Después de escribir dos posts
sobre el tema palestino, muchos lectores se preguntarán qué hubiera hecho yo si
hubiera estado sentado en el consejo de ministros de Israel. Es un tema
interesante. ¿Cuál hubiera sido mi postura? Pues bien yo hubiera defendido no
atacar a Hamás.
Hubiera tratado de convencer a
los ministros que se perdía más defendiéndose que no haciendo nada. Incluso,
como hipótesis, aunque hubiera habido dos o tres muertes al año de israelíes
por causa de esos cohetes. Aunque diez o veinte casas judías hubieran sido
destruidas por ese método. Hubiera intentado convencerles de que perderían más
vidas humanas de compatriotas y tendrían más gastos defendiéndose que no
haciendo nada.
Al final, el tema sin duda se
hubiera planteado en el campo del orgullo, del patriotismo, de la Justicia.
Pero desde un punto de vista del mero pragmatismo, lo preferible era resistir.
Además, querer hacer justicia
contra esos grupos terroristas, implica volver a sembrar más odio sobre el
odio. Implica poner en marcha engranajes que pueden complicar la situación
internacional muchísimo más de lo que ya lo está. Si los judíos realizan una
matanza, eso significará más millones para los terroristas provenientes de
grandes fortunas.
Hubiera intentado convencer al
consejo de ministros de que si querían hacer más daño al pueblo israelí, lo que
debían hacer era defenderlo militarmente. Si queréis defenderlo, más israelíes
morirán; como así ha sido. Si explicáis todo esto a vuestro pueblo, los más
inteligentes, los más moderados, los que trabajan por la paz, lo entenderán.
El problema es que también hay
una facción fanática en el pueblo israelí. Y la presión de esta facción era
cada vez más difícil de resistirla. Políticamente, los más moderados han
llegado al máximo de lo políticamente posible. Al final, los gobernantes
israelíes y sus consejeros han llegado a la conclusión de que si los moderados
cometían un suicidio político, al final, la victoria y el poder iba a ser de la
facción extremista israelí. Y creo que con dolor han emprendido esta acción
precisamente para tratar de parar el avance de los partidos que representan a
los más fanáticos.
En fin, los que queríais mi opinión ya la tenéis: No atacar a Palestina,
no atacar ni siquiera a las casas desde las que se lanzaban los cohetes. Mucho
menos iniciar una incursión terrestre. Pero un gobernante tiene que tener
muchas agallas para aparecer ante su pueblo como un cobarde. Resulta difícil
explicar a la opinión pública que la inacción, en este caso, era la mejor
defensa. Es difícil tener la valentía de aceptar aparecer como un cobarde.
Ahora, desgraciadamente, sólo queda esperar la siguiente cosecha de estas
semillas de odio.
P.
FORTEA
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