Un insistente (y un tanto
impaciente) preguntador me formuló una pregunta en relación a un artículo que
escribí en el blog. Ahora que por fin he tenido tiempo, he podido escribirle
una respuesta que publico.
Pregunta: Aunque la ciencia no lo
sabe todo, ni lo sabrá nunca, todo el mundo está de acuerdo en que en nuestro
mundo de aquí abajo existen ciertas leyes (la gravedad, por ejemplo) que se
cumplen a rajatabla (y cuando no se cumplen, como en los agujeros negros, es de
formas natural). Estas leyes las puso Dios aquí al crear el universo. Un
milagro exige detener esas leyes divinas. ¿Hace esto Dios? Sabemos que en las
catástrofes naturales, donde mueren miles de criaturas en circunstancias dramáticas,
Dios nunca ha intervenido. ¿Entonces?
Respuesta: Según la doctrina de
la Iglesia, Dios ha dotado al mundo creado de unas leyes naturales que siguen
un principio de causalidad, y por las cuales se desarrolla el proceso de la
naturaleza. Esas leyes rigen el destino del universo de un modo físico y
causal, si bien la teología nos enseña también que Dios no es simplemente un
gran relojero, como dirían los masones y deístas, sino que hay una creación
continua en la que Dios conserva en el ser lo creado, que si no existiese en
Él, dejaría de existir. Así, la antropología teológica no habla sólo de
creación, sino también de conservación en el ser.
Pues bien, los milagros suceden
porque Dios, el creador de las leyes de la naturaleza, no está sujeto a ellas,
sino que puede, como omnipotente que es, alterarlas. Es necesario comprender
esto bien. Las leyes de la lógica filosófica nos muestran cómo es de hecho el
ser, y por lo tanto, expresan el mismo ser del ente; por lo cual, Dios es
necesariamente congruente con la lógica, ya que expresa el ser mismo. Una
lógica ilógica expresaría que lo que es no es. El principio lógico por
antonomasia es el principio de no contradicción: algo no puede ser y no ser al
mismo tiempo y en el mismo sentido. Por eso, Dios no puede saltarse las leyes
de la lógica ontológica: porque es expresión del mismo ser. Es por eso que Dios
no puede hacer un círculo cuadrado, o por lo que no puede hacer una Roca tan
pesada que no pueda levantarla ni Él mismo. Porque el círculo es por esencia
no-cuadrado, y una Roca no es por esencia inlevantable.
Esto sin embargo, no afecta a las
leyes de la naturaleza, puestas por Dios en congruencia con la esencia lógica
del ser, y que sin embargo no atan a la voluntad divina que, omnipotente, puede
alterar esas leyes. Puede hacer que una virgen conciba, que un ciego vea y que
un muerto resucite. Esas acciones no son ilógicas, puesto que responden a la
lógica del poder creador de Dios sobre la naturaleza, y sin embargo escapan a la
lógica meramente natural. Por ello la teología nos habla de un doble orden,
natural y sobrenatural, mutuamente interrelacionados, en ningún caso
contradictorios, pero también mutuamente irreductibles. Sin embargo, no hemos
de olvidar en el milagro el carácter que tiene de “signo”. De hecho el
evangelista San Juan habla de “semeia”, que no son milagros, sino signos. Para
este evangelista, como para la tradición cristiana, los milagros no son trucos
de magia que Dios hace para que nos divirtamos (como le pidió Herodes a Jesús),
sino que son signos que estimulan la fe, y al mismo tiempo la presuponen. Por
eso Dios no hace milagros azarosos; esto sería ilógico, en tanto sería caótico:
que unas veces Dios hiciera cosas milagrosas porque sí, y otras no. Dios no se
salta las leyes de la naturaleza, a no ser que ese signo siga a un acto de fe y
conduzca así mismo a la fe. Nuestro preguntador se cuestiona por qué Dios no se
salta las leyes de la naturaleza ante una catástrofe natural. Las catástrofes
naturales se siguen del desorden natural que el pecado del hombre ha
introducido en la naturaleza, que ya no está en armonía y comunión con el
hombre, porque éste perdió voluntariamente la armonía y comunión con Dios. Son
un misterio, que sin embargo no escapa, misteriosamente, a la providencia
divina. Pero si Dios hiciera un milagro deteniendo una catástrofe natural, éste
milagro perdería su carácter de signo sobrenatural que sigue a la fe del
hombre, y al mismo tiempo la estimula. En el Evangelio leemos en muchas ocasiones
que es la fe del que pide la que obtiene el milagro, a veces incluso ante la
ignorancia del mismo Jesús, como vemos en el episodio de la hemorroísa. De San
Gregorio Taumaturgo se cuenta que con su fe cambió el curso de un río, y
también que desecó un estanque con su palabra. Elías hizo que no lloviese
durante tres años y seis meses, y el mismo Jesús domeñó la tempestad. La fe
tiene poder incluso sobre los fenómenos naturales, pero añado una vez más, en
tanto signo, y no en tanto truco de magia sobrenatural.
Así pues,
resumiendo, Dios, creador de las leyes naturales, sujeto a la lógica del ser,
tiene poder para alterar dichas leyes en atención a la salvación del hombre, y
puede obrar un signo movido por la fe y moviendo a la fe; lo cual no afecta a
las catástrofes naturales, que siguen un curso de leyes físicas en una
naturaleza caída a causa del pecado original, ya que una alteración de las
leyes físicas en ese caso no podría ser tenida como un signo milagroso que
siguiese a la fe.
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