Octubre 22,2014
La verdadera batalla ‘no es contra la carne’.
Habitualmente informamos sobre las batallas que se
suceden en el mundo a nivel de guerras, delitos, conflictos étnicos, políticos,
religiosos, batallas legales, etc., pero no hay que perder de vista que todos
tienen una base común, una batalla a nivel espiritual en los invisible, entre
el mal y el bien, que se reproduce inclusive dentro de nosotros mismos.
1. La guerra espiritual se refiere a la lucha
espiritual diaria entre el bien y el mal.
Satanás existe:
“el mal no es
una abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el ángel
que se opone a Dios. El “diablo” (diá-bolos) es aquél que “se atraviesa” en el
designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo”. (Catecismo 2851)
Existen espíritus malignos:
“Porque no
tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra
potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes
espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6: 11-12).
En la guerra espiritual, el campo de batalla es el
terreno de nuestras almas. Tener un conocimiento básico de la guerra espiritual
es una parte importante de conocer nuestra fe católica.
2.
Jesús ganó la
victoria sobre satanás, pero nuestra lucha no ha terminado.
Satanás ha sido derrotado pero no
destruido. El enemigo ya no es una amenaza para Jesús, pero sigue siendo
una amenaza para nosotros:
“La victoria
sobre el “príncipe de este mundo” (Jn 14, 30) se adquirió de una vez por todas en la Hora en que Jesús
se entregó libremente a la muerte para darnos su Vida. Es el juicio de este
mundo, y el príncipe de este mundo está “echado abajo” (Jn 12, 31; Ap 12,
11). “Él se lanza en
persecución de la Mujer” (cf Ap 12, 13-16), pero no consigue alcanzarla: la
nueva Eva, “llena de gracia” del Espíritu Santo es preservada del pecado y de
la corrupción de la muerte (Concepción inmaculada y Asunción de la santísima
Madre de Dios, María, siempre virgen). “Entonces despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra al resto
de sus hijos” (Ap 12, 17). Por eso, el Espíritu y la Iglesia oran: “Ven, Señor Jesús” (Ap 22,
17. 20) ya que su Venida nos librará del Maligno” (Catecismo 2853)
3.
El poder de
satán no es infinito como el de Dios.
Dios creó a todos los ángeles, incluyendo al ángel
lucifer, quien se convirtió en satanás después de rebelarse contra
Dios. Satanás es poderoso, pero sigue siendo una criatura:
“Satanás, el
seductor del mundo entero” (Ap 12, 9), es aquél por medio del cual el pecado y la muerte
entraron en el mundo y, por cuya definitiva derrota toda la creación entera
será “liberada del pecado y de la muerte” (Plegaria Eucarística IV,
123: Misal Romano). “Sabemos
que todo el que ha nacido de Dios no peca, sino que el Engendrado de Dios le
guarda y el Maligno no llega a tocarle. Sabemos que somos de Dios y que el
mundo entero yace en poder del Maligno”. (Catecismo 2852)
El poder de Satán no es infinito, no es más que una
criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre
criatura. Él no puede impedir la edificación del Reino de Dios.
4.
No estamos
solos; Dios está con nosotros cuando soportamos las pruebas que vienen con
la guerra espiritual.
Dios Padre está con nosotros. Jesucristo está
con nosotros: “somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Romanos
8:37).
El Espíritu Santo está con nosotros. María,
los ángeles, los santos y nuestros compañeros miembros vivos del Cuerpo de
Cristo están con nosotros.
El Señor ofrece la gracia y la armadura espiritual:
“Vestíos de toda
la armadura de Dios, para que seáis capaces de estar firmes contra las
asechanzas del diablo” (Efesios 6: 11) “Somos más que vencedores en Cristo” (Romanos 8: 37).
Debido al poder de Jesús, no debemos que tener
miedo, pero debemos estar atentos:
“Sed sobrios y
velad; vuestro adversario el diablo, ronda como león rugiente, buscando a quien
devorar; resistirle, firmes en la fe, sabiendo que sus hermanos en la fe en
todo el mundo sufren los mismos sufrimientos” (1 Pedro 5: 6-11).
5.
La oración,
los sacramentos y sacramentales son medios eficaces de permanecer íntimamente
unidos a Dios y resistir la tentación, que es la táctica más común utilizada
por el enemigo en la guerra espiritual.
““No entrar en
la tentación” implica una decisión del corazón: “Porque donde esté tu
tesoro, allí también estará tu corazón [...] Nadie puede servir a dos señores” (Mt 6,
21-24). “Si vivimos según el
Espíritu, obremos también según el Espíritu” (Ga 5, 25). El Padre nos da la fuerza para este
“dejarnos conducir” por el Espíritu Santo. “No habéis sufrido tentación
superior a la medida humana. Y fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados
sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará modo de poderla
resistir con éxito” (1 Co 10, 13). Pues bien, este combate y esta victoria sólo son posibles
con la oración. Por medio de su oración, Jesús es vencedor del Tentador, desde
el principio (cf Mt 4,
11) y en el último
combate de su agonía (cf Mt 26,
36-44)”. (Catecismo 2848-2489)
“Los siete sacramentos corresponden todas las
etapas y todos los momentos importantes de la vida cristiana: dan
nacimiento y crecimiento, curación y misión a la vida de fe de los cristianos” (Catecismo 1210)
“Los
sacramentales no confieren la gracia del Espíritu Santo a la manera de los
sacramentos, pero por la oración de la Iglesia preparan a recibirla y disponen
a cooperar con a ella. “La liturgia de los sacramentos y de los sacramentales
hace que, en los fieles bien dispuestos, casi todos los acontecimientos de la
vida [...] sean santificados por la gracia divina que emana del misterio
Pascual de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, de quien reciben su
poder todos los sacramentos y sacramentales, y que todo uso honesto de las
cosas materiales pueda estar ordenado a la santificación del hombre y a la
alabanza de Dios” (SC61)” (Catecismo 1670)
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