martes, 1 de julio de 2014

MIEDO Y TEMOR DE DIOS


El miedo y el temor son…, sentimientos distintos ambos de carácter negativo y como tal, nada que sea negativo en principio viene de Dios, aunque en este caso el temor de Dios sea un valor positivo. Él no despierta miedo ni temor a nadie que le ame. Ningún santo o santa que hayan tenido visiones del Señor, nos han habado nunca ni de miedo, ni de temor. Al igual sucede, con las apariciones de Nuestra Señora, son varias las que ha efectuado a niños. Como por ejemplo en Lourdes o en Fátima y en ninguna de ellas, los niños han manifestado miedo o temor. Dios no le crea miedo ni temor a nadie, porque Dios es amor y el amor no crea nunca ni miedo ni temor.

Una de las características del amor es el gozo y el único temor no miedo que se pueda llegar a sentir, es la pérdida del amor del Señor, pero ello nunca puede ocurrir porque si nosotros no le abandonamos, si no abandonamos su amor, Él jamás nos abandonará: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; 19 Id pues; enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 20 enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado. Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo”. (Mt 28,18-20). El Señor, estará siempre con todos y cada uno de nosotros, desechemos púes el miedo y el temor que al ser elementos negativos, son propios del demonio.

En el Drae puede ver que el miedo se define como una “Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real imaginario”, mientras que el temor en una de sus acepciones dice que es “El recelo de un daño futuro”. Una cosa es sufrir un daño real y otra cosa es recelar de llegar a tenerlo. Es por ello que mientras el miedo es siempre negativo y dañoso, el temor puede ser positivo y de hecho lo es cuando se habla del “santo temor de Dios”.

Los evangelios emplean la palabra temor, cuando el Señor nos previene sobre un posible daño, y emplea la palabra matar, cuando se refiere al daño en sí, a los que pueden matar. 28 No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena. (Mt 10,28) Es decir, teman al demonio dado que, si aceptamos sus tentaciones estamos jugando con fuego y nos ponemos en peligro, de lanzarnos nosotros mismos al infierno. Este temor a las tentaciones demoniacas, es sano pero nunca debemos de olvidar, de que siempre disponemos de las gracias divinas suficientes para vencerlas.

Cuenta San Pablo que: "7 y a causa de la excelsitud de las relaciones. Por lo cual para que yo no me engría, me fue dado un aguijón de carne, un ángel de satanás, que me abofetea para que yo no me engría. 8 Por esto rogué tres veces al Señor que se retirase de mí, 9 y Él me dijo: Te basta mi gracia que en la flaqueza llega al colmo del poder. Muy gustosamente pues, continuaré gloriándome en mis debilidades para que habite en mí la fuerza de Cristo”.(2Co 12,7-9). En ningún momento nos faltará la gracia divina, naturalmente, si la demandamos.

Para una persona, que ama al Dios, el miedo no tiene razón de ser, pues sabiendo que Dios siempre está nuestro lado, es desconfiar de Él. Los salmos están llenos de versículos, en los que se nos dice y se nos recuerda, que el que tiene a Dios a su lado, nada tiene que temer y nunca ha de tener miedo.

El Santo temor de Dios, es un don del Espíritu Santo. Todo aquel que lo tiene vive en la gracia y amistad de Dios. San Pablo en su epístola a los efesios, nos dice: “12 Por eso, queridos míos, ustedes que siempre me han obedecido, trabajen por su salvación con temor y temblor, no solamente cuando estoy entre ustedes, sino mucho más ahora que estoy ausente”. (Flp 2,12). San Juan en su primera epístola nos escribe: "18 No hay temor en el amor; sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor mira el castigo; 19 quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor. Nosotros amemos, porque él nos amó primero.”. (1Jn 4,18-19).

Ya antes en el A.T. podemos encontrar muchas alusiones a la bondad del santo Temor de Dios Así en el Eclesiástico, podemos leer: “Si no te adhieres fuertemente al temor de Dios, pronto será derribada tu casa”, (Ecl 27,4). Y también en el Libro de los Proverbios se puede leer: “7 El temor del Señor es el comienzo de la sabiduría, los necios desprecian la sabiduría y la instrucción.”. (Prov 1,7). Recoge también este principio San Agustín, diciéndonos “…, para llegar a la sabiduría hay que partir del temor, porque el principio de la sabiduría es el temor de Dios”. La salmodia está llena de referencias al Temor de Dios, (Sal 2, 11; 118, 38; 118, 120).

Manifiesta el P. Royo Marín, que el don de temor de Dios refrena todas las pasiones, por lo que es un don de valor inapreciable, aunque ocupe el último lugar jerárquico. Su vicio opuesto es la soberbia. Él lo define como “…, un hábito sobrenatural por el cual, el justo bajo el instinto del Espíritu Santo y dominado por un sentimiento reverencial hacia la majestad de Dios, adquiere docilidad especial para apartarse del pecado y someterse totalmente a la divina voluntad.

Nuestro Catecismo en su parágrafo 1.828, nos dice que: "La práctica de la vida moral animada por la caridad da al cristiano la libertad espiritual de los hijos de Dios. Este no se halla ante Dios como un esclavo, en el temor servil, ni como el mercenario en busca de un jornal, sino como un hijo que responde al amor del "que nos amó primero" (1Jn 4,19): O nos apartamos del mal por temor del castigo y estamos en la disposición del esclavo, o buscamos el incentivo de la recompensa y nos parecemos a mercenarios, o finalmente obedecemos por el bien mismo del amor del que manda... y entonces estamos en la disposición de hijos (LG 12)”.

Slawomir Biela escribe diciendo: “Temor de Dios, es una rica expresión bíblica que constituye el fundamento de toda actitud religiosa auténtica. Tiene muy poco que ver con el común miedo a Dios que expresa el sentimiento del hombre ante la presencia sobrecogedora del misterio que lo trasciende y ante el cual se abisma en su pequeñez… El Temor reverencial en cambio es la actitud normal del creyente ante las manifestaciones de Dios. Comporta modalidades diversas que conducen al hombre hacia una fe más profunda”.

En referencia a estas modalidades de que habla este autor, nosotros podemos tener Temor de Dios, movidos por el amor a Dios, como hijos que respondemos al amor de Nuestro Padre. También se puede tener Temor de Dios si se aparta uno del mal, por miedo al castigo, que es la disposición del esclavo como señala el Catecismo. Y la tercera razón que nos puede mover al Temor de Dios, es en razón de no querer perder los bienes prometidos. En cualquiera de los tres casos es más o menos plausible el Santo Temor de Dios que se genera.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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