jueves, 17 de julio de 2014

TESTIMONIO - EL PODER DE LA DROGA VS EL PODER DE LA ORACIÓN


Por poco me quedo sin familia, sin trabajo, sin vida, y lo peor de todo... sin Dios.

Todo pasó a raíz que un amigo me presentó a su jefe. Este señor mayor, de unos 20 años más que yo, empezó a frecuentar mi hogar y nos hicimos amigos. Yo vivía con mi esposa y mi pequeño hijo. Somos un matrimonio muy joven. En esa época no teníamos a Dios en nuestro hogar.

Este señor tenía mucho dinero y nosotros en esa época estábamos en mala situación económica, por lo cual él, aparentemente sin interés, nos ayudaba. Compraba comida, tragos, cigarros, y la pasábamos bien.

Un buen día lo encontré en el baño coqueándose, o sea aspirando por la nariz clorhidrato de cocaína. Le pregunte qué hacía y me contó una penosa historia que lo había convertido en drogadicto, que había sido abandonado por su familia y que sentía muy solo. El teatro fue de primera porque le creí. Luego me preguntó si deseaba probar. Yo por curiosidad acepté… desde ahí empezó mi infierno.

Cada vez que nos reuníamos yo la necesitaba más. Ya para mí, tomar un trago sin coca no tenía sentido. Al poco tiempo cayó también mi joven esposa y todos “jalábamos” sin escondernos como si fuera lo más natural. Eso fue degenerando poco a poco hasta que nos convertimos en “trío”. Tomábamos, nos drogábamos y teníamos relaciones sexuales los tres. Un día escuché - sin que se diera cuenta -que le decía por teléfono a alguien que “yo ya había caído”, y se vanagloriaba de que él era un “profesional”.

Él convenció a mi esposa - a cambio de muy buenas propinas - a encontrarse fuera de mi casa. Me di cuenta porque la veía llegar muy diferente, aunque en esos momentos no se lo reproché. Me interesaba más el aporte económico que disimuladamente ella aportaba a la casa que mi esposa… la estaba prostituyendo a cambio de droga y dinero. A raíz de esas escapadas mi señora salió encinta, pero perdió al bebe. Estoy seguro que la criatura era de él.

Mientras tanto mi trabajo empezó a peligrar, cada vez faltaba más, porque nuestras reuniones duraban dos o tres días drogados y sin dormir. De mi oficina me enviaban al médico a mi casa y yo no le abría… si lo hubiese hecho se daría cuenta en la situación en que estaba y me despedían. Una vez, después de tres días de juerga, se me cerró el pecho y no podía respirar, sentía que moría… lo primero que él hizo fue salir disparado de mi casa sin siquiera ayudarme… sólo Dios sabe por qué me salvó… ya empezaba yo a reflexionar. ¡Ese no puede ser mi amigo!

Él empezó a abusar prepotentemente de mí, exigiéndome que lo recibiera a cualquier hora. Yo no me oponía porque necesitaba la droga y el dinero que dejaba, hasta que un buen día le pedí a Dios que me ayudara y me diera fuerzas para salir y acabar con toda esa porquería. También le pedí a María Santísima que intercediera.

En su última visita tuvimos una discusión muy fuerte y por poco le pego. Le pedí que nunca más volviera a mi casa y que dejara tranquila a mi esposa o que se atuviera a las consecuencias. ¿Qué hubiese pasado si le daba un mal golpe y lo mataba? Porque él era una persona mayor y yo muy joven; todo eso unido a la droga y al trago, era como una bomba atómica incontrolable. Ahora estaría preso.

Gracias a Dios, el que se decía mi amigo, se desapareció para siempre de mi vida.

Conversé con mi esposa, nos perdonamos mutuamente y lo perdonamos a él, aunque no sé si lo sabrá, reconocimos ante Dios que habíamos hecho mal y poco a poco todo volvió a la normalidad. No perdí mi familia, ni mi trabajo, ni la vida. ¡Gané nuevamente a Dios en mi corazón!

Aprendí que no todo el que te ayuda lo hace con buena intención… y que el mundo está lleno de “profesionales del mal”, que tiene como aliado al rey de la mentira en sus corazones... al demonio mismo disfrazado.

“Pídeme y recibirás”… dice el Señor. Sé que la oración es poderosa, porque el haber podido dejar todo eso, sólo lo conseguí con la oración a Dios y la intercesión de mi Madre del cielo.

N.N.

José Miguel Pajares Clausen

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