En nuestra vida espiritual.., el amor a Dios es el todo, cuanto más
amemos a Dios, mayor y más perfecta será nuestra vida espiritual, y para aquel
que quiera avanzar en su vida espiritual y subsiguientemente amar más a Dios,
han de tenerse presente varias consideraciones. La primera de ellas es la de
cada alma es un caso distinto.
Como expresión de su inmensidad y su grandeza, Dios nos ha creado a
todos diferentes unos de otros, no hay más que salir a la calle y mirar a la
gente y no encontraremos ni dos caras ni dos cuerpos iguales, pero la variedad
no es sólo en relación a la cara y al cuerpo, sino que afecta también a
nuestros órganos interiores y a la genética y a todo nuestro ser en general
.Pero no acaba en nuestro cuerpo la diferencia sino también a nuestra alma y a
las manifestaciones síquicas de esta.
Por todo ello las conductas humanas también son distintas y cada una de
ellas, reacciona de distinta forma ante un mismo contratiempo o un hecho gozoso
u otro luctuoso Decididamente nadie tiene un clon personal. Y esto determina,
que en el orden de nuestro espíritu, no tenemos reglas concretas de actuación
especiales para cada uno de nosotros en el camino que hemos de seguir para
avanzar hacia Dios.
En relación con la edad que tengamos cuando nos sintamos llamados por el
Señor, es importante aquí la parábola de los trabajadores enviados a la viña.
(Mt 20,1-16). Personalmente fui llamado tarde a trabajar en la viña, pero ahora
que llevo ya bastantes años vendimiando y he comprendido que tengamos la edad
que tengamos, siempre estamos a tiempo, nunca es tarde para nadie. A nuestro
cuerpo le obsesiona el paso del tiempo, porque él es materia pura y sabe perfectamente
que tarde o temprano fenecerá como es el destino de toda materia, su
corruptibilidad.
Es por ello que para toda persona que tiene una parte de cuerpo material
y otra de alma espiritual, tenga siempre muy presente, supeditar todo al
tiempo, porque vivimos con el dogal del tiempo, puesto en nuestro cuello.
Pero tan bien somos alma espiritual, y ella como todo lo que es del
orden del espíritu, es siempre joven, su lozanía nunca decae es eterna, y
cuanto más intensa es nuestra vida espiritual más amamos al Señor, más bella,
joven y lozana es nuestra alma, aunque tengamos ya pasados los noventa años.
Desde que Dios
la creo, nuestra alma vive en la eternidad del tiempo, para ella lo importante
es el amor, es amar y ser amada, no preocuparse del tiempo, porque todo
espíritu es eterno y el tiempo es inexistente para ella, como lo es para Dios,
que Él es amor y solo amor (1Jn 4,16).
Para Él lo importante es el amor y que le amemos. Por ello aunque
lleguemos tarde a la viña, nuestro jornal se nos pagará multiplicando la
cuantía del amor, con el que ahora nosotros, nos entreguemos a Él, sea la
entrega pronto o tarde a lo largo de nuestra vida. En general, con el
derrumbamiento de la materia de nuestro cuerpo, nuestra alma que pertenece a un
orden superior, y que se ha pasado años viviendo sojuzgada por los deseos y
apetencia del cuerpo, con la senectud, ella que siempre ha sido y será joven en
su eternidad, saca pecho y toma las riendas del gobierno de la persona. Es por
ello que en general la persona que va teniendo más años, se va volviendo más
piadosa.
Pero desgraciadamente hay personas que con noventa años cumplidos y aún
más siguen obsesionadas con el sexo, que ya hace tiempo que dejó de ser real
para él y ahora sigue ofendiendo a Dios en esta materia solo con la
imaginación. Son casos desgraciados que tal vez tarden más años que los demás,
en madurar espiritualmente
Como antes escribíamos,
todos somos diferentes y no se pueden dar reglas concretas sino reglas de
carácter general, pero como regla general hay que considerar que el nivel de
vida espiritual lo tiene aquel que más ama y más se ha entregado al amor de
Dios y claro está la pregunta nace enseguida. ¿Y esto como se logra esto? La
contestación clásica es la de decir, que con la oración y los sacramentos, y
desde luego así es. Pero a esta respuesta hay que añadir algo muy importante y
es saber aprovechar los frutos espirituales que nos proporcionan la oración y
los sacramentos.
Podemos ir a misa
diariamente, comulgar diariamente, rezar el rosario diariamente, hacer lectura
espiritual diariamente, orar vocal y mentalmente diariamente, confesarse uno
con frecuencia, pero si no ponemos el alma y luchamos para no distraernos,
pocos frutos obtendremos. Hay que amar y entregarnos a lo que hacemos, pues si
no ponemos el alma, en lo que hacemos para amar a Cristo, los frutos de amor y
santidad que obtengamos serán pobres y escasos. Si no ponemos nuestra mente en
el Señor, no obtendremos los frutos y gracias espirituales, que este plan de
vida, teóricamente nos ha de proporcionarnos.
Hay una buena
recomendación a tener presente y me refiero al amor al crucifijo. Mi consejo es
que coja un crucifijo en su mano, y pase la mayor cantidad de tiempo posible,
empezando por periodos cortos, mirando el crucifijo y hablándole mentalmente en
voz baja al Señor, terminará enamorándose de Él. Como decía Tiepolo: “Quien no
se enamora de Dios contemplando a Jesús crucificado, no se enamorara jamás”.
Existe una experiencia privilegia que nos relata San Juan Damasceno, que dice que: “que a fuerza de mirar el rostro de Cristo
con los ojos del cuerpo, en una imagen o en el crucifijo, se termina viéndole
con los ojos del corazón: “Por medio de mis ojos carnales que miran el icono,
mi vista espiritual se sumerge en el misterio de la encarnación”.
Desde luego, que si lo
que hacemos es contemplar constantemente un sagrario, el resultado será llegar
a alcanzar el don de la contemplación, pero en este mundo en que vivimos, so
pena de recluirnos en un desierto o una cartuja no es fácil, llegar a la
contemplación, aunque no imposible, so pena de que Dios no disponga otra cosa.
Como lo ideal no siempre está a nuestro alcance, la utilización de un crucifijo
es muy buen camino.
Hay una cosa muy fundamentales lo más principal de todo, que es la
mediación de María nuestra madre, ella es la mediadora universal, de todo don o
gracia divina. Ella es el acueducto por donde circulan todas las gracias
divinas y nuestra mejor intercesora y abogada. Con ella todos los pleitos se
ganan. Quien tenga la dicha de pertenecer a sus muchos adoradores, sabemos que
no existe mayor protección en nuestras vidas espirituales que caminar de la
mano de MARÍA Santísima, nuestra madre.
Para terminar hay otras
actuaciones nuestras que son importantes como es el aprovechamiento de las
gracias que recibimos, porque una gracia aprovechada genera otras mayores que
la inicial. Es muy bueno también el ejercitarnos también en las pequeñas
mortificaciones que diariamente tenemos ocasión de hacer, sobre todo en la
comida y en la amortiguación o supresión de las demandas del cuerpo. Todo ello
nos aumenta el dominio de nuestra voluntad para ser siempre pacientes y
perseverantes,
Mi más cordial saludo lector y el deseo de
que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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