Todas las despedidas…, tiene un fondo de tristeza, porque partir, aunque
sea con un retorno garantizado, es algo siempre triste. Los seres humanos,
aunque haya sus excepciones, en general con más o menos profundidad, todos nos
amamos, porque Dios ha dispuesto que el amor anide en nuestras almas, no solo
en relación a los que siempre están a nuestro alrededor, sino también hasta los
desconocidos. Cualquier reportaje de guerra que veamos con combatientes
sufriendo y muriendo, con civiles mujeres y niños emigrando, todo aquel que no
sea un desaprensivo, tiene pena y siente compasión, a pesar de que a estas
alturas tano hemos visto que se nos podía haber encallecido nuestros
sentimientos.
Y es que el hombre es un ser que por disposición de su Creador, ha
nacido para amar y ser amado. En general, al final todas sus inquietudes sus
tristezas, encierran en su fondo un tema de amo, porque creados por Dios que es
amor y solo amor, nosotros necesitamos amar y ser amados, no podemos prescindir
de la necesidad que tenemos de amar y ser amados. Y el que no ama ni es amado,
es digno de toda compasión.
Partir, es morir un
poco y más antiguamente, cuando no existía la fluidez de los medios de
comunicación actuales había seres queridos, que se machaban, por ejemplo, a
Filipinas o América hispana, para misionar o buscar fortuna. La gente se
despedía para siempre, pues nunca más se volverían a ver En este caso se moría
viviendo. El dolor es siempre más profundo, para el que se queda que para el
que se va. Quizás porque el que parte, mitiga su dolor con la ilusión de lo
nuevo por ver y en casos de buscar fortuna, con la esperanza de hallar y poder
retornar algún día y convertirse en lo que en España se llama un indiano.
Los seres humanos siempre somos los mismos, no
pensemos que en tiempos del Señor, en Tierra Santa las cosas era diferentes,
Los doce apóstoles, las mujeres que auxiliaban al Señor y los demás discípulos
y amigos de Él, como Lázaro, Marta y Maria, incluso algunos de los denostados
fariseos como fueron Nicodemo y José de Arimatea, así como otros beneficiarios
de sus dones y milagros, como fueron Zaqueo, los paralíticos y ciegos curados,
como Bartimeo y otras personas que debieron de existir y que los evangelios
pero no nos dan cuenta de ellos, todo ellos debieron de sufrir primro con la
muerte ddel Seño y después de su resurrección con su ascensión a los cielos.
Al final del evangelio de San ´Juan se puede leer: “24 Este mismo
discípulo es el que da testimonio de estas cosas y el que las ha escrito, y
sabemos que su testimonio es verdadero. 25 Jesús hizo también muchas otras
cosas. Si se las relata detalladamente, pienso que no bastaría todo el mundo
para contener los libros que se escribirían”. (Jn 21,24-25)
La primera despedida
del Señor, se realiza en la tarde en que celebró la última cena. Ateniéndonos a
San Mateo, comienza esta descripción en el capítulo 26 de sus evangelios y aquí
recoge el evangelista el definitivo anuncio que el Señor hizo de su muerte,
porque ya anteriormente en formas más o menos claras había hecho el Señor,
varios anuncios de su muerte. Nos dice San Mateo, que Él dijo: “2 Ya saben que dentro de dos días se celebrará la Pascua, y el Hijo del
hombre será entregado para ser crucificado”.
(Mt 26, 2).
Todos eran conscientes
de que el Señor era perseguido por el Sanedrín, y sabían que era peligroso
entrar en Judea y más aún en Jerusalén, en este capítulo San Mateo hace alusión
al primer encuentro de los perseguidores con Judas Iscariote el traidor.
Escribe San Mateo: “20 Al atardecer,
estaba a la mesa con los Doce 21 y, mientras comían, Jesús les dijo: «Les
aseguro que uno de ustedes me entregará».22 Profundamente apenados, ellos
empezaron a preguntarle uno por uno: “« ¿Seré yo, Señor?».23 El respondió: «El
que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar.24 El
Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el
Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!».25 Judas, el
que lo iba a entregar, le preguntó: « ¿Seré yo, Maestro?». «Tú lo has dicho»,
le respondió Jesús”. (Mt 26,20-25).
Después nos relata San Mateo, la institución de la Eucaristía el
maravilloso regalo de despedida que el Señor nos hizo cuando pronuncio estas
palabras: “…«Tomen y coman, esto es mi Cuerpo».27 Después tomó
una copa, dio gracias y se la entregó, diciendo: «Beban todos de ella, 28
porque esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos
para la remisión de los pecados”. (Mt
26,26-28).
Ya antes en Cafarnaúm,
el Señor había hecho un preanuncio de la Eucaristía escandalizando a los
presentes, inclusive a sus propios discípulos, cuando dijo: “52 Disputaban entre si los judíos, diciendo:
¿Cómo puede este darnos a comer su carne? 53 Jesús les dijo: En verdad, en
verdad os digo que, si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su
sangre, no tendréis vida en vosotros.54 El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la
vida eterna y yo le resucitare el último día. 55 Porque mi carne es verdadera
comida y mi sangre es verdadera bebida. 56 El que come mi carne y bebe mi
sangre esta en mí y yo en él. 57 Así como me envió mi Padre vivo, y vivo yo por
mi Padre, así también el que come vivirá por mí. 58 Este es el pan bajado del
cielo; no como el pan que comieron los padres y murieron; el que come este pan
vivirá para siempre”. (Jn 6,52-58). Esta
manifestación del Señor, fue tomada como una antropofagia y muchos discípulos
lo abandonaron.
Después de la cena el
Señor y los apóstoles, ya sin Judas Iscariote, bajaron al Cedrón y en el huerto
de Getsemaní. El Señor se retiró a orar, y los discípulos se durmieron. Cuando
consideró el Señor que a estaban cerca los que iban a prenderlo, los despertó y
se realzó la prendición. Lo sucedido más tarde, con mayor o menor detalle,
todos lo sabemos y al final, al pie de la cruz, presenciando todo, solo un
discípulo le quedó. San Juan, y el Señor crucificado antes de morir dijo: "25 Estaban
junto a la cruz de Jesús su Madre y la hermana de su Madre, María la de Cleofás
y María Magdalena. 26 Jesús viendo a su Madre y al discípulo a quien amaba, que
estaba allí, dijo a la Madre: Mujer, he ahí a tu hijo. 27 Luego dijo al discípulo:
He ahí a tu Madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa”. (Jn 19,25-27). Y este fue el segundo gran
regalo que el Señor no hizo constituirnos como hijos de su Madre y hermanos de
Él mismo.
Para los que damos a
nuestra Señora tratamiento y adoración de hiperdulía. Nuestra Madre es el
espejo más claro, que los que amamos tenemos para ver las maravillas del Señor.
Ella es el ejemplo a seguir en nuestro camino, el bastión inexpugnable contra
las asechanzas del maligno, el camino más rápido y seguro para llegar a Dios.
Es tal el aprecio del Señor a su Madre que cuando el Espíritu Santo encuentra a María en un
alma, acude a ella, y allí vuela tal como nos dice Jean Lafrance, porque el amor a María es fuente de
todo bien y seguridad del Salvación. Maria nuestra Madre celestial es la
mediadora universal de todas las gracias divinas, todas pasan siempre por sus
manos.
Mi
más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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