martes, 8 de abril de 2014

¿CÓMO SERÁ EL CIELO?


¿Quién es, él nunca se ha hecho esta pregunta? Desde épocas pretéritas, todo el mundo creyente, se ha hecho esta pregunta porque es lógico que tengamos curiosidad, los que somos creyentes, por saber lo más posible acerca de cómo será nuestra futura vida y cómo será el cielo, del que tanto hemos escuchado que existe, pero exactamente nadie lo sabe. Lo que sí sabemos todos es que nadie ha vuelto para contárnoslo.

Lo más concreto que tenemos, dentro del desconocimiento, sobre cómo y cual será nuestra futura vida eterna, lo tenemos en las manifestaciones de San Pablo, que nos dice: “¿Que hay que gloriarse?, aunque no trae ninguna utilidad; pues vendré a las visiones y revelaciones del Señor. Sé de un hombre en Cristo, el cual hace catorce años, si en el cuerpo o fuera del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe, fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y sé que este hombre, en el cuerpo o fuera del cuerpo del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe, fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inefables que el hombre no puede pronunciar”. (2Co 12,2).

Y ya anteriormente en la primera epístola a los corintios, dejó San Pablo escrita la conocida referencia acerca del cielo, que nos dice así: “Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni la mente del hombre, pudo imaginar, cuales cosas tiene Dios preparadas para los que le aman”. (1Co 2,9). Desde estas palabras de San Pablo, se intuye una concepción más espiritual del cielos que nos espera, pues si bien nuestra alma perderá el cuerpo terrenal que ahora tenemos, este nos será sustituido por un nuevo cuerpo espiritualizado.

En la Biblia en el A.T. tenemos una concepción más materializada del cielo, que nos da el profeta Isaías cuando nos escribe: “17 Porque yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva, y no se volverá a recordar el pasado, ni vendrá siquiera a las mentes. 18 Y habrá alegría y algazara eterna por lo que yo voy a crear. Pues yo voy a crear para Jerusalén alegría, y para su pueblo regocijo. 19 Sí; me alegraré en Jerusalén, me regocijaré en mi pueblo, y ya nunca se oirá en ella voz de llanto ni grito de lamento. 20 Ya no habrá allí recién nacido que viva sólo pocos días, ni anciano que no culmine sus años, sino que morir a los cien años será morir joven y no llegar a los cien años será señal de maldición. 21 Harán entonces casas y habitarán en ellas, plantarán viñas y comerán sus frutos”. (Is. 65,17-21).

            Es indudable, que a los pueblos antiguos, les era muy difícil anteponer el orden espiritual sobre el orden material, que es lo que conocían y en el que vivían. El A.T. tiene una visión más antropomórfica y material de Dios, que la visión que Jesucristo, nos da de su Padre. Las palabras del Señor, con un sentido más espiritual las recoge San Juan, el discípulo predilecto, mucho mejor que los otros tres evangelistas sinópticos.

La diferencia entre un orden material y un orden superior espiritual, con la claridad que ahora tenemos, no disfrutaban de ella las personas que vivieron en la antigüedad. Es por ello que con frecuencia se mencione el cielo con la idea de un gran banquete de bodas y el mismo Jesús, empleó esta figura completamente material para hacerles comprender a sus oyentes cómo era el cielo, para que fuese comprendido por ellos, que estaban completamente materializados.

"1Tomó Jesús de nuevo la palabra y les habló en parábolas, diciendo: 2 El reino de los cielos es semejante a un rey que preparó el banquete de bodas a su hijo. 3 Envió a sus criados a llamar a los invitados a las bodas, pero estos no quisieron venir. 4 De nuevo envió a otros siervos, ordenándoles: Decid a los invitados: Mi comida está preparada; los becerros y cebones, muertos; todo esta pronto; venid a las bodas, 5 Pero ellos desdeñosos, se fueron, quien a su campo, quien a su negocio. 6 Otros, agarrando a los siervos, los ultrajaron y les dieron muerte. 7 El rey, montando en cólera, envió sus ejércitos, hizo matar a aquellos asesinos y dio su ciudad a las llamas. 8 Después dijo a sus siervos: El banquete esta dispuesto, pero los invitados no eran dignos. 9 Id, pues, a las salidas de los caminos, y a cuantos encontréis llamadlos a las bodas. 10 Salieron a los caminos los siervos y reunieron s cuantos encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas quedo llena de convidados. 11 Entrando el rey para ver a los que estaban a la mesa, vio allí a un hombre que no llevaba traje de boda, 12 y le dijo: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda? El enmudeció. 13 Entonces el rey dijo a sus ministros: Atadle de pies y manos y arrojadle a las tinieblas exteriores; allí habrá llanto y crujir de dientes. 14 Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos”. (Mt 22, 1-14). No dijo el Señor que el reino de los cielos, fuese así, sino que dijo que era semejante a… Es decir, el reino de los cielos, es pura espiritualidad, porque tanto Dios como los ángeles, son espíritus puros como los son nuestras almas. El problema para nosotros es que nuestras almas espirituales están dominadas por a materialidad de nuestros cuerpo, que continuamente le están pidiendo y exigiendo a nuestras almas, la satisfacción de sus tendencias desordenadas y apetitos materiales.

Nosotros tenemos dominada nuestra alma, por nuestro cuerpo, como consecuencia del pecado de nuestros primeros padres y esto nos determina una tendencia antropomórfica, es decir a querer ver e imaginar todo a través del cristal de nuestro cuerpo. Pensamos en Dios en los ángeles y en los santos y los imaginamos con sus cuerpos vestidos y con una visible aureola de santidad Todavía esto sería posible en el caso de los santos y en el de nuestro Señor Jesucristo, pues cuando estaban en este mundo disponían de cuerpo mortal. Pero en el caso de Dios Padre o en el del Espíritu Santo, estos pensamientos nuestros no tienen ningún sentido.

La primera condición básica para entender lo que es el cielo, es partir de un conocimiento de Dios hasta donde sea capaz de llegar nuestra mente y darnos cuenta de que el cielo es esencialmente Dios. Darnos cuenta de que Dios es un espíritu puro cuya esencia es el amor y del que emana una luz espiritual divina, que solo pueden captar, los sentidos de nuestras almas. Él es amor y solos amor (1Jn 4,16) y todo en Él tiene un carácter ilimitado ya sea su omnipotencia, su omnisciencia, pero sobre todo su amor, a todo lo por Él creado y nosotros somos criaturas creadas por Él, por razón de amor, para amar y ser amadas hasta unos límites inimaginables para nosotros. Y es ahí donde encontraremos nuestra eterna felicidad, una felicidad para la cual hemos sido creados, y tal como nos dice San Agustín: Señor, me has creado para Ti, y mi corazón está inquieto hasta que descanse en Ti.

            Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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