No quiero en este post repetir
nada de lo escrito ya en posts anteriores, pero sí que deseo cerrar el tema que
planteé ayer sobre China. Y lo quiero cerrar con esta cuestión: ¿se puede hacer
algo para detener el círculo destructivo en que ha entrado la economía mundial?
La respuesta es no. Por primera
vez lo digo bien claro, ya no se puede hacer nada. El tiempo de los remedios
pasó.
Si Europa y Estados Unidos se
unieran en un plan proteccionista sin precedentes a nivel global, eso
provocaría evidentemente (entre otras cosas) una caída sustancial de la demanda
de productos chinos. Eso supondría cerrar empresas en el país asiático, paro,
inestabilidad social, protestas y finalmente la fractura del sistema político
actual en China.
Es lógico esperar que China no
esperaría ese escenario con los brazos cruzados, como si fuera su destino
inevitable. Ante una situación así, los gobernantes chinos tratarían de
defenderse. Sería una guerra económica, sin armas, pero se trataría de una
verdadera confrontación. Si tomas medidas económicas que me perjudiquen, tomaré
medidas de represalia. Si me provocas dolor, yo te provocaré más dolor.
Además, aunque la élite
gobernante china no quisiera tomar ni la más pequeña medida de represalia (algo
impensable dado su historial económico con la Unión Europea, por ejemplo), en
la misma media en que se redujera la exportación de bienes chinos, sería necesaria
la repatriación de capitales chinos radicados en mercados extranjeros: bonos
del estado y acciones. El resultado de eso sería un durísimo invierno
económico, la congelación del mercado crediticio internacional incluso entre
bancos centrales. El flujo monetario mundial disminuiría a niveles que ahora
nos resultarían impensables.
En una situación así, las
economías que mejor resistirían este invierno, no serían las economías
innovadoras o basadas en la tecnología y cosas por el estilo, sino las
economías basadas en mano de obra esclava, y entre éstas las que mejor
sobrevivirían serían las economías centralizadas no libres.
Así que dejémoslo claro, ya ahora no podemos zafarnos de este abrazo
vampiresco. Porque la acción provocaría una reacción de repatriación de
capitales que no podríamos soportar. Y puestos ante una tesitura de detención
del flujo monetario a nivel global, serían ellos los que indudablemente
saldrían vencedores. Nosotros únicamente sobreviviríamos convirtiendo nuestras
economías en pequeñas chinas: economías dirigidas, estatalizadas y
esencialmente autárquicas.
P.
FORTEA
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