Cuando el P. Luis González S. I. nos explicaba a
jóvenes Sacerdotes los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, como preámbulo a
la meditación del infierno nos contó el siguiente suceso acaecido a una
familia, amiga suya.
Uno de los hijos pequeños había observado que su
madre guardaba el azúcar en el armario que había encima de cocina. El ansia de
comer el azúcar sin que su madre se enterara, le llevó a agudizar el ingenio.
Un día, después de que su madre terminara de cocinar, cuando la plancha de la
cocina estaba muy caliente, subido en una silla, intentó coger el bote del
azúcar. Como no llegaba bien, tras varios intentos, dio con la mano en la
plancha de la cocina. Se hizo una quemadura importante. Su madre le llevó al
médico y con el tratamiento conveniente, curó.
Pasaban los días, y el niño seguía llorando. Al ser
preguntado por su madre le respondió: “lloro porque no me duele y puedo
intentar de nuevo coger el azúcar y quemarme”.
El Papa ha participado en la Reunión de Oración por
las Víctimas de la mafia en la iglesia de San Gregorio VII, cerca del Vaticano.
Tras escuchar los saludos y la larga lista de todas víctimas de la mafia, duró
casi una hora, el Papa pronunció estas palabras: “Quisiera rezar con ustedes
–y lo hago de corazón- por todas las víctimas de las mafias. También hace pocos
días, cerca de Tarento, se ha perpetrado un delito que no ha tenido piedad ni
siquiera de un niño. Pero, al mismo tiempo, recemos juntos, todos, para pedir
la fuerza de ir adelante, de no desalentarnos, sino de seguir luchando contra
la corrupción. Y siento que no puedo terminar sin decir una palabra a los
grandes ausentes hoy, a los protagonistas ausentes: a los hombres y mujeres
mafiosas. ¡Por favor, cambien de vida, conviértanse, dejen de hacer el mal! Y
nosotros rezamos por ustedes: conviértanse. Lo pido de rodillas. Es por su
bien. Esta vida que ahora viven, no les dará placer, no les dará alegría, no
les dará felicidad. El poder, el dinero que ahora poseen de tantos negocios sucios,
de tantos hímenes mafiosos, es dinero ensangrentado, y no podrán llevarlo a la
otra vida. Conviértanse: aún es tiempo para no terminar en el infierno. Que es
lo les espera si continúan por ese camino. Ustedes han tenido un papá y una
mamá: piensen en ellos. Lloren un poco y conviértanse.”
Es un testimonio precioso que puede aplicarse a los
verdugos de tantas víctimas inocentes como existen en el mundo.
Pero lo que ha hecho rechinar los dientes ha sido
la regencia al infierno. Mentar al infierno en ciertos ambientes es como
nombrar a la bicha. Por eso ha causado sorpresa esta intervención del Papa.
Varias veces he indicado que este Papa se entiende
perfectamente desde los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Allí ha crecido
y allí ha mamado su espiritualidad. Quizás sea una sorpresa para más de uno
saber que san Ignacio la única verdad eterna que tiene meditación propia, al
final de la primera semana, es la del infierno. No habla ni del juicio,
ni de la muerte, ni de la gloria. Se añadieron a los Ejercicios porque
complementan el sentido de la meditación del infierno. “… para que si del
amor del Señor eterno me olvidare por mis faltas, al menos el temor de las
penas me ayude a no venir en pecado.” (65)
No olvidemos que forma parte del depósito de la fe
y que últimamente se recoge en los Grandes documentos de la Iglesia.: Concilio
Vaticano II, L. G. nº 48d, Credo del Papa Pablo VI, nº 28, Catecismo de la
Iglesia Católica nºs 1033-1037.
Por supuesto el texto del Papa sirve para los
hombres de la mafia y para cuantos podemos encontrarnos en la hora de la muerte
sin convertirnos al Señor.
El papa
Francisco no nos está defraudando. Nos está alentando a una espiritualidad
fuerte y profunda. Sin hipocresías y con una decisión entrañable por Jesucristo
el Señor.
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