Los que rezamos el oficio divino
cada día, tenemos que buscar medios para renovar el entusiasmo de este tiempo
de oración. Hoy he rezado la hora nona y el oficio de lecturas paseando por mi
casa. La configuración de mi pequeño piso de dos habitaciones permite
recorrerlo formando un círculo. Antes de comenzar el oficio me he vestido con
mi sotana y me he colocado la estola de mi ordenación. Como es agosto, pensé
que iba a pasar mucho calor con mi hábito talar, pero no, no he pasado nada de
calor.
Mientras escuchaba los salmos y
las plegarias, tenía de fondo, muy bajito, cantos gregorianos de la abadía de
Silos. Cada vez que comenzaba un nuevo salmo, me santiguaba con agua bendita de
un bonito recipiente que tenía sobre la mesa. Lo hacía pidiendo al Señor que me
purificara. Hoy es viernes y es un día penitencial.
Sin salir de la concentración del
salmo que escuchaba, me hacía la señal de la cruz en la frente, el corazón y
los labios con esa agua sagrada.
Con todas estas cosas, he rezado de forma mucho más devota que otros
días. He compartido esto con vosotros, porque hay sacerdotes que leerán esto y
les puede servir para hacer ellos otras cosas (no necesariamente las que digo)
que les lleven a rezar las horas canónicas con renovada devoción.
P.
FORTEA
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