«Sin resentimientos», dicen en la
Universidad de Comillas.
La
Universidad Pontificia de Comillas celebra su Semana Ignaciana con un ciclo de
conferencias que lleva por nombre “Jesuitas. Fundación y Restauración”.
“Fundación” porque la Compañía de Jesús cuenta desde el pasado 17 de diciembre
con un nuevo santo en sus filas, San Pedro Fabro, a quien Francisco canonizó
por una vía “express”, sin esperar un segundo milagro. Y “Restauración” porque
la Societate Iesu conmemora este 2014 el 200º aniversario de la bula Sollicitudo omnium ecclesiarum de
Pío VII en 1814, que la reintegró en la
Iglesia Católica después de 41 años de supresión.
TRAS 200 AÑOS, "SIN RESENTIMIENTOS"
Este lunes tuvo lugar la primera de las conferencias en la sede de Alberto Aguilera (Madrid) de la Pontificia. Los historiadores especializados Manuel Revuelta González S.J., y Henar Pizarro Llorente fueron los encargados de ilustrar a los asistentes acerca de la Restauración de la Compañía de Jesús. Presidió el acto el rector de Comillas, Julio Luis Martínez S.J., quien recordó la invitación del Padre General de la Compañía, Adolfo Nicolás, a repasar la Historia desde la oración y el discernimiento.
El rector declaró que esta mirada al pasado se debe realizar “huyendo de cualquier sombra de resentimiento, que no la tenemos”, a pesar de que “no siempre nos ha ido bien, al menos a los ojos humanos; en ocasiones las circunstancias han sido de sufrimiento”.
Julio Martínez alabó la autoridad académica de los dos ponentes; a Revuelta le presentó como una “grandísima autoridad en Historia de la Iglesia y de la Compañía de Jesús en particular”, y a Pizarro le felicitó por la organización de la exposición bibliográfica que puede observarse en el vestíbulo de la facultad, repleta de documentos históricos que, en sus propias palabras, “vale la pena ver al menos una vez en la vida”.
La profesora Henar Pizarro, profesora de Comillas y Directora del Servicio de Biblioteca, repasó los acontecimientos más relevantes que condujeron de la expulsión y supresión de los jesuitas a su Restauración.
“Durante la segunda mitad del siglo XVIII los jesuitas residentes en varios países europeos comenzaron a sufrir dificultades para poder desarrollar su vida y actividades, principalmente en las monarquías católicas identificadas con el modelo del despotismo ilustrado. A pesar de ello los jesuitas no fueron conscientes de las grandes amenazas que estaban en el ambiente antes de ser desterrados”, comenzó su relato.
EXPULSADOS DE PORTUGAL, ESPAÑA, NÁPOLES...
Así, recordó cómo los seguidores de San Ignacio fueron expulsados de Portugal en 1759; en Francia, donde estaban enfrentados con los jansenistas, fueron expulsados de sus casas, aunque no desterrados; en España el rey ilustrado Carlos III expulsó a 5.000 jesuitas mediante la Pragmática Sanción de 2 de abril de 1767; de Nápoles y Parma salieron en 1768…
Pizarro explica cómo el Rey de la Casa de Borbón no adujo “causas formales, entroncando esta decisión con el mantenimiento de la paz en sus territorios”.
En aquellos tiempos se les acusaba “de obedecer los dictados del Papa; de defender ciertas doctrinas, de ostentar demasiado poder y preeminencia social y política”, señala la historiadora.
Siendo estas expulsiones dolorosas para los jesuitas, “mucho más traumática”, apunta la profesora, fue la supresión de la Compañía por el Papa Clemente XIV.
En ese 1773 había 22.000 jesuitas en el mundo. Los enemigos de la orden habían encontrado “poderosos aliados dentro del seno de la Iglesia, especialmente entre congregaciones y órdenes”.
Con algunas de estas órdenes los jesuitas arrastraban antiguas rivalidades y querellas, por ejemplo los franciscanos, de los que formaba parte el propio Clemente XIV (por eso cuando Jorge Mario Bergoglio fue elegido Papa, un cardenal bromista le sugirió que escogiera el nombre de Clemente, como pequeña venganza; pero el argentino escogió el nombre del fundador de los franciscanos).
Los jesuitas sufrieron “muchas penalidades, no todos sobrevivieron; no siempre se les permitía tomar tierra, incluso el Papa se negó a que desembarcaran en sus dominios”.
PRUSIA Y RUSIA, NO CATÓLICAS, LES ACOGIERON
Pero a pesar de las adversidades la Compañía no desapareció del todo; dos monarcas no católicos, Federico II de Prusia, protestante, y Catalina II, La Grande, de Rusia, ortodoxa, quisieron seguir contando con la labor educativa de los jesuitas y les permitieron vivir en sus territorios, si bien el prusiano cedería años más tarde a las presiones borbónicas.
La exposición de Henar Pizarro culminó con la proyección de un vídeo (al ritmo del himno de San Ignacio en versión instrumental) que muestra ampliados los documentos de la exposición bibliográfica; entre ellos, copias certificadas de las bulas de supresión y de restauración, de la Pragmática Sanción, de las peticiones de restablecimiento, o de la oración que rezaban los jesuitas en Roma durante este tiempo.
LA MECHA HUMEANTE EN LAS CENIZAS
Por su parte, el prestigioso historiador jesuita Manuel Revuelta profundizó en el significado de esta historia. Más que de una “reconstrucción o reparación”, él prefiere hablar de una “renovación o reanimación de una existencia que nunca fue extinguida del todo; se asemeja al grano de mostaza que crece desde la pequeñez, a la mecha humeante que arde desde las cenizas, al brote renacido del árbol desgajado”.
Recordó que el cardenal Pacca comparó la Restauración de la Compañía con la imagen de Lázaro saliendo del sepulcro. Revuelta puntualizó la metáfora: “Solo que no fueron 4 días sino 41 años; y a diferencia de Lázaro la Compañía no se había muerto del todo; el Papa la libró de las ataduras de la mortaja para que pudiera andar de nuevo con plena libertad”.
También reflexionó sobre el “dinamismo histórico” de los acontecimientos. La bula de Pío VII fue, según explica, “el punto central, pero también el punto final de un proceso de restauración que ya había empezado previamente y el punto de partida de un proceso de crecimiento que continuará en años sucesivos”.
Este crecimiento no se produjo de una manera “repentina o brillante”, sino que el avance es “gradual, cauteloso, con altibajos y retrocesos”.
El historiador recuerda que para entonces “la Compañía restaurada es mínima, como la de San Ignacio; y se anuncia una historia conflictiva que va a durar el siglo XIX y buena parte del XX”.
UN HOBBY ESPAÑOL: SUPRIMIR LA COMPAÑÍA
Aquí cabe recordar que la orden fue suprimida cuatro veces más en España, como señaló Pizarro:
- en 1820 (con la revolución de Riego);
- en 1835 (con el Conde de Toreno);
- en 1868 (con la revolución Gloriosa);
- y en 1932 (con la Constitución de la II República).
El rey que más apoyó a los jesuitas en España fue Fernando VII. El padre Revuelta recuerda que el Padre General de la Compañía entre 1814 y 1820, el ruso Tadeusz Brzozowski, “ofreció mil misas por las intenciones” del monarca apodado El Deseado; y que “le consideraba, después de San Ignacio, el segundo padre de la Compañía en España” (lo cual motivó risas en el auditorio, presumiblemente por la implacable mala prensa del también llamado Rey Felón en España; su abuelo Carlos III, que expulsó a los jesuitas, tiene mucha mejor prensa que él).
Revuelta sopesó los hechos y elementos de la macrohistoria que condicionaron la microhistoria de la Compañía: las monarquías absolutistas de la segunda mitad del XVIII, con su “regalismo exacerbado”, la Revolución Francesa, cuya “reacción favoreció la creación de un pensamiento restauracionista en la última década del XVIII” y el imperio de Napoleón, que a principios de siglo XIX tuvo buenas relaciones con la Santa Sede y con Pío VII.
El profesor emérito de Comillas también distinguió cuatro “modelos de restauración” en los diferentes países, según su política religiosa, y señaló el modelo de EE.UU., único en el que se respetaba la libertad religiosa, como el que más favoreció la restauración y el inmediato avance de la Compañía.
Ambos ponentes señalaron el diario de Manuel Luengo, S.J., muerto en Barcelona en 1816, como una de las fuentes básicas para conocer de primera mano las experiencias de los jesuitas en este momento histórico. El voluminoso diario fue escrito a lo largo de 49 años, incluyendo los de supresión.
DE SAN PEDRO FABRO A LUTERO
Las conferencias del martes, miércoles y jueves abordaron la figura de San Pedro Fabro, compañero de San Ignacio de Loyola y de San Francisco Javier en París. El rector de Comillas comentó que el Papa Francisco comunicó al Padre General Adolfo Nicolás su “voluntad decidida de canonizar” al fundador saboyano durante el primer encuentro que mantuvieron tras su elección, el sábado 16 de marzo de 2013.
Finalmente, el viernes se realizó un cine fórum con la película Lutero, de Eric Till. Lo presenta el profesor titular de Historia del Cine y del Audiovisual de la Universidad Complutense de Madrid José Luis Sánchez Noriega. Con esta sesión se cerraron los actos de la Semana Ignaciana en la Universidad Pontificia de Comillas.
TRAS 200 AÑOS, "SIN RESENTIMIENTOS"
Este lunes tuvo lugar la primera de las conferencias en la sede de Alberto Aguilera (Madrid) de la Pontificia. Los historiadores especializados Manuel Revuelta González S.J., y Henar Pizarro Llorente fueron los encargados de ilustrar a los asistentes acerca de la Restauración de la Compañía de Jesús. Presidió el acto el rector de Comillas, Julio Luis Martínez S.J., quien recordó la invitación del Padre General de la Compañía, Adolfo Nicolás, a repasar la Historia desde la oración y el discernimiento.
El rector declaró que esta mirada al pasado se debe realizar “huyendo de cualquier sombra de resentimiento, que no la tenemos”, a pesar de que “no siempre nos ha ido bien, al menos a los ojos humanos; en ocasiones las circunstancias han sido de sufrimiento”.
Julio Martínez alabó la autoridad académica de los dos ponentes; a Revuelta le presentó como una “grandísima autoridad en Historia de la Iglesia y de la Compañía de Jesús en particular”, y a Pizarro le felicitó por la organización de la exposición bibliográfica que puede observarse en el vestíbulo de la facultad, repleta de documentos históricos que, en sus propias palabras, “vale la pena ver al menos una vez en la vida”.
La profesora Henar Pizarro, profesora de Comillas y Directora del Servicio de Biblioteca, repasó los acontecimientos más relevantes que condujeron de la expulsión y supresión de los jesuitas a su Restauración.
“Durante la segunda mitad del siglo XVIII los jesuitas residentes en varios países europeos comenzaron a sufrir dificultades para poder desarrollar su vida y actividades, principalmente en las monarquías católicas identificadas con el modelo del despotismo ilustrado. A pesar de ello los jesuitas no fueron conscientes de las grandes amenazas que estaban en el ambiente antes de ser desterrados”, comenzó su relato.
EXPULSADOS DE PORTUGAL, ESPAÑA, NÁPOLES...
Así, recordó cómo los seguidores de San Ignacio fueron expulsados de Portugal en 1759; en Francia, donde estaban enfrentados con los jansenistas, fueron expulsados de sus casas, aunque no desterrados; en España el rey ilustrado Carlos III expulsó a 5.000 jesuitas mediante la Pragmática Sanción de 2 de abril de 1767; de Nápoles y Parma salieron en 1768…
Pizarro explica cómo el Rey de la Casa de Borbón no adujo “causas formales, entroncando esta decisión con el mantenimiento de la paz en sus territorios”.
En aquellos tiempos se les acusaba “de obedecer los dictados del Papa; de defender ciertas doctrinas, de ostentar demasiado poder y preeminencia social y política”, señala la historiadora.
Siendo estas expulsiones dolorosas para los jesuitas, “mucho más traumática”, apunta la profesora, fue la supresión de la Compañía por el Papa Clemente XIV.
En ese 1773 había 22.000 jesuitas en el mundo. Los enemigos de la orden habían encontrado “poderosos aliados dentro del seno de la Iglesia, especialmente entre congregaciones y órdenes”.
Con algunas de estas órdenes los jesuitas arrastraban antiguas rivalidades y querellas, por ejemplo los franciscanos, de los que formaba parte el propio Clemente XIV (por eso cuando Jorge Mario Bergoglio fue elegido Papa, un cardenal bromista le sugirió que escogiera el nombre de Clemente, como pequeña venganza; pero el argentino escogió el nombre del fundador de los franciscanos).
Los jesuitas sufrieron “muchas penalidades, no todos sobrevivieron; no siempre se les permitía tomar tierra, incluso el Papa se negó a que desembarcaran en sus dominios”.
PRUSIA Y RUSIA, NO CATÓLICAS, LES ACOGIERON
Pero a pesar de las adversidades la Compañía no desapareció del todo; dos monarcas no católicos, Federico II de Prusia, protestante, y Catalina II, La Grande, de Rusia, ortodoxa, quisieron seguir contando con la labor educativa de los jesuitas y les permitieron vivir en sus territorios, si bien el prusiano cedería años más tarde a las presiones borbónicas.
La exposición de Henar Pizarro culminó con la proyección de un vídeo (al ritmo del himno de San Ignacio en versión instrumental) que muestra ampliados los documentos de la exposición bibliográfica; entre ellos, copias certificadas de las bulas de supresión y de restauración, de la Pragmática Sanción, de las peticiones de restablecimiento, o de la oración que rezaban los jesuitas en Roma durante este tiempo.
LA MECHA HUMEANTE EN LAS CENIZAS
Por su parte, el prestigioso historiador jesuita Manuel Revuelta profundizó en el significado de esta historia. Más que de una “reconstrucción o reparación”, él prefiere hablar de una “renovación o reanimación de una existencia que nunca fue extinguida del todo; se asemeja al grano de mostaza que crece desde la pequeñez, a la mecha humeante que arde desde las cenizas, al brote renacido del árbol desgajado”.
Recordó que el cardenal Pacca comparó la Restauración de la Compañía con la imagen de Lázaro saliendo del sepulcro. Revuelta puntualizó la metáfora: “Solo que no fueron 4 días sino 41 años; y a diferencia de Lázaro la Compañía no se había muerto del todo; el Papa la libró de las ataduras de la mortaja para que pudiera andar de nuevo con plena libertad”.
También reflexionó sobre el “dinamismo histórico” de los acontecimientos. La bula de Pío VII fue, según explica, “el punto central, pero también el punto final de un proceso de restauración que ya había empezado previamente y el punto de partida de un proceso de crecimiento que continuará en años sucesivos”.
Este crecimiento no se produjo de una manera “repentina o brillante”, sino que el avance es “gradual, cauteloso, con altibajos y retrocesos”.
El historiador recuerda que para entonces “la Compañía restaurada es mínima, como la de San Ignacio; y se anuncia una historia conflictiva que va a durar el siglo XIX y buena parte del XX”.
UN HOBBY ESPAÑOL: SUPRIMIR LA COMPAÑÍA
Aquí cabe recordar que la orden fue suprimida cuatro veces más en España, como señaló Pizarro:
- en 1820 (con la revolución de Riego);
- en 1835 (con el Conde de Toreno);
- en 1868 (con la revolución Gloriosa);
- y en 1932 (con la Constitución de la II República).
El rey que más apoyó a los jesuitas en España fue Fernando VII. El padre Revuelta recuerda que el Padre General de la Compañía entre 1814 y 1820, el ruso Tadeusz Brzozowski, “ofreció mil misas por las intenciones” del monarca apodado El Deseado; y que “le consideraba, después de San Ignacio, el segundo padre de la Compañía en España” (lo cual motivó risas en el auditorio, presumiblemente por la implacable mala prensa del también llamado Rey Felón en España; su abuelo Carlos III, que expulsó a los jesuitas, tiene mucha mejor prensa que él).
Revuelta sopesó los hechos y elementos de la macrohistoria que condicionaron la microhistoria de la Compañía: las monarquías absolutistas de la segunda mitad del XVIII, con su “regalismo exacerbado”, la Revolución Francesa, cuya “reacción favoreció la creación de un pensamiento restauracionista en la última década del XVIII” y el imperio de Napoleón, que a principios de siglo XIX tuvo buenas relaciones con la Santa Sede y con Pío VII.
El profesor emérito de Comillas también distinguió cuatro “modelos de restauración” en los diferentes países, según su política religiosa, y señaló el modelo de EE.UU., único en el que se respetaba la libertad religiosa, como el que más favoreció la restauración y el inmediato avance de la Compañía.
Ambos ponentes señalaron el diario de Manuel Luengo, S.J., muerto en Barcelona en 1816, como una de las fuentes básicas para conocer de primera mano las experiencias de los jesuitas en este momento histórico. El voluminoso diario fue escrito a lo largo de 49 años, incluyendo los de supresión.
DE SAN PEDRO FABRO A LUTERO
Las conferencias del martes, miércoles y jueves abordaron la figura de San Pedro Fabro, compañero de San Ignacio de Loyola y de San Francisco Javier en París. El rector de Comillas comentó que el Papa Francisco comunicó al Padre General Adolfo Nicolás su “voluntad decidida de canonizar” al fundador saboyano durante el primer encuentro que mantuvieron tras su elección, el sábado 16 de marzo de 2013.
Finalmente, el viernes se realizó un cine fórum con la película Lutero, de Eric Till. Lo presenta el profesor titular de Historia del Cine y del Audiovisual de la Universidad Complutense de Madrid José Luis Sánchez Noriega. Con esta sesión se cerraron los actos de la Semana Ignaciana en la Universidad Pontificia de Comillas.
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