De varias formas Dios habla al hombre… Desde luego una cosa es hablar y
otra relacionarse. El lenguaje es para nosotros la forma más directa y usual de
relacionarnos, pero existen otras varias, que con más o menos fuerza expresiva
las usamos para relacionarnos o indicar algo. Por ejemplo si estamos en una
reunión y el marido mete la pata en algo que está diciendo, su mujer silenciosa
y sin que nadie la vea le pega un pellizco, o un pisotón por debajo a su
marido, el cual si es medianamente inteligente se callará y desviara la
conversación por otros cauces. ¡Claro! Que también los hay, con ganas de
pelearse con su mujer y públicamente dirá: porque me pellizcas si lo que digo
es verdad y todo el mundo lo sabe.
Aparte del pisotón o el
pellizco de su mujer, también cualquier gesto de cara es expresivo de una
situación de agrado o desagrado. Pero aparte de las manifestaciones corporales,
la palabra para nosotros, es la reina de la comunicación y el mejor medio para
relacionarse, porque el hombre es un ser social. En otros casos también tenemos
la escritura. Y como medios más complicados y sofisticados tenemos las bellas
artes, sea pintura, música, danza o baile, escultura etc… En estos casos el
artista siempre desea decirle algo al que contempla su obra. Solo con la
escritura y algunas obras de arte se podía establece una comunicación con la
generaciones venideras, ahora con la moderna tecnología, nuestra voz y nuestra
imagen pueden pasar a la posteridad, cosa que para muchos es muy importante.
Personalmente para mí me preocupan más las cosas que me van a afectar, en mi
futura eterna casa, fuera de este mundo, que lo que a este mundo le va a
afectar en el futuro. Eso solo Dios lo sabe.
Dios emplea con
nosotros para comunicarse los tres medios a los que hemos aludido. La voz, la
escritura y su obra creada que es el universo y todo lo que sea materia. De
estas tres formas Dios se ha relacionado con nosotros y se sigue relacionando.
Con una voz humana, para ser escuchada por oídos corporales materiales lo
realizó dos veces públicamente; particularmente y a determinas personas, santas
en general, puede ser que les haya hablado pero más a los oídos espirituales de
su alma que a los materiales de su cuerpo
Las dos veces en que en las que Dios nos habló a los oídos materiales de
nuestro cuerpo, se relacionan en los evangelios, una en el Jordán cuando su
Hijo se bautizó y la segunda en el Monte Thabor, cuando se realizó la
transfiguración de su hijo. En ambas ocasiones, quizás con distintas palabras,
Dios nos hizo la misma recomendación. Veamos: “13 Vino Jesús de Galilea al Jordán y se presentó a Juan para
ser bautizado por él. 14 Juan se oponía, diciendo: Soy yo quien debe ser por ti
bautizado, ¿vienes tú a mí? 15 Pero Jesús le respondió: Déjame hacer ahora,
pues conviene que cumplamos toda justicia. Entonces Juan se lo permitió. 16
Bautizado Jesús, salió luego del agua; y vio al Espíritu de Dios descender como
paloma y venir sobre el, 17 mientras una voz del cielo decía: “Este es mi hijo
amado, en quien tengo mis complacencias". (Mt 3,13-17).
También en el Thabor, habló el Señor y nos dejó dicho: "1
Seis días después tomo Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan, su hermano, y los
llevo aparte, a un monte alto. 2 Y se transfiguro ante ellos; brillo su rostro
como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. 3 Y se les
aparecieron Moisés y Elías hablando con El. 4 Tomando Pedro la palabra, dijo a
Jesús: Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, haré aquí tres tiendas, una
para ti, una para Moisés, y otra para Elías. 5 Aun estaba el hablando, cuando
los cubrió una nube resplandeciente, y salió de la nube una voz que decía: Este
es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacencia; escuchadle. 6 Al oírla, los
discípulos cayeron sobre su rostro sobrecogidos de gran temor. 7 Jesús se
acercó, y tocándolos dijo: Levantaos, no temáis. 8 Alzando ellos los ojos, no
vieron a nadie, sino solo a Jesús. 9 Al bajar del monte les mando Jesús,
diciendo: No deis a conocer a nadie esta visión hasta que el Hijo del hombre
resucite de entre los muertos”. (Mt 17,1-9). Sobre este pasaje
evangélico, en su forma o lugar donde ocurrió, hay algunas discrepancias, pues
tradicionalmente se ha considerado siempre que la transfiguración del Señor,
fue en el Monte Thabor, pero los evangelios, solo mencionan un monte alto,
El Thabor solo tiene 562 metros de altura, y el Monte Hermón con sus
2.759 metros de altitud fue donde, se encontraba el Señor con sus discípulos
seis días antes, según nos indica San Mateo, pues allí en Cesárea de Filipo,
acaeció algo muy importante que fue la designación de San Pedro como primado de
la Iglesia. No había tiempo suficiente con seis días para ir a pie desde el
Hermón al Thabor, aunque quizás fuese posible hacerlo.
Sobre la transfiguración en el Thabor escribe Fultón Sheen, diciendo: “No
se trataba de la plena manifestación de la divinidad, que ningún hombre podía
contemplar sobre la tierra, ni tampoco era su cuerpo glorificado, puesto que
aún no había resucitado de entre los muertos, pero poseía una propiedad de
gloria”. Este pasaje de la Transfiguración, es de la suficiente
importancia, como para que le dediquemos más adelante, más de una sola glosa.
El modo inicial en que Dios nos habló y empezamos a relacionarnos con
Él, fue por medio de las maravillas de su creación. Desde siempre sabemos que
esto no se generó de la nada sino que siempre hay un punto inicial a partir del
cual todo se desarrolla conforme a unas leyes que también son de creación
diciba. La contemplación de lo que vemos en este mundo nos asombra y nos llena
de gozo, en el pensamiento de que cómo será Él que hizo todo. San Agustín nos
decía: ¿Por qué nos aferramos a lo que aquí vemos, cuando podemos llegar a la
posesión de su Creador, que es lo realmente importante?
La palabra escrita, es el medio más extendido y más eficiente que
tenemos, para escuchar la palabra de Dios, para saber: Quien es Dios, cómo es
Dios, porque nos creó, que es el amor y un sinfín de preguntas a las que nunca
hemos encontrado una respuesta contundente. Existen otra clase de preguntas que
toda persona que nace se hace; son las llamadas preguntas “Transcendentes”:
¿Quién me creó? ¿Que he de hacer yo aquí? ¿Por qué he morir? Etc… El texto
fundamental nuestro es La Biblia, dónde podemos encontrar las revelaciones
divinas.
Para el cristiano es fundamental la lectura espiritual, ya que ella es
el medio más directo que Dios tiene para hablarnos. Existen otros medios de
comunicación de Dios con nosotros, pero no son medios directos como los aquí ya
expuestos, sino medios indirectos y personalizados, entre estos tenemos los
infortunios y desgracias, que aunque no lo comprendamos Dios nos lo proporciona
para nuestro bien. Están también las mociones, inspiraciones y gracias divinas
recibidas, que muchas veces generan en nosotros situaciones de conductas, que
no las comprendemos,
También tenemos, el seguimiento de la Liturgia de las Horas antiguo
Oficio divino, que mantiene vivo en el que lo practica su amor inquebrantable a
Dios. Y también la escritura espiritual, porque se puede rezar leyendo y
escribiendo, sobre todo a los que Dios les haya entregado el don de la
versificación, si lo practican en referencia a Dios o a María nuestra Madre, no
serán nunca conscientes de la cuantía de las gracias que van a obtener.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de
que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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