No son muchas las personas…, que estuvieron al pie de la cruz, sufriendo
con el Señor hasta el último momento y entre ellas hay una principal que es su
madre, para cualquier mujer de este mundo, madre de un único hijo, el amor a
este no lo comparte con otros hermanos. Personalmente tengo cierto grado de
experiencia en este tema, por haber sido hijo único de mi madre carnal y al
mismo tiempo hijo único de una hermana suya, casada pero sin hijos, la cual me
tenía también por hijo suyo. Creo que por haber sido hijo único de dos madres,
hermanas entre sí, mi experiencia en esta situación de amor entre madre e hijo,
me permite hacerme una idea del mutuo dolor de María nuestra madre celestial y
del Señor hombre al fin y al cabo, que como tal también tuvo el dolor de ver a
su madre sufriendo al pie de la cruz.
Hay que tener muy clara la idea, de que los sufrimientos de nuestra
alma, son siempre superiores en profundidad e intensidad a los sufrimientos de
origen material que se nos producen por el desgarro de la carne de nuestro
cuerpo. Y ello tiene una explicación lógica, porque nuestra alma al ser
espíritu es inmortal y pertenece a un orden superior, al mismo al que pertenece
y es Dios mismo.; mientras que los sufrimientos que tienen su origen en nuestra
carne material, son siempre inferiores en profundidad e intensidad y en su
duración. Por tener ellos su origen en el orden inferior de la materia, al que
pertenece nuestro cuerpo mortal.
Son muchos exégetas los que estiman que el verdadero sufrimiento del
Señor, fue en Getsemaní, en el Huerto de los olivos donde se retiró a orar. San
Marcos nos dice: “33 Tomando consigo a Pedro,
a Santiago y a Juan, comenzó a sentir temor y angustia, 34 y les decía: Triste
está mi alma hasta la muerte; permaneced aquí y velad. 35 Adelantándose un
poco, cayó en tierra y oraba que, si era posible, pasase de El aquella hora 36
Decía: Abbá, Padre, todo te es posible; aleja de mí este cáliz; más no sea lo
que yo quiero, sino lo que tú quieres”. (Mc
14,32.36). San Lucas que era medico es más explícito, y nos dice; "39 Salió y, como de costumbre, fue al monte de los Olivos, y los
discípulos le siguieron. 40 Llegado al lugar les dijo: Pedid que no caigáis en
tentación. 41 Y se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas
oraba 42 diciendo: Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga
mi voluntad, sino la tuya. 43 Entonces, se le apareció un ángel venido del
cielo que le confortaba. 44 Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su
sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra. 45 Levantándose
de la oración, vino donde los discípulos y los encontró dormidos por la
tristeza”. (Lc 22, 39-45).
En los acontecimientos posteriores, el Señor,
perdió mucha sangre, pero la hematidrosis, el hecho de sudar sangre por razón de una situación
agónica, no la tuvo en el calvario sino en Getsamaní. El peso espiritual de
todos los pecados de los hombres le aplastó en ese momento, fue un sufrimiento
totalmente espiritual no material de su cuerpo, y por ello más doloroso de lo
que le había de suceder después.
Pero de todas formas, fueron terribles los dolores materiales del Señor
y a nosotros nos impresionan más, porque vivimos muy pendientes de las
necesidades materiales de nuestros cuerpos y apenas le prestamos atención a las
necesidades espirituales de nuestra alma, Desde luego que fue terrible, primero
la flagelación, hecho más que suficiente para matar a una persona; a
continuación la coronación de espinas y más tarde la subida al Calvario con el
madero del patibulum, que era el palo
horizontal, pues el vertical, llamado stipes
o staticulum, ya estaba preparado en el calvario.
La iconografía tradicionalmente nos ha representado siempre al Señor,
llevando la totalidad de la cruz, pero ello no fue así, ya que la costumbre
romana, que es la que se seguía, nos dice esta que el reo cargaba con el patibulum que solía ser un madero de
unos 60 o 70 kilos, el cual no pudo ser sostenido por el Señor y el centurión
romano llamado exactor mortis, pues
su función era la de dar cuenta de la muerte del reo, tuvo temor a que el Señor
se les muriese antes de llegar a crucificarlo, por lo que el centurión, ordeno
que se le ayudase,
Desde luego que hubo otras personase, al pie de la cruz además de la
Virgen, pero como hombre, solo estuvo San Juan evangelistas, el discípulo
amado, en el que, el amor fue en el, mas fuerte que el temor, los demás
discípulos estaban aterrados, Es sorprendente la fuerza del Espíritu Santo que
días más tarde transformó, aquellos hombres inculto y cobardes en hombres
ilustrados, conocedores al milímetro de la doctrina predicada por su Maestro,
conocedores de diversas lenguas y sobre todo, dispuesto a morir, por aquel a
quien habían abandonado en las terribles horas del Calvario, Y ciertamente que
murieron todos con la palma del martirio con la curiosa excepción del discípulo
amado, en el que su amor pudo más que su miedo y por ello estuvo allí. Y esto
¿por qué fue así? Podemos analizar este hecho creándonos una serie de
hipótesis, de las cuales nunca sacaríamos la realidad del porqué San Juan
evangelista el discípulo amado no murió mártir. Quizás pudiese ser que sufrió
un martirio incruento anticipado participando del sufrimiento del Señor en la
cruz.
Desde Luego que todos
sabemos que la fuerza del amor, es tremenda muy superior a la del odio que es
su antítesis del amor. Y ello es así porque Dios es amor y solo amor tal como
repetidamente nos lo ha dicho: precisamente el discípulo amado, San Juan
evangelista, que fue él que con más fuerza debió de penetrar en el conocimiento
del Señor, porque era el que más le amaba y existe una esencial, característica
del amor que es la reciprocidad. Por ello San Juan de la Cruz, otro gran amador
de Cristo, nos decía: “Donde no hay amor, pon amor y encontrarás amor”.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de
que Dios te bendiga.
Juan
del Carmelo
No hay comentarios:
Publicar un comentario