Más de
una vez…, en otras glosas hemos escrito, que el amor es el Todo de todo y ello
es así, sencillamente, porque Dios es amor y sólo amor (1Jn 4,16). Su esencia
su naturaleza, la naturaleza de Dios, es amor, sólo amor y nada más que amor. Y
siendo esto así, es lógico de ver y comprender que sólo Dios es capaz de
generar amor. Él es la única fuente, de dónde mana todo el amor que existe,
todo el amor que conocemos, tanto el sobrenatural, es decir el que directamente
proviene de Dios mismo, como el humano del que nosotros disponemos y sólo es un
mero y pobre reflejo del amor sobrenatural divino.
Nos dice
San Juan evangelista. “Nosotros
amamos, porque él nos amó primero”. (1Jn 4,19). En esta afirmación de San Juan,
comprendemos perfectamente, cuál es el origen del amor humano, de esa capacidad
que tenemos para amar y que se nos concede como reflejo el amor Sobrenatural o
divino, que es el único amor existente, porque Dios es solo uno e inmutable. Y
escrito esto, señalemos cuales son las características de estas dos clases de
amores.
Lo primero que hay que destacar es que el amor
sobrenatural, tiene tres características importantes, amén de otras varias de
las cuales carece el amor humano, y estas son: Primeramente su perfección, en
segundo lugar su intensidad y en tercer lugar su inmutabilidad e ilimitud o
carencia de límites. Las tres características emanan de la misma esencia de
Dios y son solo atribuibles al amor sobrenatural, no del humano. pues el amor
humano carece de ellas, como más adelante podemos ver.
El amor sobrenatural es perfecto, porque emana de la
suma perfección que es Dios mismo. Fue Nuestro Señor el que nos dejó dicho: “Sed perfectos como mi Padre celestial es
perfecto”. (Mt 5,48). Si nos miramos a nosotros mismos y miramos a nuestro
alrededor, enseguida nos damos cuenta de que los hombres, unos más y otros
menos, pero todos carecemos de perfección. Quizás el género humano haya
avanzado algo hacia la perfección, desde el momento en que el Señor, pronunció
estas palabras, pero sobre este tema ha división de opiniones y mientras unos
piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor del que ahora vivimos, también
hay personas que son más optimistas y piensan que la humanidad se acerca hoy en
día más a los postulado evangélicos. ¡Esto solo Dios lo sabe!
De lo que no podemos dudar, es de que Dios es la Suma
perfección, y esta perfección la tiene el amor sobrenatural que Él nos genera,
que es a su vez perfecto, cualidad esta que no tiene el amor humano, Nuestro
amor humano, es variable, porque variables somos todos nosotros, unos más y
otros menos y generalmente nuestros amores humanos son siempre interesados y
están a la búsqueda de una compensación que hasta puede llegar a ser pecaminosamente
por dinero.
Nuestro amor humano, siempre será más perfecto en
cuanto más amemos a Dios, incluso si somos capaces de amar a los demás solo en
función del amor a Dios, pues si amamos, por ejemplo por razones humanitarias
exclusivamente marginado a Dios, estamos cayendo en una absurda filantropía. La
perfección de nuestro amor humano, para que sea esta lo más posible, ha de
pasar siempre por el tamiz del previo amor a Dios, lo contrario es auto
engañarse.
En segundo lugar, está el tema de la intensidad con la
que ama Dios y pobre intensidad que somos capaces de desarrollar nosotros. Más
de una vez hemos escuchado el término: Fuego
del amor de Dios. Efectivamente el amor de Dios es un fugo abrasador. El
Señor decía: "49 He venido a arrojar
un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido! 50 Con
un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se
cumpla! 51 « ¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo
aseguro, sino división. 52 Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán
divididos; tres contra dos, y dos contra tres; 53 estarán divididos el padre
contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija
contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra”.
(Lc 12,49-53). El fuego del amor de Dios, abrasa pero también divide entre los
que lo sienten y los que lo ignoran.
Jean Lafrance sobre este tema escribe diciendo: “Dios es un fuego devorador, un fuego que
consume. Transforma en Él todo lo que toca. No se puede pretender acercarse a
Dios sin dejarse devorar por este fuego. Por eso la oración es una aventura
peligrosa”. Dichosos aquello que en vida en este mundo, siente abrasarse en
el fuego del amor divino, porque sus reatos de culpa se esfumarán. El fuego del
Amor divino, es más santificante que el del purgatorio”. Escribía Santa Teresa
de Lisieux”. Es difícil que un alma que
vive el fuego del amor divino, tena que pasar por el purgatorio, pues ella está
penamente purificada.
Por su parte Lewis C,S, escribía: “El amor de Dios es un fuego voraz, es el amor creador de los mundos,
tenaz como el amor del artista por su obra, despótico como el del hombre por el
perro, providente y venerable como el del padre por su hijo, celoso, inflexible
y exigente como el amor entre los sexos. Desconozco cómo es posible un amor
así. Explicar porque las criaturas especialmente las humanas, poseen un amor
tan prodigioso a los ojos del Salvador, es algo superior a las posibilidades de
la razón”. Y Slawomir Biela también escribe diciendo: “El fuego del amor
divino, del que nos habla San Juan de la Cruz, es el fuego que ilumina al
hombre y que con su luz le descubre aquellas zonas de oscuridad y de mal que
hay en él… Si los dos pilares de la vida interior son en ti algo superficial y
exterior, no te engañes al pensar en tu vida espiritual. Si no son profundas tu
contrición y tu gratitud, es señal de que apenas estás comenzando tu vida
interior”.
La tercera característica es fruto de la condición de
Dios, que es un Ser carente de limites e inmutable Dios es el único Ser carente
de límites, no puede haber dos naturalezas carentes de límites o infinitas,
pues si la hubiera una estaría limitada por el hecho de no ser la otra y por no
poder tener poder sobre ella. Por tanto la naturaleza carente de límites o
infinita solo es la propia de la Santísima Trinidad y si el Hijo o el Espíritu
Santo tienen una naturaleza infinita, esta será la misma que la del Padre. La
ilimitud o infinidad divina, afecta totalmente al amor sobrenatural que emana
solo de Dios, porque lo impregna de esa carencia de límites que tiene todo lo
divino. El amor de Dios a sus criaturas carece de límites y es inimaginable
para nosotros. El amor humano jamás podrá gozar de esa cualidad de infinidad.
Es lógico que así sea, porque nunca una parte puede alcanzar el tamaño del todo
al que pertenece.
Mi más cordial saludo lector y el
deseo de que Dios te bendiga.
Juan del
Carmelo
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