Lo más gracioso de mi viaje a Suiza
fue cuando paseaba con el capellán de la misión española por las calles de
Lucerna y le dije mirando hacia delante: Ah, mira, una imagen de la Virgen
María. Y él me dijo: No, es un león.
Yo con mis diez dioptrías miraba
esa imagen y le veía corona y al Niño Jesús en los brazos. Si mi hipermetropía
me estaba engañando, lo estaba haciendo a conciencia.
Al final, descubrimos que yo
estaba mirando a una imagen pintada en una fachada, y él estaba mirando en la
misma dirección pero un poco más abajo, hacia la figura de una fuente.
La otra cosa graciosa con ganas
de las últimas semanas me ha sucedido hoy en la reunión diocesana de curas.
Cuando ha llegado el final del almuerzo se ha acercado por detrás de mí el pro
vicario general y me pedido cinco euros para pagar la comida. Yo he sacado un
sobre donde llevaba unos pocos billetes.
Pero ha dado la casualidad que el sobre procedía de la colecta del
Jueves Santo de Cáritas, como estaba escrito con letras rojas en su anverso. Y
uno de los curas (creo que era uno de Comunión y Liberación) se ha percatado y
ha exclamado con picardía insuperable: ¡Vaya, ya sabemos de donde sacas el
dinero para pagar tu comida! La risotada ha sido general. Toda la mesa (también
yo) se ha reído un rato a mandíbula batiente.
P.
FORTEA
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