jueves, 15 de mayo de 2014

EL PAPA, SANDRO MAGISTER, EL MATRIMONIO Y UN MISIONERO


El padre Carlo Buzzi (un misionero en Bangladesh) le escribía a Sandro Magister (uno de los más prestigiosos periodistas religiosos) una carta en la que le manifestaba su grandísima insatisfacción acerca de las declaraciones del cardenal Kasper.

No dudo de que el padre Buzzi seguro que es un sacerdote ejemplar y extraordinario. Pero no es un teólogo, el cardenal sí. Al final, la carta del misionero se sintetizaba en tres puntos y sólo en tres puntos. Cito a este padre:

En cambio, si se procede por el camino trazado por el cardenal Walter Kasper los daños serán graves:

1. Se convertirá a la Iglesia en algo superficial y acomodadizo;
2. Se tendrá que negar la infalibilidad de la cátedra de Pedro, porque es como si todos los Papas precedentes se hubieran equivocado;
3. Se tendrán que considerar estúpidos a todos los que han dado la vida como mártires para defender este sacramento.

Tal vez he dado mi contribución a esta diatriba, que espero que acabe pronto.

Me permito intentar tranquilizar la conciencia de este buen misionero, aunque no creo que mis palabras traigan mucha paz a su atormentada alma.

1. Se convertirá a la Iglesia en algo superficial y acomodadizo;

¿Se convirtió el matrimonio en algo superficial cuando la Iglesia instauró los tribunales eclesiásticos que gestionan las declaraciones de nulidad matrimonial? Me permito recordarle que esos tribunales no existieron tal cual son ahora desde el principio de la Historia de la Iglesia. Antes de esos tribunales, todo dependía del juicio del obispo. Pero la existencia de ese juicio episcopal no transformó el matrimonio en algo acomodaticio.

2. Se tendrá que negar la infalibilidad de la cátedra de Pedro, porque es como si todos los Papas precedentes se hubieran equivocado;

Le puedo asegurar que a mí se me ocurren modos en que sin quitar ni una tilde a la doctrina, se pueda añadir algo. Añadir sin negar.

3. Se tendrán que considerar estúpidos a todos los que han dado la vida como mártires para defender este sacramento.

Todos los que fueron mártires de la castidad, de la indisolubilidad y de la santidad del matrimonio han encontrado ya su premio en el más allá. Pero ahora, en el más acá, se trata de buscar una solución eclesial para millones de cristianos. Los unos no perdieron su premio, los otros deseamos que encuentren la paz de sus conciencias. Si hay un camino para la paz, la Iglesia tiene el deber de encontrarlo.

El buen misionero acaba con un deseo:

Tal vez he dado mi contribución a esta diatriba, que espero que acabe pronto.

En mi opinión, no debemos tener miedo a la sana discusión eclesial. Esa discusión que tiene lugar dentro del más amoroso amor a la Tradición y sometidos todos al luminoso primado del Vicario de Cristo.

Lo que debemos evitar es decir (usted no lo dice) es que el otro es un hereje, o que esto va a destruir a la Iglesia. Del diálogo, de la evaluación de posibilidades, sólo nace un mayor conocimiento.

La Iglesia siempre ha condenado el adulterio. El adulterio es una traición. Pero, por poner sólo un ejemplo de entre muchos posibles, creo que si la hay debemos buscar una solución para el pobre chico que a los veintinueve años de edad su mujer abandonó tras un año de matrimonio, y que tras muchos años de soledad y dolor encontró una mujer que le amaba y hacia la que lleva una vida de unión y fidelidad desde hace más de un cuarto de siglo. ¿Se debe calificar de vida de adulterio a esta nueva unión?

Creo firmemente todo lo que se dice en el Catecismo acerca del matrimonio. Pero no creo que el Catecismo diga todo lo que se puede saber sobre el matrimonio. Tengo la íntima convicción de que el Espíritu Santo sobrevolará al Colegio Cardenalicio para aconsejar sabiamente al Santo Padre. Y que el Sucesor de Pedro con los Príncipes de la Iglesia venidos a Roma de todo el mundo, nos darán una palabra de luz sobre este tema. Palabra, sea cual sea, que aceptaremos externa e internamente. Porque quien a vosotros escucha, a mí me escucha.

P. FORTEA

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