En todo este proceso de reflexión
sinodal nada ha habido de malo. Aunque donde de verdad se cortará el bacalao,
si se me permite la expresión, será en la mesa de los teólogos. Es decir, serán
las grandes mentes teológicas las que profundizarán en la fe, en esas líneas
divisorias, en las fronteras, entre lo lícito y lo ilícito.
El Papa ha lanzado el impulso,
los obispos determinarán líneas pastorales, pero será labor de los próximos
años el hacer, sin prisa, una gran reflexión teológica sobre los puntos
suscitados.
Yo estoy con el Papa en lo que ha
dicho, en lo que ha sugerido; en lo que ha dicho y en lo que intuimos que nos
quiere decir. El Espíritu nos obliga a entornar los ojos para atisbar que hay
algo más en el horizonte. A mi entender, es el Espíritu el que nos está guiando
a través del Papa.
La diferencia de opiniones, el contraste razonado de posiciones, no me
parecen mal. Pero qué triste es cuando alguien va más allá de las razones y
descalifica al otro.
P.
FORTEA
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