La última pregunta que le hicieron los novios al
Papa tuvo una contestación más breve. No por ello menos importante. Les habló
de la celebración del matrimonio.
“Haced que sea una verdadera fiesta, porque ¡el
matrimonio es una fiesta, una fiesta cristiana, no una fiesta mundana! El
motivo más profundo de la alegría de aquel día lo indica el Evangelio de Juan:
¿recordáis el milagro de las bodas de Caná? En un cierto punto el vino se acaba
y la fiesta parece arruinada. Imaginaos la fiesta tomando té…No, ¡No va! ¡Sin
vino no hay fiesta! Por sugerencia de María, en aquel momento, Jesús se revela por
primera vez y da un signo: transforma el agua en vino y, haciendo eso, salva la
fiesta del desposorio. Cuanto ha sucedido en Caná, dos mil años atrás, sucede,
en realidad, en cada fiesta nupcial: eso que hace pleno y profundamente
verdadero vuestro matrimonio será la presencia del Señor que se revela y dona
su gracia. Es su presencia la que ofrece el ´ vino nuevo ´, y es Él el secreto
de la alegría plena, aquella que calienta realmente el corazón. ¡Es la
presencia de Jesús en aquella fiesta! ¡Pero que sea una bella fiesta, pero con
Jesús! ¡No con el espíritu del mundo! ¿No! ¡Aquello se siente cuando el señor
está allí!”
¿Cómo podremos restituir a la celebración de los
sacramentos su sentido cristiano y dejar aparcado el sentido mundano?
Para los contrayentes, los padres que celebran la
Confirmación o la Primera Comunión de sus hijos es casi imposible cortar el
sentido mundano que acompaña a estos Sacramentos. Han asistido a los mismos
acontecimientos de sus amigos y parientes. No quieren ser menos.
Aquí tenemos que desplegar una gran creatividad
obispos y sacerdotes apoyados en esta palabras del papa Francisco. Igual que
les recomendaba alegría, les insinuaba: “Al mismo tiempo, está bien que
vuestro matrimonio sea sobrio y haga resaltar aquello que es realmente
importante. Algunos están más preocupados por los signos exteriores, por el
banquete, por las fotografías, por la ropa, por las flores… Son cosas
importantes en en una fiesta, pero solo si son capaces de indicar el verdadero
motivo de vuestra alegría: aquella bendición del Señor sobre vuestro amor.
Haced de modo que, como el vino de Caná, los signos exteriores de vuestra
fiesta revelen la presencia del Señor yos recuerden a vosotros y a todos los
presentes el origen y el motivo de vuestra alegría en este día.”
¿Será posible tener un encuentro cordial con los
novios en el mismo salón de la Parroquia con un picoteo sobrio y variado
dedicando parte del donativo a Cáritas o a otro motivo fraterno? En algunos
colegios ha comenzado a tener las Primeras Comuniones un viernes por la tarde
al terminar el colegio con asistencia de los compañeros de clase, padres,
hermanos, abuelos y padrinos de bautismo. Con una colecta en beneficio de los
más necesitados. Sin duda existen más posibilidades. O rompemos moldes o el
mundo nos come lo más sagrado.
Termina el Papa con un consejo
precioso: “El matrimonio es también un trabajo de todos los días y podría
decir un trabajo artesanal, un trabajo de orfebrería; porque el marido tiene la
tarea de hacer más mujer a su mujer y la mujer tiene la tarea de hacer más
hombre a su marido. Crecer también en humanidad, como hombre y como mujer Pero
esto se hace entre vosotros. Esto se llama crecer juntos. ¡Pero no esto viene
del aire! El Señor lo bendice, pero viene de vuestras manos, de vuestras
actitudes, del modo de vivir, del modo de amarse. ¡Haceros crecer! Siempre
procurad que el otro crezca. Trabajad para esto. Y así, no sé, pienso en ti. Un
día irás por la calle de tu pueblo y la gente dirá: ´ ¡pero mira aquella, qué
linda mujer! ¡Qué fuerte! ¡Eh! ¡Con el marido que tiene se entiende! Y también
a ti: ´ Mira ese, mira cómo es. ¡Con la mujer que tiene, se entiende! Y es
esto, llegad a esto: haceros crecer juntos, el uno al otro. Y los hijos tendrán
una herencia de haber tenido un papá y una mamá que han crecido juntos,
haciéndose-el uno al otro- más hombre y más mujer.
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