Conviene
que el enfermo también ore. Es muy cómodo solamente pedir oración a otros como
quien manda lavar su ropa sucia a otra parte y él no se ocupa de nada. Estas personas
están buscando un alivio rápido y cómodo que no les exija ningún esfuerzo de su
parte. La sanación profundas solo se da en la medida que entramos en comunión profunda
con el Dios que purifica y santifica.
¡Qué
maravillas vemos en las personas que oran! Si creyéramos en el poder de la oración
estaríamos más dispuestos para hacerla y le daríamos prioridad sobre otras
actividades. Muchos dicen que se pierde el tiempo orando porque no se hace
nada, y no se dan cuenta que lo más importante no es lo que nosotros hacemos
sino lo que Dios hace en nosotros durante la oración.
Había
una persona que siempre, en todo tiempo y lugar, nos asaltaba para que oráramos
por ella. Cundo yo me la encontraba ya hasta le sacaba la vuelta, pues era muy
insistente. Un día vino una persona de Estados Unidos a impartir un retiro. Al
terminar la charla, como de costumbre, la señora se le acercó y le pidió que
orara por ella. Esta persona se puso primero en la presencia de Dios y sintió una
voz interior que decía: “no ores por ella, pues solo está cansando a mis
servidores”.
Que
diferente es este caso al que sucedió en el Congo: en la misa de clausura de
Brazzaville el Señor realizo muchas curaciones maravillosas. Mientras el sol se
ocultaba la gente salía feliz como si bajara del Monte Sinaí después de haber experimentado
la gloria del Señor.
Después
de que todo el mundo abandono es estadio alabando a Dios, el guardián cerraba
las puertas y apagaba las luces. Entre las gradas se había quedado una mujer en
oración; junto a ella su hijito de seis años sentado en medio de dos muletas.
El guardián le dijo:
-Señora,
ya váyase. Ya todo termino y voy a cerrar las puertas.
-No,
no puedo irme porque todavía mi hijo no se cura, voy a seguir orando.
El
cuadro era tan conmovedor que el guardián le permitió permanecer allí más
tiempo. Ella persevero en la oración más de dos horas. A las 8:15 p. m. el pequeño
se levantó por su propio pi y comenzó a caminar sin muletas ante la luz que con
su palidez plateada hacia más bella y tierna la escena.
Era
la perseverancia en la oración de la que nos habla el Evangelio. (Lc 11, 5-8)
P.
Emiliano Tardif
FUENTE:
JESÚS ESTÁ VIVO
Publicado
por: José Miguel Pajares Clausen
(Continuará)
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