Tenía una malformación
cráneo-encefálica.
Josep y
Marta relatan en un emocionante testimonio la historia de su hijo Ignasi, que
nació con una malformación cráneo-encefálica. Nació y vivió 40 minutos, fue
bautizado y pudo estar con su hermanito y su familia. "Nuestro hijo era
precioso, era perfecto", cuentan sus padres.
“Cada uno tenemos una misión, más
corta o más larga, pero siempre en manos de Dios. Ignasi tuvo una misión corta: una vida de ocho meses”, los que
duró “un embarazo lleno de amor y completamente intenso”. El testimonio de sus
padres, leído por la doctora Ana Martín Ancel, de la Unidad de Neonatología del
hospital Sant Joan de Déu, de Barcelona, recibió el aplauso más largo del
seminario internacional organizado, en Madrid, por Acción Mundial de
Parlamentarios y Gobernantes por la Vida y la Familia.
ESTE ES EL TESTIMONIO ÍNTEGRO
OFRECIDO POR SUS PADRES:
Teníamos la visita de las 12
semanas de gestación, y en nuestra cabeza solamente había lugar para la ilusión
de un segundo hijo. La doctora nos dijo: “Vuestro bebé viene con una malformación cráneo-encefálica por la
que no podrá sobrevivir”. En ningún momento nos sugirió que abortáramos, pero
nos explicó todos los aspectos negativos, y que además implicaba un riesgo para
la mamá. Podía parecer que el camino más lógico era detener el embarazo.
Nosotros no nos planteamos el
aborto. Pero en el momento de darnos la noticia, tuvimos dudas. Pasada una
semana (cuando teníamos cita para una segunda ecografía), teníamos claro que no
abortaríamos, aunque con muchos miedos. Para nosotros, el apoyo de la familia y la comunidad parroquial -somos cristianos
practicantes- fue fundamental. Al confirmarnos la noticia se nos vino el
mundo abajo. No obstante, decidimos seguir, ya que es un hijo como cualquier
otro.
Los médicos nos ofrecían hablar
con pediatras de neonatología, y otros médicos para el apoyo psicológico. Vimos
cómo nos mimaban, ya para nosotros eran momentos muy intensos. Teníamos una
visita cada mes, y era cuando veíamos cómo Ignasi se movía e iba creciendo. Nos
alegrábamos muchísimo.
CADA DÍA,
UN BESO DE BUENAS NOCHES
Nos planteamos un embarazo más
intenso y diferente. Era un tiempo con este hijo, un tiempo corto pero para
disfrutarlo. Todo lo que hacíamos era con él: si íbamos al cine, o al parque,
contábamos siempre con cuatro. Le cantábamos canciones. Nuestro primer hijo le
daba cada noche un beso de buenas noches... Le explicamos que “mamá está
esperando a un bebé, que está malito, y que cuando nazca, se irá al cielo
directamente”. Él, mejor que nosotros,
lo encajó perfectamente.
Compramos
dos vestidos para Ignasi: uno para cuando naciera, y otro
para la mortaja. De este modo, el que tuvo puesto durante sus pocos minutos de
vida ahora lo tenemos como único recuerdo. Se trata de un pelele blanco, el
color de los ángeles.
El día 28 de diciembre, tuve una
gran pérdida de sangre, que nos hizo preparar la maleta, y poner los vestidos,
un muñeco para Ignasi, y agua del Jordán para bautizarlo. Fueron momentos muy
duros, ya que sentíamos qué significaba: Ignasi se iba. El parto fue estupendo. Ignasi lo hizo todo, nació y rompió todo
pronóstico médico. La comadrona y la anestesista fueron estupendas: en
el momento de nacer, se lo llevaron al box contiguo, para ponerle un gorro y
evitar que nos quedáramos con la imagen de la malformación. Además, la
comadrona fue muy rápida, y ese momento no se nos hizo largo. Se lo agradecemos
mucho.
LE COGIÓ EL DEDO A SU PADRE
LE COGIÓ EL DEDO A SU PADRE
Nació vivo, y duró 40 minutos.
Josep lo bautizó. Le cantamos una canción, le explicamos todo lo que le
habíamos querido, le dijimos que ahora él tenía mucho trabajo, ya que, desde el
cielo, tenía que cuidarnos. Tenemos que
decir que era precioso, que era perfecto. Ignasi cogió el dedo a su padre.
Es un sentimiento difícil de explicar, como si nos agradeciera que no
decidiéramos abortarlo, y nos dijera que él también nos quería y que siempre
estaría con nosotros. En ese box, notamos una gran intensidad de amor.
Estábamos como en una nube, disfrutando de esos últimos momentos, hasta que se
murió en brazos de su madre.
Una vez se murió, nos trasladaron
a una habitación, y en este momento estábamos muy tranquilos. Nos dejaron tres horas para velarlo,
junto con nuestros padres, hermanos, nuestro primer hijo (que tenía dos años y
medio), y un sacerdote amigo.
Por un error burocrático, pudimos inscribirlo en el libro de familia,
lo que para nosotros también fue un regalo. El entierro fue el 30 de diciembre,
día de la Sagrada Familia. Todas las fechas fueron para nosotros muy
significativas, vimos que nada es por casualidad. Tenemos un sitio donde
sabemos que está el cuerpo de Ignasi, y donde podemos rezar.
Hemos vivido y todavía vivimos un
tiempo de duelo, que no ha sido nada fácil. No hay ni un día en que no nos
acordemos de él. Nuestro hijo mayor nos
ha ayudado mucho. Su alegría, su naturalidad, su madurez en este aspecto,
nos ha consolado en muchas ocasiones. Tenemos un tercer hijo [de un año]. El
mayor siempre dice que tiene un hermano en el cielo, y otro aquí.
Cada uno
tenemos una misión, que a veces no entendemos y que puede ser más corta o más
larga, pero siempre en manos de Dios. Ignasi tuvo una misión corta: una vida de
8 meses. El embarazo fue lleno de amor y completamente intenso. Teníamos que
aprovechar todo el tiempo que Dios nos concedía la compañía de esta vida tan
hermosa. Estamos convencidos de que
tenemos un ángel en el cielo y que nosotros hemos tenido la suerte de
estar con él: se llama Ignasi.
No hay comentarios:
Publicar un comentario