miércoles, 19 de noviembre de 2014

AMOR DEL CUERPO, AMOR DEL ALMA


Son muchas las personas que carecen de una idea correcta…, de lo que es el amor y se emplea equivocadamente este vocablo. El amor es algo muy importante en la vida de las personas, pero, ¡cuidado! No empleemos el vocablo amor, para señalar una mera función corporal, que desde su adolescencia, le lleva de cabeza al hombre y también a la mujer, aunque de una forma distinta. Aclaremos ideas y démonos cuenta de que a nuestro cuerpo material, le corresponde funciones materiales y a nuestra alma espiritual funciones propias del mundo espiritual invisible, para nuestros materiales ojos de nuestra cara. Dios es creador de la materia, pero la materia no forma parte de su ser. Yo puedo ser pintor y pintar bellos cuadros, pero jamás ellos va a pasar a formar parte de mí ser, ni la tela de los lienzos, ni los tubos de pintura, ni los pinceles que empleo. Puedo amar mí obra. Pero no puedo integrarla en mi esencia humana.

Consiguientemente. Dios ha creado directamente nuestras almas e indirectamente nuestros cuerpos dándoles a nuestros padres la capacidad de poder engendrar, mediante un acto puramente material, otra materia distinta a la de ellos que es la parte material de sus hijos. A esta acción humana, puramente material la gente la denomina indebidamente: “Hacer el amor”.

Solo Dios tiene capacidad de amar, Él es la única fuente de amor que existe, sencillamente porque Él es Amor y solo amor (1Jn 4,16) y en otros varios versículos más de esta epístola de San Juan se ratifica en esta afirmacióan. Es significativo que sea San Juan evangelista, el discípulo amado del Señor, al que le encomendó el cuidado de su Madre la Virgen María, al que en la isla de Patmos, le dio la visión del Apocalipsis, sea el que más claramente nos habla del amor divino. Todo amor espiritual humano, ya hemos dicho que el material no existe, emana y es un reflejo del amor divino, y es Dios quien lo proporciona: "16 No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca, para que cuanto pidierais al Padre en mi nombre os lo dé”. (Jn 15,16).

Y de ese maravilloso amor divino emana todo el amor que conocemos. Él nos ama como criaturas suyas que somos y nos seguirá amando durante todo la eternidad salvo el caso, en que renunciemos a si su amor, en el último instante de nuestras vidas terrenales. Él nos ama, nos protege y ansiosamente desea nuestro amor a Él, que con ese reflejo de amor que Él nos ha dado, desea que le amemos a Él más al que más le ama, porque el amor funciona así, se mueve por un principio de reciprocidad. Él no ama de tal forma que continuamente nos está cuidando y protegiendo: “13 Porque yo, Yahvé tu Dios, te tengo asido por la diestra. Soy yo quien te digo: No Temas, yo te ayudo. 14 No Temas, gusano de Jacob, gente de Israel: yo te ayudo -oráculo de Yahvé- y tu redentor es el Santo de Israel”. “Libros proféticos”, (Is 41,13-14).

A nadie se le puede pasar por la cabeza que el amor de Dios a nosotros tiene un contenido sexual. Pues bien de la misma forma, hemos de aprender a distinguir entre la pureza de un amor entre personas de un mismo sexo y entre personas de distintos sexo, Al escribir esto, está muy lejos de mi ánimo el que trate de justificar lo injustificable, en este caso el lesbianismo y la homosexualidad. Existe un amor puro, carente de todo contenido sexual o material, nacido en nosotros de nuestras almas y no de las apetencias de nuestros cuerpos.

Este amor casto, de pureza o virginal, incomprensible su existencia para muchos, se puede dar entre personas de distinto sexo, estén o no unidas por el sacramento del matrimonio. Es el caso de la unión de la Virgen María con el casto San José. También puede darse casos de amistad íntima, entre personas del mismo sexo o de distintos sexos, no unidas por matrimonio, sin que medie relación sexual alguna, entre estas personas. En la Biblia tenemos el caso de la relación de David, antes de ser rey, con Jonathan hijo del rey Saúl, que por celos humanos de los triunfos de David, Saúl llegó a perseguirle, con el deseo de matarle.

Son muchas las relaciones de personas en la Biblia, que han sido tortuosamente interpretadas. Una clásica actuación demoniaca en estas interpretaciones, la podemos ver, en aquellas personas que en su afán de denigrar al Señor y por instigación demoniaca, aseguran que Santa María Magdalena era amante del Señor..

Como antes hemos escrito siguiendo a San Juan, Dios es amor y solo amor. El amor es el todo en Dios y todo lo suya está impregnado de esa fuerza maravillosa que es el amor. Nosotros para avanzar en el desarrollo de nuestra vida espiritual, hemos de partir siempre en el examen de cualquier situación, que se nos presente en nuestra vida terrenal, de que Dios es amor y solo amor. Que somos criaturas creadas en razón y por el amor de Dios y lo que en este mundo nos encontramos para superar una prueba de amor. Y Él lo que desea de nosotros esencialmente, es que le amemos a él y a nuestros semejantes, en forma tal que siempre a los demás les deseemos lo mismo que deseamos para nosotros.

Somos cuerpo material mortal y alma espiritual inmortal, ambas partes de nuestro ser disponen de una capacidad. En el caso de nuestro cuerpo es la reproducir la parte material de otros seres, humanos, a los que el Señor siempre los dotará de alma. En el caso de nuestra alma, a ella Dios la ha dotado de la capacidad de amar y sentirse amada. Ella nuestra alma, puede amar y recibir amor. Dios le dona la capacidad de utilizar parte de su amor, porque ella no crea amor. San Pablo escribe: “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que habita en nosotros. Aleluya”.(Rm 5,5).

Somos criaturas hechas para amar y ser amados, el amor nuestro a a Dios, el amor a nuestro Creador es lo que nos vitaliza. Nuestra necesidad de sentirse amado tiene dos vertientes una humana y otra divina. De la divina nunca nos falta el amor de Dios a nosotros, pero podemos aumentarlo amándole a Él, más de lo que ahora le amamos. En relación al amor de los demás a nosotros, también sentimos esa necesidad y muchas veces podemos llegar a sentirá sed de amor humano. Cuando los demás nos aman si su amor es correcto es amor divino el que recibimos

“A medida que envejecemos, escribe Henry Nouwen, tenemos más y más personas para recordar, personas que murieron antes que nosotros. Es muy importante recordar aquellos que nos han amado y a aquellos a quienes nosotros amamos. Recordarlos significa permitir que sus espíritus nos sigan inspirando en nuestra vida cada día. Pueden convertirse en parte de nuestra comunidad espiritual…, en verdaderos compañeros espirituales después de haber muerto. A veces pueden llegar a ser más íntimos nuestros después de su muerte que en vida. Recordar a los muertos es elegir la continuidad de su compañía”.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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