Noticia digital (14-XI-2014)
El semanario francés L'Homme Nouveau ha publicado una carta del
padre Luis Ladaria, arzobispo Secretario de la Congregación para la Doctrina de
la Fe, en respuesta a un sacerdote francés que consultaba a la Congregación
sobre la obligación de dar o no dar la absolución a una persona divorciada y
casada de nuevo en una unión no sacramental.
La respuesta de la Congregación, fechada el 22 de octubre –tres días
después de la conclusión del Sínodo sobre la Familia–, reproduce la doctrina de
Juan Pablo II y de Benedicto XVI en este sentido, y recuerda que «no se puede
absolver válidamente a un divorciado y casado de nuevo que no toma la firme
resolución de no volver a pecar y, por lo tanto, de abstenerse de
acciones propias de los esposos y hacer en este sentido todo lo que esté en su
poder».
El padre Ladaria respondió a la pregunta que hizo llegar a la
Congregación un sacerdote, con la siguiente consulta: ¿Un confesor puede dar
la absolución a un penitente que, habiéndose casado religiosamente, ha
contraído un segundo matrimonio después del divorcio? En su Carta, señala
los tres pasos que debe dar para que se pueda conceder la absolución: verificar
si el vínculo matrimonial es nulo o no; intentar la reconciliación con su
cónyuge; y, si lo anterior no fuera posible –por obligaciones hacia los hijos,
por ejemplo–, que las personas en nueva unión vivan como hermano y hermana.
Juan Luis Vázquez
Díaz-Mayordomo
Respuesta de la Congregación para la Doctrina de la Fe:
«No podemos excluir a priori a los fieles divorciados vueltos a casar de
un proceso penitencial que conduzca a la reconciliación sacramental con Dios y
por lo tanto a la comunión eucarística. El Papa Juan Pablo II, en su
Exhortación Apostólica Familiaris Consortio n.84, considerando tal
posibilidad, precisó las condiciones:
«La reconciliación en el sacramento de la penitencia –que les abriría el
camino al sacramento eucarístico– puede darse únicamente a los que,
arrepentidos de haber violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a
Cristo, están sinceramente dispuestos a una forma de vida que no contradiga la
indisolubilidad del matrimonio. Esto lleva consigo concretamente que cuando el
hombre y la mujer, por motivos serios –como, por ejemplo, la educación de los
hijos– no pueden cumplir la obligación de la separación, asumen el
compromiso de vivir en plena continencia, o sea de abstenerse de los actos
propios de los esposos» (ver también Benedicto XVI, Sacramentum
caritatis, n. 29).
El camino penitencial debería comprender los siguientes elementos:
1 - Verificar la validez del matrimonio religioso, de acuerdo con la
verdad y evitando la impresión de una especie de divorcio católico.
2 - Ver si las personas, con la ayuda de la gracia, se pueden separar de
su nueva pareja y reconciliarse con aquellos de los que se separaron.
3 - Invitar a los divorciados vueltos a casar que, por razones graves
(por ejemplo, los niños), no pueden separarse de su nueva pareja, a vivir como
hermano y hermana.
En cualquier caso, la absolución sólo puede concederse si se asegura una
verdadera contrición, es decir, dolor interno y odio del pecado cometido,
con la resolución no volver a pecar (Concilio de Trento, Doctrina sobre el
Sacramento de la Penitencia, c. 4). En esta línea, no se puede absolver
válidamente a un divorciado y casado de nuevo que no toma la firme resolución
de no volver a pecar y, por lo tanto, de abstenerse de acciones propias
de los esposos y hacer en este sentido todo lo que esté en su poder».
Luis F. Ladaria SJ,
arzobispo titular de Thibica,
Secretario
arzobispo titular de Thibica,
Secretario
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