La oración es la elevación del espíritu hacia Dios. Se puede orar de muchas maneras, en silencio, con cantos, con trabajo, con acciones. El rezo puede considerarse como la oración vocal.
La
oración es una elevación voluntaria de nuestro espíritu hacia Dios. Es una
búsqueda de Dios para alabarlo, darle gracias o pedirle ayuda. La oración nos
comunica con Dios y nos dispone a una actitud de humildad ante la omnipotencia,
justicia y bondad de Dios.
En
simples términos, orar es comunicarse con Dios para expresarle nuestras
gracias, necesidades o sentimientos y pensamientos. Es por ello que la oración
es diálogo y contemplación. Este diálogo se puede realizar de diferentes
formas: con cantos, en silencio o incluso con poesía.
La
oración que se realiza de modo especialmente oral se llama rezo. Es así que
rezar no es otra cosa que orar en voz alta. Pareciera que la oración y el rezo
son opuestos, pues se podría pensar que la oración mental silenciosa vale más
que el rezo vocal. Sin embargo ambas tienen su importancia según las
circunstancias, los lugares y los tiempos de la oración.
ORACIÓN
SILENCIOSA Y REZO EN VOZ ALTA
La
oración en silencio nos dispone a tener un ejercicio espiritual con el que
busquemos a Dios en la reflexión. Durante la oración no sólo repetimos fórmulas
mentales, sino que meditamos sobre Dios, su actuar y su amar. Con la oración
entramos en una relación íntima con Dios a través de la contemplación de
Cristo. En este sentido, un corazón habla a otro corazón en la oración
contemplativa.
Siempre
es recomendable tener un rato de oración contemplativa y amorosa con Dios. En
este diálogo espiritual podemos encontrarnos con un Dios personal, que entiende
nuestras necesidades y está presente en el silencio para escucharnos, y luego,
hablar en la tranquilidad de la mente por medio del estudio de la Sagrada
Escritura.
Por otra
parte, la oración vocal, o el rezo, puede contribuir a la unión de una
comunidad o la expresión grupal de agradecimiento o petición. Por ejemplo, una
comunidad parroquial no podría encontrar una comunión en la oración si los
fieles siempre oraran en silencio. Sin embargo, si se reza en voz alta se puede
crear un ambiente de común presencia ante Dios.
Con un
simple ejercicio de imaginación podemos diferenciar los momentos en los que son
adecuados la oración en silencio o el rezo en voz alta. Siempre hay que tomar
en cuenta que la oración, como sea que se haga, agrada a Dios. Sin embargo, hay
que estar dispuestos a aprender a orar y pedir lo necesario. Dios, como Padre
bueno, sabe lo que nos hace falta. Dios, como Padre proveedor, dará los
diferentes bienes a su tiempo.
Gabriel González
Nares
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