Alguna vez he pensado meterme en este fregao:
responder a un post de otro Blogger de ReL, no con un comentario, sino
con otro post. Me ha pasado con varios bloggers, a quienes sigo con admiración,
respeto y profundo sentimiento de comunión, pero con los que a veces disiento.
Si no lo he hecho antes es para no generar polémica, para no “auparme” sobre el
éxito de otros y, sobre todo, para no crear mal rollo. “¡No te metas en
jardines, que a ti te pueden dar pal pelo (aunque no tengas), por zote y por
torpe; que la mayoría de los bloggers te dan sopas con ondas en todo!”, he
pensado un millón de veces. Y lo sigo pensando, que conste…Pero como creo que
el escritor y periodista José María
Zavala es un hombre bien formado
y sensato, y sobre todo un hombre de Iglesia, creo que no se molestará
si discrepo desde esta modesta tribuna digital, de lo que él ha expuesto en la
suya. Me refiero a su artículo Divorciados y falsa
misericordia.
Cuando aborda el tema de las rupturas matrimoniales, los divorcios y
las nulidades, parte de una tesis que comparto y que me comentó el padre
Federico Lombardi, Portavoz de la Santa Sede, en una entrevista en exclusiva
que publicamos Alfa y
Omega y de la que me hice eco en este mismo blog (en este artículo). A saber, y en palabras de
Lombardi, que “se habla de la misericordia como si la misericordia pudiera
disculparlo todo y amparar el relativismo”. O sea, que también en el tema del
matrimonio, “el punto más de riesgo es entender la misericordia de Dios como
algo relativista”, que decía el Portavoz vaticano. Algo que comparte Zavala,
cuando dice que nadie debe escudarse en una falsa misericordia para comulgar en
pecado mortal, como hacen los divorciados que viven maritalmente con otra
pareja. “Los divorciados vueltos a casar tienen siempre abiertas las puertas
del confesonario, pero no deben comulgar mientras exista el
vínculo matrimonial con la única persona que es su esposo o esposa ante Dios”,
dice entre otras cosas. Y da razones interesantes, en la que no entro para no
alargarme demasiado.
Ahora bien. Añade mi compañero Blogger que la salida para estos casos
es la nulidad matrimonial. Y eso es un
error mayúsculo.
La nulidad NO es deshacer un sacramento, sino confirmar que no se
había producido de forma válida. Es decir, la Iglesia, con las nulidades
matrimoniales, no crea
algo nuevo (una ruptura legal) sino que certifica que algo no se produjo. No ejecuta, sino que
comprueba. No inventa, sino que
confirma. No redacta, sino que revisa. No genera, sino que investiga. Es
decir: no proyecta para el futuro un
nuevo estatus de vida de la persona, sino que indaga en el pasado para
verificar si algo no se produjo de verdad, o sea, si fue inválido el sacramento.
Para entendernos: La nulidad matrimonial NO es un divorcio para católicos.
Lo repito: La nulidad matrimonial NO
es un divorcio para católicos. Y lo vuelvo a repetir: La nulidad matrimonial NO es un
divorcio para católicos. Esa figura NO existe en el Derecho canónico, y tampoco debería existir en la
práctica pastoral. Porque se trataría de un fraude ante Dios y ante los
cónyuges, de una traición a la palabra dada ante Él y ante los hombres. Si una
persona se ha casado bien casada por la Iglesia, y por su pecado o el del otro
echa a perder la riqueza de su matrimonio, no podemos decir que no ha pasado
nada. Si te partes la cabeza, necesitas un buen tratamiento, no negar la
fractura. Los pecados, como los errores, tienen sus consecuencias. Que hay que
saber iluminar desde la Palabra y el Amor de Dios, y desde la verdad humana. Si
uno no reconoce la verdad, ¿cómo va a poder enfrentarse correctamente a su
vida? ¿Es que tenemos que tratar con niños incapaces a quienes son adultos y
están llamados a ser santos? ¿Un cáncer se cura por negar la enfermedad? ¿Se
aprueba una asignatura por negar que se ha suspendido? ¿Amanece de noche por
decir que es de día?
Cosa diferente es
que muchos matrimonios por la Iglesia sean, en realidad, nulos. Por inmadurez de los novios, por presiones de mil y un tipos, por
condicionantes afectivos, etc. Pero los que son válidos, no se pueden anular
por que sí. ¿Esto causa dolor? ¡Muchísimo! ¿Hay que acompañarlo? ¡Por supuesto!
Pero evitar vivir en y desde la verdad para evitar sentir dolor, no sólo no
cura la herida sino que puede agravar la situación.
Por eso, lo que defiende José María Zavala,
que es lo que muchos, muchísimos católicos –incluso sacerdotes– proponen en
ciertos casos, nace del mismo buenismo irreal, irresponsable e inmaduro que
lleva a otros a decir “tú comulga, que Dios tendrá misericordia de ti”.
Seguro que Zavala no lo ha hecho con esta intención (no es ni buenista, ni
irresponsable, ni inmaduro), pero me parece de justicia hacer notar su error
–que no es pequeño–, respondiendo a un post con otro post.
Dicho lo cual, mando un afectuoso saludo a mi compañero Blogger.
José Antonio Méndez
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