis?” (Juan 16:30-31).

c. “Le dice Felipe: Señor, muéstranos al Padre y esto nos basta. Le dice Jesús: Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. Cómo dices tú ‘muéstranos al Padre’? No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí?” (Juan 14:8).

d. “Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí” (Juan 15:26).

e. “Y tales fuisteis algunos de vosotros. Pero habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo, y en el Espíritu de vuestro Dios” (1ª. Corintios 6:11).

f. “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros” (2ª. Corintios 13:13).

g. “Según el previo conocimiento de Dios Padre, con la acción santificadora del Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser rociados con su Sangre” (1ª. Pedro 1:2).

h. “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19).

SIMBOLOGIA

Para explicar este gran misterio de la Santísima Trinidad existen ciertos símbolos que son entendibles a nuestra razón:

Triángulo: Cada uno de los vértices es parte del mismo triangulo y, sin embargo, cada uno es distinto.

Vela encendida: La vela, en sí misma, simboliza al Padre. La cera que escurre es el Hijo, que procede del Padre. La llama encendida es el Espíritu Santo. Los tres forman parte de la vela, pero son distintos entre sí.

Trébol: Cada una de las hojas del trébol son distintas entre sí, pero las tres hojas forman parte de la misma flor.

Señal de la Cruz: Cada vez que hacemos la señal de la Cruz sobre nuestro cuerpo, recordamos el misterio de la Santísima Trinidad al mencionar el nombre de las tres divinas Personas.

En el nombre del Padre: Ponemos la mano sobre la frente señalando el cerebro, que controla todo nuestro cuerpo, recordando con ello en forma simbólica que Dios es la fuente de nuestra vida.

… Y del Hijo: Colocamos la mano en el pecho, donde esta el corazón, que simboliza al amor. Recordamos con ello que por amor a los hombres, Jesucristo se encarnó, murió y resucitó para librarnos del pecado y llevarnos a la vida eterna.

… Y del Espíritu Santo: Ponemos la mano en el hombro izquierdo y luego en el derecho, recordando que el Espíritu Santo nos ayuda a cargar con el peso de nuestra vida, ya que el Espíritu nos ilumina y nos da la gracia necesaria para vivir de acuerdo a los mandatos divinos.

Santo Tomás de Aquino usaba la siguiente descripción para ilustrar el misterio de la Trinidad: Todo ungido presupone por lo menos tres elementos: el que unge, el ungido y la unción. Siendo Jesús el Mesías, el Cristo, es decir, el ungido de Dios, podemos hacer referencia a tres personas: El que unge es Dios Padre, el ungido es Dios Hijo, la unción es Dios Espíritu Santo.

Agustín Fabra

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