sábado, 3 de mayo de 2014

CRUCIFIXIONES ¡SÍ HAN OÍDO BIEN, CRUCIFIXIONES! EN SIRIA


Se está diciendo desde hace tiempo. Yo se lo oí afirmar hace ya un mes a una estudiante siria, en la gala que realizó este año Ayuda a la Iglesia Necesitada en el Colegio de Médicos de Madrid el pasado 5 de abril. Me pareció tan increíble que no me atreví a publicarlo.

Ahora ha trascendido a todos los grandes medios mundiales. Veo las imágenes en Telemadrid, se hace eco la CNN que incluso presenta las fotos con una advertencia sobre su brutalidad, las mismas que puede Vd. ver en esta página. El propio Papa, sin atreverse ni a decir donde está ocurriendo, “en cierto país no cristiano”, lo lamenta casi con incredulidad… si no fuera porque ya no hay lugar para la incredulidad.

En una de nuestras entradas hace ya algún tiempo, informábamos, no menos incrédulos que el Papa, de que aún existía tráfico de esclavos en el mundo (pinche aquí y verá que no le miento): hoy tenemos que informar de que aún hay lugares del mundo donde se están crucificando personas. Y ese lugar que el Papa no se atreve ni a mencionar es Siria, la ciudad de Raqqa, donde las están practicando las fuerzas rebeldes en las que occidente veía hace sólo unos meses, y algunos todavía más “progresistas” se empeñan en seguir viendo, las señales del progreso y la libertad en Siria.

¡Cómo olvidar cuando vemos estas escenas que en una procuraduría de la provincia siria, con capital en Cesarea Marítima y cuyo titular era un tal Pilatos, colgó ya entonces, hace veinte siglos, un ilustre crucificado! ¡Cómo olvidar que en la que incluso hoy es su capital, se producía la caída de un caballo inexistente de ese cristiano sin par llamado Pablo! ¡Cómo olvidar que en pleno territorio sirio, ni siquiera en la Siria romana, no, ¡en la actual Siria! (pinche aquí si no se lo cree), nació la Iglesia, en una ciudad que hoy se llama Banias y entonces Cesarea de Filipo!

“Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: ‘¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?’ Ellos dijeron: ‘Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o uno de los profetas’. Díceles él: ‘Y vosotros ¿quién decís que soy yo?’ Simón Pedro contestó: ‘Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo’. Replicando Jesús le dijo: ‘Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella’” (Mt. 16, 13-20).

Con un alto grado de probabilidad, las personas que cuelgan de esas cruces del siglo veintiuno son cristianas: ¿no adquiere el suplicio de la crucifixión su máxima dimensión humillatoria precisamente cuando aplicado a esos extraños prosélitos cuyas reuniones vienen todas presididas por el cuerpo de un crucificado? Ahora bien, cristianos o no, personas son, eso no lo puede negar nadie… y cuelgan de una cruz. Como en los peores tiempos de la historia humana.

A esto, queridos amigos, es a lo que ha quedado reducida la primavera árabe. Algunos anunciamos entonces que no era la primavera la que reía, sino el más crudo invierno el que se carcajeaba. Pero un mundo premeditada e impostadamente ingenuo cerraba los ojos a la más que evidente realidad, para jugar a autoengañarse pensando que, en adelante, el petróleo nos lo iban a regalar o casi, y que todos tendríamos una preciosa y baratísima casita mirando a las playas del meridión mediterráneo en la que nos despertaría cada mañana el dulce canto del almuecín.

Las cosas no son tan fáciles, y mucho han de cambiar las cosas para que en invierno florezcan flores… Aunque por esta vez y sin que sirva de precedente, los que profesan esa extraña religión del siglo veintiuno llamada cambio climático sí hayan conseguido demostrar que en primavera, en algunos lugares del mundo, puede hacer frío, mucho frío. Y de hecho lo hace.

Luis Antequera

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