Queridos hermanos y hermanas,
¡buenos días!
Esta es una semana de alegría.
Celebramos la Resurrección de Jesús. Es una verdadera alegría, profunda, basada
en la certeza de que Cristo resucitado ya no muere, sino que está vivo y activo
en la Iglesia y en el mundo. Esta certeza habita en el corazón de los creyentes
desde esa mañana de Pascua, cuando las mujeres fueron a la tumba de Jesús y los
ángeles les dijeron: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que está
vivo?" (Lc 24, 5) ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?
Estas palabras son como una piedra miliar en la historia; pero también una
"piedra de tropiezo" si no nos abrimos a la Buena Noticia, ¡si
creemos que nos causa menos molestia un Jesús muerto que un Jesús vivo!
En cambio, cuántas veces en
nuestro camino diario necesitamos que nos digan: "¿Por qué estás buscando
entre los muertos al que está vivo?" ¿Por qué buscáis entre los muertos al
que está vivo? Y cuántas veces nosotros buscamos la vida entre las cosas
muertas, entre las cosas que no pueden dar vida, entre las cosas que hoy están
y mañana no estarán más. Las cosas que pasan. ¿Por qué buscáis entre los
muertos al que está vivo?
Necesitamos escucharlo cuando nos
cerramos en cualquier forma de egoísmo o de autocomplacencia; cuando nos
dejamos seducir por los poderes terrenos y por las cosas de este mundo,
olvidando a Dios y al prójimo; cuando ponemos nuestras esperanzas en las
vanidades mundanas, en el dinero, en el éxito. Entonces la Palabra de Dios nos
dice: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?" ¿Por qué
estás buscando allí? Aquello no te puede dar vida, sí, quizás te dé una alegría
de un minuto, de un día, de una semana, de un mes, ¿y luego? ¿Por qué buscáis
entre los muertos al que está vivo? Esta frase debe entrar en el corazón y
debemos repetirla. ¡Repitamos juntos tres veces! ¡Hagamos el esfuerzo! Todos:
¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? ¡Fuerte! ¿Por qué buscáis
entre los muertos al que está vivo? ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está
vivo? Y hoy, cuando volvamos a casa digámoslo en el corazón, el silencio, pero
que nos venga esta pregunta: ¿Por qué yo en la vida busco entre los muertos al
que está vivo? Nos hará bien hacerlo. Si escuchamos, podemos abrirnos a Aquel
que da la vida, Aquel que puede dar la verdadera esperanza. En este tiempo
pascual, dejémonos nuevamente tocar por el estupor del encuentro con Cristo
resucitado y vivo, por la belleza y la fecundidad de su presencia.
Pero no es fácil estar abierto a
Jesús. No es evidente aceptar la vida del Resucitado y su presencia entre
nosotros. El Evangelio nos hace ver las reacciones del apóstol Tomás, de María
Magdalena y de los dos discípulos de Emaús: nos hace bien confrontarnos con
ellos. Tomás pone una condición a la fe, pide tocar la evidencia, las llagas;
María Magdalena llora, lo ve pero no lo reconoce, se da cuenta de que es Jesús
sólo cuando Él la llama por su nombre; los discípulos de Emaús, deprimidos y
con sentimientos de derrota, llegan al encuentro con Jesús dejándose acompañar
por el misterioso viandante. ¡Cada uno por caminos diferentes! Buscaban entre
los muertos al que está vivo, y fue el mismo Señor el que corrigió el rumbo. Y
yo, ¿qué hago? ¿Qué camino sigo para encontrar al Cristo vivo? Él estará
siempre cerca de nosotros para corregir el rumbo si nosotros nos hemos
equivocado.
"¿Por qué buscáis entre los
muertos al que está vivo?" (Lc 24, 5) Esta pregunta nos hace superar la
tentación de mirar hacia atrás, a lo que fue ayer, y nos empuja a avanzar hacia
el futuro. Jesús no está en la tumba, él es el Resucitado, el Viviente, el que
siempre renueva su cuerpo que es la Iglesia y lo hace andar atrayéndolo hacia
Él. "Ayer" es la tumba de Jesús y la tumba de la Iglesia, el sepulcro
de la verdad y la justicia; "hoy" es la resurrección perenne a la que
nos impulsa el Espíritu Santo, que nos da plena libertad.
Hoy nos dirige también a nosotros
este interrogante. Tú, ¿por qué buscas entre los muertos a aquel que está vivo,
tú que te cierras en ti mismo después de una derrota y tú que no tienes más
fuerza para rezar? ¿Por qué buscas entre los muertos al que está vivo, tú que
te sientes solo, abandonado por los amigos y quizás también por Dios? ¿Por qué
buscas entre los muertos al que está vivo, tú que has perdido la esperanza y tú
que te sientes prisionero de tus pecados? ¿Por qué buscas entre los muertos al
que está vivo, tú que aspiras a la belleza, a la perfección espiritual, a la
justicia, a la paz?
¡Tenemos necesidad de escuchar de
nuevo y de recordarnos mutuamente la advertencia del ángel! Esta advertencia,
"¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?", nos ayuda a
salir de nuestros espacios de tristeza y nos abre a los horizontes de la
alegría y de la esperanza. Aquella esperanza que remueve las piedras de los
sepulcros y anima a anunciar la Buena Nueva, capaz de generar vida nueva para
los otros. Repitamos esta frase del ángel para tenerla en el corazón y en la
memoria. Y después cada uno responda en silencio: ¿Por qué buscáis entre los
muertos al que está vivo? ¡Repitámosla! ¿Por qué buscáis entre los muertos al
que está vivo?
Pero mirad, hermanos y hermanas,
¡Él está vivo, está con nosotros! ¡No vayamos por tantos sepulcros que hoy te
prometen algo, belleza… y luego no te dan nada! ¡Él está vivo! ¡No busquemos
entre los muertos al que está vivo! Gracias.
(RED/IV)
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