viernes, 15 de agosto de 2014

PERDÓN Y SENTIDO DEL PECADO


Estamos asistiendo desde hace tiempo…, a una utilización política, de la exigencia de una petición de perdón del contrincante político, con fines lógicamente políticos. Ningún ser humano tiene capacidad para perdonar una ofensa efectuada a Dios, Solo Él tiene capacidad de perdonar directa o indirectamente por medio de un sacerdote que en el confesionario, está representando a Dios, y en su nombre donándonos la misericordia divina del perdón. Demandarle perdón a otro, por muy grande que sea la ofensa recibida. El ofendido solo tiene capacidad de demandar un perdón, que solo puede ser, un lo siento, una disculpa humana pero nunca un perdón exonerador, divino de la ofensa recibida. Dios, que es el único que puede perdonar.

Lo que le pasa a los políticos es que confunden, lo que es perdonar con lo que es aceptar unas disculpas, por un error cometido por quien presenta las disculpas, que equivale a una muestra de arrepentimiento, por parte del que presenta las disculpas. En el fondo lo que busca el político es una humillación del contrario para así ganar votos. Humillar al contrario es la última finalidad que se busca y quien la busca, no se da cuenta que aunque materialmente se puedan obtener réditos materiales de haber humillado al contrario, en el plano espiritual, el que sale ganando, es el que se ha humillado. Últimamente los enemigos de la Iglesia, instigados, por el demonio, que es quien está detrás, se han enzarzado en una campaña para que la Iglesia pidiese perdón por los miembros de ella que hubiesen incurrido en pederastia, que es un tema en que la opinión pública se encuentra muy sensibilizada. El papa Francisco públicamente ha pedido perdón y se puede garantizar que más ha ganado en bienes espirituales el gesto de humildad del papa, que lo que haya llegado a cosechar satanás con sus instigaciones e instigados a sus órdenes.

            En la época del Señor, los judíos murmuraban contra Él, porque se atribuía la capacidad de perdonar. ¡Quién es este, para decir que puede perdonar los pecados de los hombres! decían los escribas y fariseos. Así San Mateo nos recoge este pasaje evangélico, diciéndonos: “1 Subió luego a la barca, y, haciendo la travesía, llego a su ciudad. 2 Le presentaron un paralítico acostado en su lecho, y viendo Jesús la fe de aquellos hombres, dijo al paralítico: Confía, hijo; tus pecados te son perdonados. 3 Algunos escribas dijeron dentro de sí: Este blasfema. 4 Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: ¿Porque pensáis mal en vuestros corazones? 5 ¿Que es más fácil, decir “Tus pecados te son perdonados”, o decir “Levántate y anda"?. 6 Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene sobra la tierra poder de perdonar los pecados, dijo al paralítico: Levántate, toma tu lecho y vete a casa. 7 El, levantándose fuese a su casa. 8 Viendo esto, las muchedumbres quedaron sobrecogidas de temor y glorificaban a Dios de haber dado tal poder a los hombres”. (Mt 9,1-8).

            Desde luego que el hombre no puede perdonar los pecados, pero como dice Fulton Sheen, Dios puede perdonar los pecados a través de los hombres: 21 Jesús les dijo de nuevo: ¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también les envío a ustedes 22 Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió. Reciban al Espíritu Santo. 23 Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”. (20,21-23). No debemos de olvidar que previo al perdón para que este, sea donado, se requiere un arrepentimiento y lo requieren no solo los pecados mortales sino también los veniales. Sin arrepentimiento Dios no otorga perdón. Y continua escribiendo el arzobispo Sheen: “Lo peor que hay en el mundo no es el pecado, sino la negación de este que hace la falsa conciencia. Porque tal actitud hace que el perdón sea imposible. El pecado imperdonable, es la negación del pecado”…. Una persona puede negar el pecado pero nunca escapa a su efectos”.

            El problema actual siempre creo que ha debido de existir, aunque no con tanta extensión como existe hoy en día, es la pérdida del sentido del pecado. Ya San Juan escribía en su evangelio: "8 Si decimos: No tenemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. 9 Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia. 10 Si decimos: No hemos pecado, le hacemos mentiroso y su Palabra no está en nosotros”.(1Jn 1,8-10).

            Slawomir Biela escribe a este respecto diciendo: “Deformo cada vez más mi conciencia, porque cuando actúo mal me convenzo de que no he hecho mal alguno y encuentro cientos de argumentos para justificarme, Con el tiempo la conciencia deformada lava mis suciedades, de manera tan hábil que ya casi ni siquiera se ven. Por eso no percibo la resistencia tan grande que opongo a la gracia. En este proceso que se realiza de forma gradual e imperceptible construyo el pedestal ficticio de mi propia irreprochabilidad. De este modo comienzo, al final, a creerme de verdad que estoy muy bien y que si todavía me falta algo para llegar a la perfección, dentro de poco tiempo seguramente lo alcanzaré. Progresivamente va desapareciendo de mi vida el Padre misericordioso que me ama. ¡Pero que me ama siendo yo pecador! En su lugar aparece en mi mente una imagen falsa de Dios que me sugiere inconscientemente, que me ama por mis méritos y mis esfuerzos. Y así me adentro cada vez más por el camino del hijo mayor hermano del hijo pródigo, camino que cierra la conciencia del hombre a la verdad de la Redención”.

            Si pensamos en estas palabras de Slawomir Biela, nos damos cuenta que en este proceso de pérdida del sentido el pecado, estamos todos incurriendo y lo peor es que no somos conscientes de ello. Nuestro gran defecto es la soberbia madre de todos los vicios. Nadie puede decir, yo seré otra cosa pero no soy soberbio y no se da cuenta que declarando esta afirmación está negando lo que afirma. Más o menos, todos somos soberbios de la misma forma que somos pecadores, nadie puede decir: Yo no soy pecador, en mi vida he cometido ni n lev pecado.

La soberbia es un reptil tan venenoso y astuto, que como tal se parece a su padre la gran serpiente del Apocalipsis que es el demonio. Este reptil, astutamente revistiéndose con ropajes de que hay que auto superarse en nuestras tareas, nos suprime toda humildad y nos monta en el pedestal de creernos que somos el mejor o al menos de los mejores. Nos hace creer, que todo nos lo merecemos, porque valemos mucho y así se instala en nuestras almas destrozándolas en su relación con el Señor.

En la medida en la que el proceso de aumento de nuestra soberbia avanza, nos creemos capaces de todo incluso en el orden espiritual y en nuestras relaciones con Dios, del cual nos creemos que no s necesitamos su ayuda, se nos olvidan su palabras: El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada. “6 El que no permanece en mí es echado fuera, como el sarmiento, y se seca, y los amontonan y los arrojan al fuego para que ardan. 7 Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que quisiereis y se os dará”. (Jn 15,6-7).

            Frente a la soberbia solo hay un antídoto que se llama humildad: “Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras almas, pues mi yugo es blando y mi carga ligera”. (Mt 11,29). La humildad es el gran remedio que nos indica el Señor y si queremos seguir el camino de su imitación, que es lo que hemos de seguir, hemos de buscar y amar la humildad, porque: “12* El que se ensalzare será humillado, y el que se humille será ensalzado”. (Mt 23,12). Santiago apóstol en su epístola nos dice: “Dios, da su gracia a los humildes y resiste a los soberbios”. (St 4,6).

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga

Juan del Carmelo

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