Son palabras del Señor…: "24 Entonces dijo Jesús a sus discípulos: El que quiera venir en
pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. 25 Pues el que quiera
salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la hallara. 26 Y
¿que aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma? ¿O que podrá
dar el hombre a cambio de su alma? 27 Porque el Hijo del hombre ha de venir en
la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces dará a cada uno según sus
obras”. (Mt 16, 24-27). En resumen con otras palabras: ¿De qué le vale al hombre
conquistar el mundo, si pierde su alma?
El valor de un alma, de una sola alma, está por encima de todas las
riquezas materiales de este mundo dado que el cuerpo humano y el mundo son pura
materia, que podrá durar solo un tiempo determinado pero al final se
descompondrá. Este mundo tan bello que tanto nos subyuga terminará todo él
convertido en un agujero negro como han terminado otros muchos astros, según
nos aseguran los astrónomos. Y es que la materia a diferencia de todo aquello
que pertenece al orden espiritual es caduca mientras que todo lo que pertenece
al superior orden del espíritu es eterno y nuestras almas son pura
espiritualidad, redimidas con la sangre de Dios vivo crucificado en una cruz y
muerto por amor a nosotros. Escribía San Pedro y nos decía: "18 considerando que habéis sido rescatados de
vuestro vano vivir según la tradición de vuestros padres, no con plata y oro,
corruptibles 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como Cordero sin defecto
ni mancha, 20 ya conocido antes de la creación del mundo y manifestado al fin
de los tiempos por amor vuestro”. (1Pd 1,18-20).
El mendigo más pordiosero que podamos imaginar y lo que es peor viviendo
habitualmente en pecado, maldiciendo su suerte y blasfemando por ella, es
persona y como tal su alma tiene un valor infinito, inimaginable. Fue creado
con la gloria de un soplo divino: “7 Entonces Yahvéh Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló
en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente”. (Gn 2,7). Job en su desgracia exclamaba con
orgullo: “A mí me hizo el soplo de Dios, el aliento del Todopoderoso me dio la
vida”. (Job 33,4). Todos
hemos sido creados por amor y para el amor, Todos somos la gloria de Dios y
mientras estemos en este mundo, estamos viviendo en el ámbito de amor de Dios, que espera nuestro amor, aunque
reiteradamente le ofendamos.
El Señor por medio el profeta Isaías nos dice: “1 Ahora, así dice Yahvéh tu creador, Jacob, tu plasmador,
Israel. No Temas, que yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre. Tú eres
mío. 2 Si pasas por las aguas, yo estoy contigo, si por los ríos, no te
anegarán. Si andas por el fuego, no te quemarás, ni la llama prenderá en ti. 3
Porque yo soy Yahvé tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador. He puesto por
expiación tuya a Egipto, a Kus y Seba en tu lugar 4 dado que eres precioso a
mis ojos, eres estimado, y yo te amo. Pondré la humanidad en tu lugar, y los
pueblos en pago de tu vida. 5 No Temas, que yo estoy contigo; desde Oriente
haré volver tu raza, y desde Poniente te reuniré”. (Is 43,1-5).
Para Henry Nouwen, el Señor continuamente nos
está diciendo: “Desde el principio te he
llamado por tu nombre. Eres mío y yo soy tuyo. Eres mi amado y en ti me
complazco. Te he formado en las entrañas de la tierra y entretejido en el
vientre de tu madre.…. Me conoces como propiedad tuya, y te conozco como
propiedad mía. Me perteneces. Yo soy tu padre, tu hermano, tu hermana, tu
amante y tu esposo. Hasta tu hijo. Seré todo lo que seas tú. Nada nos separará,
somos uno “.
Es el amor de Dios a su creación, que somos nosotros lo que da valor a
nuestras almas. No tenemos consciencia de este valor y continuamente la
mancillamos y si pecamos echamos de dentro de nuestra alma a la Santísima
Trinidad que desde el día en que fuimos bautizados inhabita continuamente en
ella. Escribe San Pablo y nos dice: “16 ¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios
habita en vosotros? 17 Si alguno destruye el santuario de Dios, Dios le
destruirá a él; porque el santuario de Dios es sagrado, y vosotros sois ese
santuario”. (1Co 3,16-17). Si
pecamos, destruimos el santuario, nos dice San Pablo y si destruimos el
santuario, Dios destruye al que lo realiza En otras palabras el que peca,
pierde su alma y si no acude al sacramento de la reconciliación y la muerte le
sorprende en esa situación, hará abandonado para siempre el ámbito de amor al
Señor y el vacío en el que quedará su alma al perder el amor lo ocupará su
antítesis que es el odio. Habrá perdido para siempre, eternamente la capacidad
que ahora tiene de amar y ser amado y jamás sabrá lo que es la luz divina,
porque eternamente vivirá en odio y tinieblas.
San Pablo, nos habla claramente, reiterándole a los corintios lo que ya
les dijo en su primera epístola y en esta segunda nos dice: “16 ¿Qué conformidad entre el santuario de Dios y
el de los ídolos? Porque nosotros somos santuario de Dios vivo, como dijo Dios:
Habitaré en medio de ellos y andaré entre ellos; yo seré su Dios y ellos serán
mi pueblo. 17 Por tanto, salid de entre ellos y apartaos, dice el Señor. No
toquéis cosa impura, y yo os acogeré. 18 Yo seré para vosotros padre, y
vosotros seréis para mí hijos e hijas, dice el Señor todopoderoso”. (2Co 6,16-18).
Y San Juan evangelista con otras palabras nos reitera las epístolas de
San Pablo y nos dice: “…, y todo espíritu
que no confiesa a Jesús, no es de Dios; ese es el del Anticristo. El cual
habéis oído que iba a venir; pues bien, ya está en el mundo. 4 Vosotros, hijos
míos, sois de Dios y los habéis vencido. Pues el que está en vosotros es más
que el que está en el mundo. 5 Ellos son del mundo; por eso hablan según el
mundo y el mundo los escucha. 6 Nosotros somos de Dios. Quien conoce a Dios nos
escucha, quien no es de Dios no nos escucha. En esto conocemos el espíritu de
la verdad y el espíritu del error”. (1Jn 4,4-6).
Perder definitivamente nuestra alma auto eliminarnos y salirnos de ámbito de amor del Señor. Hemos visto
antes el tremendo valor que un alma tiene para el Señor, porque ella, San Pablo
nos dice: “…, habéis recibido
de Dios, y que no os pertenecéis? 20 ¡Habéis sido bien comprados a un gran
precio! Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo”. (1Co 6,19-20). No
nos pertenecemos y evidentemente no tenemos consciencia de ser de Cristo que
nos compró exclusivamente por razón de amor. Y Él solo nos pide y desea de
nosotros que le demos nuestro amor, porque realmente es a Él a quien le
pertenece no a nosotros.
Mi más cordial saludo
lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan
del Carmelo
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