viernes, 5 de septiembre de 2014

DE LA PALABRA "ASESINO" Y SU CURIOSÍSIMO ORIGEN


Sí, porque en puridad, asesino, del árabe “haššāšīn”, no significa otra cosa que “fumador de hachís”, por lo que cabe preguntarse ¿cómo se llega a semejante acepción del término?

Define el Diccionario “asesino” como “el que asesina” y “asesinar” como “matar a alguien con premeditación, alevosía, etc.”, circunstancias a las que el Código Penal en los tiempos en los que yo lo estudiaba, añadía una tercera, la nocturnidad. Por cierto, donde “alevosía” no significa, como acostumbra a interpretarse, “ensañamiento” (otra circunstancia que el Código Penal considera también para agravar el delito y en consencuecia la pena), sino “buscar la indefensión”: “cautela para asegurar la comisión de un delito contra las personas, sin riesgo para el delincuente”, dice el Diccionario.

La palabra “asesino” es común a muchas lenguas occidentales -se dice “assassin” en inglés-, y particularmente a las latinas: se dice “assassin” en francés, “assassino” en italiano y en portugués... ¡y eso que no existe en latín! Y la pregunta que me formulo hoy es la siguiente: ¿cuál es el extraño origen de la palabra “asesino” como para que sin existir en latín la recojan sin embargo todas las lenguas latinas y muchas también que no lo son?

Pues bien, empezaré por el final. La curiosa palabra asesino que en las lenguas occidentales significa el que comete homicidio con determinadas circunstancias agravantes, proviene de “hachisin”, que no significa otra cosa que “fumador de hachis”. ¿Y cómo se produce tan curiosa evolución? Disponemos de la fuente idónea, que no es otra en este caso, que el divertido, importante y famoso “Il milione” o “Libro de las maravillas”, “Descripción del mundo” o “Los viajes de Marco Polo” escrito por Marco Polo y su compañero de celda Rustichello de Pisa cuando se hallaban presos en Génova en el año 1298 y 1299.

De la traducción realizada por Mauro Armiño y realizada por Anaya extraigo estas notas:

“XLI. Donde se habla del Valle del Viejo de la Montaña y de sus asesinos.

Mulecto es una comarca donde según se dice, vivía antiguamente cierto príncipe muy malvado que se llamaba el Viejo de la Montaña. El Viejo era llamado en su lengua Alaodino y, con todo el pueblo que mandaba, era un fiel de la ley de Mahoma. Maquinaba una maldad inaudita, a saber, cómo convertir a sus hombres en audaces matadores o espadachines, de esos que comúnmente se llaman “asesinos”, mediante cuyo valor pudiera él matar a quien quisiera y ser temido por todos. Habitaba en un valle muy noble entre dos altísimas montañas: allí había mandado hacer el jardín más vasto y soberbio que jamás se vio. Tenía abundancia de todas las buenas plantas, flores y frutos del mundo, y de todos los árboles que pudo encontrar. Mandó hacer las casas más bellas y los más hermosos palacios que jamás se vieron. […] Allí residían las damas y doncellas más hermosas del mundo, que sabían tocar muy bien todos los instrumentos, cantar melodiosamente, danzar en torno de aquellas fuentes mejor que cualquier otra mujer, y por encima de todo estaban bien instruídas en hacer a los hombres todas las caricias y confianzas imaginables. Su papel era ofrecer todas las delicias y placeres a los jóvenes que allí se llevaba. […]

El Viejo daba a entender a sus hombres que aquel jardín era el Paraíso. Había obrado de esta manera porque en su época Mahoma dio a entender a los sarracenos que irían al Paraíso quienes hicieran su voluntad; allí encontrarían todas las delicias y placeres del mundo, tantas hermosas mujeres como desearan para sus retozos, y aquello hermosos jardines llenos de ríos de vino, de leche, de miel y de agua, corriendo por separado y llenos. Por eso los sarracenos del país, creían que aquel jardín era el paraíso. […]

Y en este jardín no entraba ningún hombre salvo aquellos de mala vida a quienes quería convertir en sus satélites y asesinos. En el umbral del valle y a la entrada de aquel jardín había un castillo tan fuerte y tan inexpugnable, que no temía a nadie del mundo […]

El Viejo tenía a su lado en la corte a todos los hijos de los habitantes de aquellas montañas entre los doce y los veinte años, al menos aquéllos que pretendían ser hombres de armas y ser valientes y bravos […]

A veces el Viejo cuando deseaba suprimir a un señor que le hacía la guerra o que era su enemigo, mandaba meter a algunos de esos jóvenes en aquel paraíso de cuatro en cuatro, de diez en diez o de veinte en veinte, exactamente como quería. Porque ordenaba que les dieran un brebaje a beber que tenía por efecto dejarles dormidos inmediatamente. Entonces dormían tres días y tres noches y, durante su sueño los hacía coger y llevar al jardín; allí al despertarse se daban cuenta de donde estaban. […]

Cuando una vez despiertos los jóvenes se encuentran en un lugar tan maravilloso y ven todas las cosas que os he dicho, hechas exactamente como dice la ley de Mahoma y las damas y doncellas siempre a su lado cantado todo el día, retozando y haciéndoles todas las caricias y gracias que pueden imaginar, sirviéndoles comida y los vinos más delicados, embelesados en éxtasis por tantos placeres y por los riachuelos de leche y de vino, se creen realmente en el paraíso […]

Al cabo de cuatro o cinco días cuando el Viejo quiere mandar a alguien a algún lugar para matar a un hombre, hace dar inmediatamente el brebaje a tantos jóvenes como necesita y cuando están dormidos, los hace coger y llevar a su palacio, que está fuera del jardín. Y cuando estos jóvenes despiertan y se encuentran fuera de su jardín, en aquel castillo del palacio, quedan muy maravillados y no están contentos, porque del paraíso de donde venían jamás se habrían marchado por su propia voluntad.

Entonces el Viejo les pregunta de dónde vienen y éstos les dicen en su simpleza que llegan del Paraíso. Dicen en presencia de todos que es en verdad el Paraíso como Mahoma aseguró a sus antepasados; luego cuentan todo lo que en él han visto y cómo sienten grandes deseos de volver a él. Los otros que oyen todo esto sin haber visto nada, quedan extremadamente maravillados y sienten grandes deseos de ir al Paraíso y más de uno desea morir para poder ir allá, y espera ese día con impaciencia, pero el Viejo les responde: “hijo, eso es por el mandato de nuestro profetas Mahoma, porque él hará entrar en el Paraíso a quien haya defendido a los servidores de la fe; si vosotros me sois obediente, obtendréis este favor.

Y por ese medio ha inspirado a su pueblo tantas ganas de morir para ir al Paraíso, que aquél a quien el Viejo ordenara ir a morir en su nombre, se considera muy afortunado con la certeza de ir al Paraíso.

Y cuando el Viejo quiere hacer matar a un gran señor, pone aprueba entre sus Asesinos a los que mejor le parecen. Envía a los alrededores, pero a distancia no demasiado grandes, a varios de los jóvenes que han estado en la Paraíso, y les ordena matar al hombre que les describe” (op. cit. págs. 86-89).

Y sin más por hoy y como siempre, les despido hasta mañana no sin desearles que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.

Luis Antequeras

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