Los seres humanos, nacemos, vivimos y morimos…, con un anhelo de
felicidad que nunca acabamos de satisfacer. Todos deseamos ser felices y los
que somos creyentes, no solo en esta vida, sino también en la otra que
esperamos, pues por algo somos creyentes en su existencia y en la de
Dios.“Recuerdo aquella vieja canción argentina que decía: “… El que tiene un peso, quiere
tener dos, el de los cuarenta va por los cincuentas y el de los cincuenta va
por los cien… Todos queremos más…más y más”· Y es que con respecto al ansia de felicidad, el
ser humanos es el perfecto ser insatisfecho total, nada le calma su deseo.
Y este insatisfecho deseo de felicidad es lo que le lanza al hombre a
darle un culto idolátrico al dios dinero, porque él cree que no lo tiene en
cuantía suficiente, que todas sus desdichas derivan de la carencia de dinero y
piensan que el dinero da la felicidad, lo cual es una falacia. Otros que han
conseguido fortunas de dinero, desengañados de esa idea de que el dinero da la
felicidad; su amor al dinero es tal, que no se atreven a decir la realidad de
que el dinero no da la felicidad y cínicamente dicen: Bueno el dinero
no da la felicidad, pero ayuda a conseguirla, lo cual es otra falacia.
Nadie puede conseguir en esta vida una perfecta felicidad, entre otras
razones por que la felicidad para ser perfecta ha de ser eterna, o al menos
durar, el periodo de vida de una persona. Y uno se pregunta ¿Acaso hay alguien
que pueda decir que ha sido feliz en todos los momentos de su vida?
Evidentemente esa persona no existe. Se suele decir, que: no es más rico el
que más tiene sino el que menos necesita.
Pues bien esa hipotética persona que nada necesita, puede ser plenamente
feliz, porque sus relaciones con los demás, estos, más de una vez le amargarán
la vida y además quien garantiza que jamás va a tener ni un simple dolor de
muelas.
Todo este problema del ansia de felicidad con la que nace el hombre, es
el resultado de la impronta divina, del anhelo de felicidad, con que Dios lo ha creado. Dios nos ha creado a su imagen y semejanza, para
que así poder ser eternamente felices compartiendo su gloria y esa felicidad
eterna que nos espera, es la que busca el hombre en este mundo y naturalmente
no la encuentra. En este mundo lo que el hombre pretende es encontrar un
sustitutivo de esa felicidad, que no conoce y trata de conformarse con una
caricatura de la felicidad real que le espera. Pero nunca lo logra.
Son dos clases de felicidad muy distintas la que nos espera, de la que
aquí abajo buscamos, porque entre otras diferencias, la felicidad en este mundo
es buscada para satisfacer más a un cuerpo material que a un alma espiritual.
Cuando abandonemos este mundo, nuestro actual cuerpo material se quedará aquí y
será nuestra alma, la que ascienda a los cielos, que es una forma figurativa de
hablar, pues el alma irá a su mundo espiritual. que es de donde procede y donde
se encuentra su Señor y Dios. Se habla de un segundo cuerpo glorioso que
recibiremos, como el de Cristo, porque es doctrina cierta y segura, que quien
vive con Cristo, con Cristo morirá y con Cristo resucitará, tal como le escribe
San Pablo: “11 Esta doctrina es digna de fe: Si hemos muerto
con él, viviremos con Él. 12 Si somos constantes, reinaremos con él. Si
renegamos de él, él también renegará de nosotros. 13 Si somos infieles, él es
fiel, porque no puede renegar de sí mismo. 14 No dejes de enseñar estas cosas,
ni de exhortar delante de Dios a que se eviten las discusiones inútiles, que
sólo sirven para perdición de quienes las escuchan”. Pero también
como San Pablo nos indica en su primera epístola a los corintios: se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual. Pues si hay
un cuerpo natural, hay también un cuerpo espiritual”. (1Cor 15,44).
Debíamos pues de distinguir, entre la felicidad celeste que nos espera y
la felicidad de este mundo. y de las varias diferencias que existe entre estas
dos clases de felicidades, es la de que el deseo de la llamémosla felicidad
celeste, siempre se realiza, nunca va a producir insatisfacción y es eterno.
Mientras que el deseo de la felicidad mundana puede producir insatisfacción si
no se cumplen, sus expectativas. Está claro pues que el deseo satisfecho produce felicidad y por el
contrario el deseo insatisfecho, produce infelicidad.
Centrándonos en la felicidad mundana hay un término asimilado a
felicidad que es el de placer y hay que distinguir porque una cosa es felicidad
y otra es el placer. En el deseo satisfecho se puede dar el placer y felicidad, pero ambas
cosa son diferentes. De la misma forma que el sufrimiento puede no ser
tristeza, el placer puede no ser felicidad. Para el arzobispo norteamericano de
Rochester, Fulton Sheen, en su libro “El pizarrón del ángel”, nos dice que hay
aquí: “un mundo de diferencias entre los dos conceptos. Entre el placer y la
felicidad. El placer pertenece al cuerpo; la alegría a la mente y al corazón.
La “langosta al Jeréz”, por ejemplo, da placer a muchas personas, pero ni los
más fanáticos de la langosta dirían que les hace felices”.
El deseo satisfecho indudablemente produce felicidad, pero siempre de
acuerdo con la naturaleza del deseo. Si el deseo es terrenal, la felicidad que
producirá será también terrenal y pasajera, si por el contrario el deseo es de
carácter sobrenatural, producirá siempre una felicidad de esta naturaleza. En
cuanto a los deseos insatisfechos, los únicos que pueden adquirir esta
categoría son los naturales, pues los sobrenaturales siempre serán satisfechos.
El que de verdad busca a Dios, siempre lo encuentra.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de
que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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