jueves, 23 de octubre de 2014

ADOPTARON 4 SOBRINOS TRAS EL GENOCIDIO DE RUANDA, ATIENDEN MUJERES NECESITADAS: LO CUENTAN AL SÍNODO


El matrimonio Gatsinga pide poner a Jesús en el centro.

Tienen ocho hijos, de los cuales cuatro son sobrinos adoptados después del genocidio de Ruanda. Mantienen una clínica para ayudar a mujeres embarazadas en dificultad. Después de su testimonio ante los obispos, los Gatsinga relataron su historia a Tempi.it.

Según ellos, la Iglesia tiene un único modo para superar la crisis de la familia y el individualismo que amenaza la vida; bastaría «volver a poner en el centro a Jesús».

Así han hablado los cónyuges ruandeses Jean Dieudonné y Emerthe Gatsinga ante los obispos reunidos en Roma con ocasión del Sínodo sobre la familia.

Veinte años de servicio a las mujeres con embarazos difíciles, a los esposos en crisis y a la vida «nos han hecho llegar a una sola conclusión: las familias necesitan que la Iglesia las ayude a profundizar la fe en Jesucristo, para quien nada es imposible», cuenta Jean Dieudonné, de 57 años, a Tempi.it.

Jean Dieudonné y Emerthe se conocieron en 1979, en el ámbito del movimiento de los Focolares (www.focolare.org/es), al que ambos pertenecen.

«Entendimos que Dios nos llamaba a vivir nuestra vocación en el matrimonio, que éramos donados el uno a la otra para servirlo».

VIVIR PARA LAS OTRAS FAMILIAS
Nueve años después, en 1988, al casarse, ambos entendieron que «querían vivir para los otros y, en especial, para las familias. Teníamos el mismo deseo de entrega total a Dios, queríamos trabajar para Él, testimoniándolo en la familia. En resumen, ambos deseábamos una morada en la que se viera y se viviera a Dios, y se pudiera donar a los otros».

Con el matrimonio los dos jóvenes prometieron «no permanecer nunca cerrados en nosotros mismos, donándonos a los otros».

Después de la boda la familia se trasladó a Francia, donde Jean Dieudonné terminó los estudios de medicina.

Este fue el motivo de que la pareja escapara a uno de los acontecimientos más dramáticos del siglo XX.

«En 1994, entre las víctimas del genocidio que exterminó a un millón de personas, estaban mis hermanos y sus cónyuges, que dejaron huérfanos a cuatro de mis sobrinos».

Los Gatsinga decidieron volver a África y adoptar a estos niños: «La herida y el dolor eran indescriptibles, pero entendimos que en ese sufrimiento Dios nos llamaba».

LA CLÍNICA PARA PERSONAS HERIDAS
Un año más tarde Jean Dieudonné y Emerthe decidieron abrir una clínica en Ruanda con más de veinte camas, en la que acoger a personas heridas física y moralmente: «Soy médico y me ocupo de la salud de las mujeres en condiciones difíciles. Mi mujer es economista y gestiona la clínica, las acoge: cada uno hace su trabajo, sin invadir el campo del otro. Estamos unidos en un servicio constante».

Con el paso de los años también ha aumentado en África el número de mujeres que ante un embarazo no deseado piensan en abortar, por lo que «cuando llegan – sigue el médico– hacemos todos lo posible para encontrar tiempo para ellas. Primero las escucho e intento entender por qué tienen miedo o por qué no quieren al niño; después les hablo del amor de Dios, explicando que el niño que llevan en su seno es un don del Señor y que tenerlo es una riqueza, aunque en ese momento no lo parezca».

Nunca es fácil, es cierto, «se necesita tiempo. Algunas de ellas poco a poco empiezan a confiar; otras, desgraciadamente, no, pero la mayoría cambia de idea».

De hecho, Jean Dieudonné es hoy padrino de muchísimos niños que han nacido con su ayuda.

FORMAR A LOS NOVIOS
Juntos, los cónyuges Gatsinga se ocupan también de la formación de jóvenes parejas casadas o prometidas: «Compartimos los problemas y los desafíos principales, como la falta de trabajo o la dificultad de acceso a los estudios, y les explicamos que sólo hay un modo de superarlos: es necesario poner a Dios en el centro, porque Él lo puede todo. Lo mismo nos sucedió a nosotros cuando decidimos criar a ocho hijos en lugar de a cuatro en un momento económica y espiritualmente duro, cuando las heridas del genocidio habían golpeado nuestro país. Y lo mismo sucede hoy, cuando surgen nuestras diferencias o nuestros límites».

En la vida de los hijos, que tienen entre 15 y 31 años, la dedicación a los necesitados de Jean y Emerthe no ha incidido nunca negativamente, «porque no somos dos personas que nos dividimos entre la familia, el trabajo o los compromisos sociales, sino que somos una familia unida que intenta servir a Dios allí donde se encuentre».

ES LA FE LO QUE AYUDA A LAS FAMILIAS
Los Gatsinga están convencidos de que es precisamente gracias a la fe si las familias de Ruanda han soportado «todas las dificultades presentes en nuestro país», e indican también que ha sido «en el momento en que la familia se ha debilitado cuando han empezados los divorcios y las separaciones, aunque ciertamente no a los niveles de Occidente».

Sin contar con el difundirse de la cohabitación, «que muchos eligen a causa del alto coste del matrimonio». Por esto, a los dos ruandeses les gusta recordar «a quien se tiene que casar o a quien ya está casado que hay que agarrarse a la gracia donada por Dios en el sacramento, simplemente rezando juntos, participando en los sacramentos, compartiendo la educación de los hijos y la economía familiar».

Y funciona, según testimonian los Gatsinga: «Son muchos los jóvenes que al hacer un recorrido de fe consciente deciden contraer matrimonio cristiano, a veces renunciando a los regalos y eligiendo una fiesta nupcial sobria, normalmente sostenida por la comunidad».

También, continúa Jean Dieudonné, «hemos visto muchos matrimonios salvados. Pienso en Charles, que podía pedir la anulación de su matrimonio con Beatrice cuando ella se escapó de casa a causa de una enfermedad psiquiátrica y, en cambio, decidió serle fiel como había prometido, en la salud y en la enfermedad. Cuando Beatrice volvió a casa, fue acogida de nuevo y ahora los dos esposos viven una unión más fuerte y feliz».

-ENTONCES, ¿LA GRACIA DE DIOS NO TRAICIONA NUNCA?

«Debería usted preguntárselo a Pierre, que ha querido creer que podía ser feliz a pesar de que su mujer no podía darle hijos y de que su madre intentara convencerlo de todas las maneras posible a buscar otra mujer: “Yo la amaba, pero sólo pidiendo a Jesús que me diera la fuerza he conseguido no ceder a las presiones", me dijo».

Es a causa de estos y otros ejemplos por lo que el viernes pasado, los Gatsinga han querido decir al Sínodo que «es simplemente la fe en Jesús lo que hace que se tengan fuerzas para superar esta crisis de la que tanto se habla».

(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)

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