sábado, 10 de mayo de 2014

DEL PADRE DAMIÁN



Para muchos madrileños, como para mí mismo antes de entrar a conocer su gigantesca figura, apenas es una calle en Madrid. Pero el Padre Damián es algo más que eso, y además, desde hace algo menos de cinco años, un nuevo componente del santoral, lo que por otro lado me lleva a proponer un ligero cambio del callejero de Madrid, para que diga San Damián donde dice Padre Damián.

Jozef de Veuster, que tal es el nombre de pila nuestro santo de hoy, nace en Tremeloo, en Bélgica, el 3 de enero de 1840, en una familia de granjeros de profundas convicciones cristianas. A los ocho años desaparece un día de su casa llevándose consigo a su hermana, para rezar en el bosque. Su padre lo envía a un colegio en Braine-le-Comte, para que se forme en las artes del comercio, pero como resultado de una misión impartida por los padres redentoristas, en 1859 ingresa en la Congregación de los Sagrados Corazones en Lovaina, profesando como Damián y siguiendo, por cierto, los pasos de su hermano Augusto. Como éste, afectado por el tifus no pudiera viajar a la misión en las islas Hawai, Damián lo reemplaza.

El 19 de marzo de 1864 llega a Honolulu, donde es ordenado sacerdote sólo dos meses después. Destinado como párroco a la isla de Oʻahu y luego al norte de Kohala en la misma isla de Hawái, el panorama que se encuentra Damián en las islas viene dominado por las deficientes condiciones sanitarias y por las enfermedades nuevas para los nativos, importadas sobre todo por los chinos que trabajaban en las plantaciones: gripe, sífilis, y por encima de todas una, la lepra.

Como siempre se ha hecho con los leprosos, como ya veíamos hacer en tiempos de Jesucristo, el Rey Kamehameha los segrega de la población, trasladándolos a una colonia ex professo para ellos en la isla de Molokay. A comienzos de 1866, son embarcados los primeros leprosos, hasta constituir una colonia de unos seiscientos. Siete años después, el 10 de mayo de 1873, y tras pedir tan arriesgado destino al Obispo de la diócesis, Mons. Maigret, se presenta en el lugar el Padre Damián.

El ambiente que reina en la colonia es de auténtico desgobierno y caos. Damián no sólo construye una iglesia que advoca a Santa Filomena, sino que se convertirá en la auténtica autoridad que todos respetan. Damián venda sus úlceras a sus feligreses, les ayuda a levantar sus casas, a trabajar en las granjas, convierte alguna en colegio y hasta les da sepultura.

Conmovido por el trabajo desplegado por el misionero belga, el Rey David Kalākaua le premia con la Real Orden de Kalākaua. Cuando la princesa Lydia Liliʻuokalani se presenta en el lugar para hacerle entrega de la condecoración, se conmueve en modo tal que no puede leer su discurso, lo que no es óbice para que ella misma inicie la divulgación del trabajo de Damián, y desde Norteamérica y Reino Unido reciba éste un importante apoyo económico en comida, medicina, y suministros.

Después de doce años de tan heroico servicio, en 1885 Damián descubre en sí mismo los primeros síntomas de la enfermedad contra la que tanto tiempo ha luchado. Asistido por otros dos sacerdotes y por dos hermanos, Damián continúa trabajando por los que ahora son sus compañeros de enfermedad, hasta que el 28 de marzo de 1888 queda inválido, y el 15 de abril de1889, con sólo 49 años de edad, rinde la vida ante el Altísimo.

Sus restos serán trasladados casi medio siglo después, en 1936, a Bélgica, y allí reposan en la iglesia de la congregación a la que perteneció toda su vida en Lovaina.

Como se sabe, todos los estados norteamericanos colocan dos personajes de su historia en el National Statuary Hall del Capitolio en Washington. Uno de los que representa a California es el español Fray Junípero Serra (pinche aquí si desea conocer mejor al gran beato español que acompaña al Padre Damián en el Capitolio). Pues bien, cuando en 1959 Hawai se convierte en un estado más de la Unión, elige a Damián para tan alto cometido.

A pesar de su obra gigantesca y de su entrega sin par, a Damián, como a todos los hombres grandes, no le faltarán enemigos. Uno de los más enconados será el reverendo Dr. C. M. Hyde, de Honolulu, a quien el 25 de febrero de 1890, el escritor escocés autor de “La isla del tesoro”, Robert Louis Stevenson, envía una carta abierta poniéndole en evidencia, la cual recorrerá el mundo y pondrá las bases de la fama del Padre Damián.

Damián será beatificado en 1995 por Juan Pablo II, que lo declara patrono de los leprosos. El 11 de octubre de 2009, tras la curación milagrosa de una hawaiana del cáncer que sufría por su intercesión, Benedicto XVI lo canoniza junto con otros cuatro nuevos santos, Segismundo Félix Felinski, María de la Cruz (Juana) Jugán, y los españoles Francisco Coll y Rafael Arnaiz. A él dedica estas palabras:

“José De Veuster, que en la congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y de María recibió el nombre de Damián, a la edad de 23 años, en 1863 dejó su tierra natal, Flandes, para anunciar el Evangelio en el otro lado del mundo, en las islas Hawai. Su actividad misionera, que le dio tanta alegría, llegó a su cima en la caridad. No sin miedo ni repugnancia, eligió ir a la isla de Molokai al servicio de los leprosos que allí se encontraban, abandonados de todos; así se expuso a la enfermedad que padecían. Con ellos se sintió en casa. El servidor de la Palabra se convirtió de esta forma en un servidor sufriente, leproso con los leprosos, durante los últimos cuatro años de su vida.

Por seguir a Cristo, el padre Damián no sólo dejó su patria, sino que también arriesgó la salud: por ello —como dice la palabra de Jesús que se nos ha proclamado en el Evangelio de hoy— recibió la vida eterna (cf. Mc 10, 30).

En este vigésimo aniversario de la canonización de otro santo belga, el hermano Muciano María, la Iglesia en Bélgica se ha reunido una vez más para dar gracias a Dios por uno de sus hijos, reconocido como un auténtico servidor de Dios. Ante esta noble figura recordamos que la caridad es la que realiza la unidad: la genera y la hace deseable. Siguiendo a san Pablo, san Damián nos lleva a elegir los buenos combates (cf. 1 Tm 1, 18), no los que conducen a la división, sino los que reúnen. Nos invita a abrir los ojos a las lepras que desfiguran la humanidad de nuestros hermanos y piden, todavía hoy, más que nuestra generosidad, la caridad de nuestra presencia de servidores”.

El Padre Damián es también patrón del Estado de Hawái, donde se lo conmemora el 15 de abril, día en que tuvo lugar su muerte, si bien la Iglesia Católica celebra su onomástica tal día como hoy, 10 de mayo.

Luis Antequera

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