lunes, 14 de abril de 2014

SEGUNDAS INTENCIONES


"Seis días antes de la Pascua fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado. Allí hicieron una cena en honor de Jesús. Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban a la mesa comiendo con él. María, tomando unos trescientos gramos de perfume de nardo puro, muy caro, perfumó los pies de Jesús y luego los secó con sus cabellos. Toda la casa se llenó del aroma del perfume. Entonces Judas Iscariote, uno de los discípulos, aquel que iba a traicionar a Jesús, dijo:

– ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios, para ayudar a los pobres?

Pero Judas no dijo esto porque le importasen los pobres, sino porque era ladrón y, como tenía a su cargo la bolsa del dinero, robaba del que allí ponían. Jesús le dijo:

– Déjala, porque ella estaba guardando el perfume para el día de mi entierro. A los pobres siempre los tendréis entre vosotros, pero a mí no siempre me tendréis.

Muchos judíos, al enterarse de que Jesús estaba en Betania, fueron allá, no solo por Jesús sino también por ver a Lázaro, a quien Jesús había resucitado. Entonces los jefes de los sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque por causa suya muchos judíos se separaban de ellos y creían en Jesús."

Aquí estamos ante el fragmento de las segundas intenciones. Judas que defiende a los pobres pensando en enriquecerse él. Los judíos que van a Betania, no por ver a Jesús, si no a Lázaro, para satisfacer su curiosidad. Y nosotros, que lo hemos interpretado a lo largo de los siglos para enriquecer a la Iglesia.

Jesús, aquí, defiende el amor de María. A Él, físicamente, ya no lo tendrá más. Por eso le permite que derrame su amor a sus pies en aquel perfume. Nosotros ya no lo tenemos físicamente, pero siempre lo tendremos en los pobres.

Ni este evangelio justifica el lujo de nuestros templos y sacristías, ni tampoco justifica nuestro enriquecimiento con la excusa de que así podemos ayudar mejor a los pobres.

Jesús lo que quiere es nuestra entrega, nuestro amor, nuestra donación. Y eso, como lo dice el evangelio en otro lugar, se hace dando de comer, de beber, vistiendo, curando, luchando por la justicia...El dinero es secundario.

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