miércoles, 9 de julio de 2014

DE SAULO A PABLO



Que Saulo y Pablo son la misma persona es algo que no pasa desapercibido al menos versado de los lectores de la Biblia. Ahora bien, ¿cómo sabemos que eso es así? Y en tal caso, ¿a partir de qué momento Saulo adopta el nombre de Pablo?

Lo cierto es que Pablo firma como Pablo veintinueve veces en las catorce cartas suyas que nos han llegado (porque como sabe bien el lector de esta columna, consta de la existencia de cartas que no nos han llegado). Ni una sola vez firma o se refiere a sí mismo, en cambio, como Saulo.

Que Saulo y Pablo son la misma persona lo conocemos gracias a Lucas, que en los Hechos de los Apóstoles lo expresa con toda claridad en una ocasión, más que suficiente:

“Entonces Saulo, también llamado Pablo […] (Hch. 13, 1).

Ocasión que es la primera, por cierto, en la que le llama Pablo, y también la última en la que le llama Saulo, lo que tratándose del ordenado Lucas que no deja nada al albur, no puede entenderse como casual.

Dicho todo lo cual la pregunta es: ¿en qué momento ocurre que Lucas empieza a llamar Pablo a Pablo y deja de llamarlo Saulo? La lectura de los Hechos permite restablecer con bastante exactitud el contexto en el que ello acontece, que coincide por ejemplo con el momento en que en Antioquía los cristianos pasan a ser llamados precisamente “cristianos” (Hch. 10, 26). Pablo acaba de ser recogido en Tarso por Bernabé:

“Estuvieron juntos durante un año entero en aquella iglesia e instruyeron a una gran muchedumbre” (Hch. 11, 26).

Y pasa en Antioquía un año. Mientras Pedro es detenido y encerrado en prisión y escapa de ella, y Herodes (Agripa) hace matar a Santiago apóstol (Hch. 12, 1) para poco después morir él mismo “pasto de los gusanos” (Hch. 12, 23), Pablo vuelve a Jerusalén con Bernabé y con Marcos, para retornar después a Antioquía. Estando allí el Espíritu Santo dice: “Separadme ya a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los tengo llamados” (Hch. 13,2)

“Ellos, pues, enviados por el Espíritu Santo, bajaron a Seleucia y de allí navegaron hasta Chipre. Llegados a Salamina anunciaban la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. Tenían también a Juan que les ayudaba. Habiendo atravesado toda la isla hasta Pafos, encontraron a un mago, un falso profeta judío, llamado Barjesús, que vivía con el procónsul Sergio Paulo, hombre prudente. Éste hizo llamar a Bernabé y Saulo, deseoso de escuchar la palabra de Dios. Pero se les oponía el mago Elimas -pues eso quiere decir su nombre- intentando apartar al procónsul de la fe. Entonces Saulo, también llamado Pablo, lleno de Espíritu Santo, mirándole fijamente, le dijo […] (Hch. 13, 4-10).

Y Lucas ya no vuelve a llamar Saulo a Pablo. Quince veces le ha llamado “Saulo”, pero desde el episodio de Chipre no lo vuelve a hacer. Un Lucas que, como ya se ha dicho arriba, es muy preciso en su escritura y nunca hace nada al albur, como demuestra por ejemplo cuando va dando a los seguidores de Cristo el nombre que van recibiendo en cada momento en una perfecta secuencia histórica (pinche aquí para conocer del tema). Así que la pregunta que dejó hoy aquí formulada es la siguiente: ¿es en Chipre donde cambia su nombre para pasar a ser Pablo?

De ser eso así lo único que se puede decir a ciencia cierta es que el cambio de nombre no se produce de manera simultánea al bautismo que, en el caso de Pablo, sabemos perfectamente cuándo y dónde lo tomó, en Damasco poco después de tener la visión de Jesús, y hasta quién se lo administró:

“Fue Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo: ‘Saúl, hermano, me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, para que recobres la vista y te llenes del Espíritu Santo’ Al instante cayeron de sus ojos unas como escamas, y recobró la vista; se levantó y fue bautizado”. (Hch. 9, 17-18)

Ahora bien, ¿quién dice que cuando Pablo se bautiza los cristianos recibieran el nombre con ocasión del sacramento iniciático? Porque lo cierto es que aún hubo de pasar mucho tiempo antes de que ello fuera así. Aunque de eso hablaremos otro día. Por hoy y como siempre, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.

Luis Antequera

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