Hoy los niños progres y los
líderes políticos con coleta y subvenciones de regímenes bolivarianos hablan,
muy serios, sobre liberarse de la imposición de la moral cristiana. Lo dicen en
las redes sociales y en las tertulias, aquí, en España. De la imposición de la
moral musulmana no se atreven a hablar, porque los seguidores de Mahoma
lapidan, ahorcan y decapitan por un velo de más o de menos.
Lo dicen, digo, en España, donde cualquiera que tenga ojos para ver se dará cuenta de que toda perversión merece el aplauso de los niños progres, de los políticos con coleta y de los presentadores de las cadenas de televisión más capitalistas. A nadie chistan, hoy, en España, por practicar la sodomía o el bestialismo o cualquier otra aberración de las que, sin ir más lejos, se hace eco la Biblia. El Libro no es sólo la Palabra de Dios, es también un compendio de las palabras de los hombres desde que aparecieron en este mundo, de todas sus actividades, de todos sus pecados, hasta el fin de los tiempos. La Biblia es, además, palabra de satán, que aparece bastantes veces haciendo lo que sabe: mentir y buscar la perdición de esta humanidad errante. Satán, sin embargo, es más listo que todos nosotros y nos ha persuadido de que no existe, de que es un ser mitológico: una amenaza torpe de la Iglesia Católica. Entonces los niños progres se lo creen y los políticos con coleta también y saltan con el cuento de la “imposición de la moral cristiana”. En realidad, lo que reclaman es que todas las bajezas y desvaríos morales que puedan cometerse tengan el amparo de la ley.
Legalizar perversiones es tranquilizar la conciencia. Y tranquilizar la conciencia legalizando perversiones significa reducir a las personas a la categoría de bestias domesticables por el estado. Eliminar la lucha contra la bestia que todos llevamos dentro es amputar la libertad personal: las pasiones nos esclavizan. Y decir que en el corazón del hombre no habitan pasiones –buenas y malas- es mentir con una torpeza que ruboriza al propio satán. Por otra parte, ya han conseguido imponer –ellos sí- una moral laicista degradante mediante leyes tan inicuas como criminales. No hablo sólo del aborto, la eutanasia o las que previenen contra ese estigma moderno al que denominan “homofobia”. Hablo de la perversión de menores con esa mentira de la “ideología de género” que consiste, en pocas palabras, en decir que la naturaleza –a la que los niños progres adoran cuando les conviene- se equivoca cuando un niño nace con pene y una niña con vagina. Nacer con pene o con vagina, dicen, es de libre elección. Todo es libre, hoy, en España. Incluso matar en nombre de la libertad. Verán ustedes cosas que les espantarán. Aunque -no sufran más de la cuenta- ya están narradas en la Biblia y Cristo ha vencido al mundo y al diablo.
Lo dicen, digo, en España, donde cualquiera que tenga ojos para ver se dará cuenta de que toda perversión merece el aplauso de los niños progres, de los políticos con coleta y de los presentadores de las cadenas de televisión más capitalistas. A nadie chistan, hoy, en España, por practicar la sodomía o el bestialismo o cualquier otra aberración de las que, sin ir más lejos, se hace eco la Biblia. El Libro no es sólo la Palabra de Dios, es también un compendio de las palabras de los hombres desde que aparecieron en este mundo, de todas sus actividades, de todos sus pecados, hasta el fin de los tiempos. La Biblia es, además, palabra de satán, que aparece bastantes veces haciendo lo que sabe: mentir y buscar la perdición de esta humanidad errante. Satán, sin embargo, es más listo que todos nosotros y nos ha persuadido de que no existe, de que es un ser mitológico: una amenaza torpe de la Iglesia Católica. Entonces los niños progres se lo creen y los políticos con coleta también y saltan con el cuento de la “imposición de la moral cristiana”. En realidad, lo que reclaman es que todas las bajezas y desvaríos morales que puedan cometerse tengan el amparo de la ley.
Legalizar perversiones es tranquilizar la conciencia. Y tranquilizar la conciencia legalizando perversiones significa reducir a las personas a la categoría de bestias domesticables por el estado. Eliminar la lucha contra la bestia que todos llevamos dentro es amputar la libertad personal: las pasiones nos esclavizan. Y decir que en el corazón del hombre no habitan pasiones –buenas y malas- es mentir con una torpeza que ruboriza al propio satán. Por otra parte, ya han conseguido imponer –ellos sí- una moral laicista degradante mediante leyes tan inicuas como criminales. No hablo sólo del aborto, la eutanasia o las que previenen contra ese estigma moderno al que denominan “homofobia”. Hablo de la perversión de menores con esa mentira de la “ideología de género” que consiste, en pocas palabras, en decir que la naturaleza –a la que los niños progres adoran cuando les conviene- se equivoca cuando un niño nace con pene y una niña con vagina. Nacer con pene o con vagina, dicen, es de libre elección. Todo es libre, hoy, en España. Incluso matar en nombre de la libertad. Verán ustedes cosas que les espantarán. Aunque -no sufran más de la cuenta- ya están narradas en la Biblia y Cristo ha vencido al mundo y al diablo.
Coda: Si
uno intentara explicar que el final de Sodoma y Gomorra fue una terrible lluvia
de fuego caída del cielo, una especie de bombardeo atómico, por la ira de Dios,
le tacharían de profeta de calamidades o de loco. Me da igual. Ahí lo dejo.
Paco Segarra
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