El santo padre Francisco se ha
asomado a las 12.00 a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano
para recitar el ángelus con los fieles y peregrinos, cubiertos por paraguas
para protegerse de la lluvia, reunidos en la plaza de san Pedro para rezar
juntos la oración mariana.
Estas son las palabras del Papa
para introducir en ángelus:
Queridos hermanos y hermanas, en
este domingo, el Evangelio nos presenta el milagro de la multiplicación de los
panes y de los peces. Jesús lo hizo en el lago de Galilea, en un lugar aislado
donde se había retirado con sus discípulos después de enterarse de la muerte de
Juan Bautista. Pero muchas personas le siguieron y le alcanzaron; y Jesús,
viéndoles, sintió compasión y curó enfermos hasta la noche. Entonces, los discípulos
preocupados porque era tarde, le dijeron que despidiera a la multitud para que
pudieran ir a los pueblos y comprase comida. Pero Jesús, tranquilamente
respondió: "Dadles vosotros de comer"; y le dieron cinco panes y dos
peces, los bendijo, y comenzó a partirlos y darlos a los discípulos, que los
distribuyeron entre la gente. ¡Todos comieron hasta saciarse y aún así sobró!
En este acontecimiento podemos
acoger tres mensajes. El primero es la compasión. Frente a la multitud que lo
sigue y -por así decir- 'no lo deja en paz', Jesús no actúa con irritación, no
dice 'esta gente me molesta'. Sino que siente compasión, porque sabe que no lo
buscan por curiosidad, sino por necesidad. Estemos atentos, compasión es lo que
siente Jesús. No es simplemente sentir piedad, es más, significa misericordia,
es decir, identificarse con el sufrimiento del otro, al punto de cargarlo en sí
mismo. Así es Jesús, sufre junto a nosotros, sufre con nosotros, sufre por
nosotros.
Y el signo de esta compasión son
las numerosas curaciones que hace. Jesús nos enseña a anteponer las necesidades
de los pobres a las nuestras. Nuestras exigencias, aún legítimas, no serán
nunca tan urgentes como las de los pobres, que no tienen lo necesario para
vivir. Nosotros hablamos a menudo de los pobres, pero cuando hablamos de los
pobres ¿sentimos a ese hombre, esa mujer, ese niño que no tienen lo necesario
para vivir? No tienen para comer, no tienen para vestirse, no tienen la
posibilidad de medicinas, también los niños que no pueden ir al colegio. Es por
esto que nuestras exigencias, aún legítimas, no serán nunca tan urgentes como
la de los pobres que no tienen lo necesario para vivir.
El segundo mensaje es el
compartir. Primero la compasión, lo que sentía Jesús y después el compartir. Es
útil comparar la reacción de los discípulos, frente a la gente cansada y
hambrienta, con la de Jesús. Son distintas. Los discípulos piensan que lo mejor
es despedirse, para que puedan ir a buscar para comer. Jesús sin embargo dice:
dadles vosotros de comer. Dos reacciones diferentes, que reflejan dos lógicas
opuestas: los discípulos razonan según el mundo, por lo que cada uno debe
pensar en sí mismo. Reaccionan como si dijeran 'arreglároslas solos'. Jesús
razona según la lógica de Dios, la del compartir. ¿Cuántas veces nosotros nos
giramos hacia otro lado, para no ver a los hermanos necesitados? Y este mirar a
otra parte, es una forma educada de decir en muchas cosas 'arreglároslas
solos'. Y esto no es de Jesús. Es egoísta. Si hubiera despedido a la gente,
muchas personas se habrían quedado sin comer. Sin embargo esos pocos panes y
peces, compartidos y bendecidos por Dios, bastaron para todos. Atención: ¡no es
magia, es un 'signo'! Un signo que invita a tener fe en Dios, Padre providente,
que no permite que nos falte nuestro "pan de cada día", ¡si nosotros
sabemos compartirlo como hermanos! Compasión, compartir. El tercer mensaje: el
prodigio de los panes preanuncia la Eucaristía. Se ve en el gesto de Jesús que
"recitó la bendición" antes de partir los panes y darlos a la
multitud. Es el mismo gesto que Jesús hará en la Última Cena, cuando instituyó
el memorial perpetuo de su Sacrificio redentor. En la Eucaristía Jesús no da un
pan, sino el pan de la vida eterna, se dona a Sí mismo, ofreciéndose al Padre
por amor a nosotros. Pero nosotros, debemos ir a la eucaristía con esos
sentimientos de Jesús, la compasión. Y con ese deseo de Jesús, compartir. Quien
va a la eucaristía sin tener compasión de los necesitados y sin compartir, no
se encuentra bien con Jesús.
Compasión, compartir, Eucaristía.
Este es el camino que Jesús nos indica en este Evangelio. Un camino que nos
lleva a afrontar con fraternidad las necesidades de este mundo, pero que nos
conduce más allá de este mundo, porque sale de Dios y vuelve a Él. La Virgen María,
Madre de la divina Providencia, nos acompañe en este camino.
Traducido por Rocío Lancho García
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