jueves, 27 de febrero de 2014

¿MODERNO EL ABORTO?...



Aborto legal: la URSS lo inventó, Occidente lo consagra.

El aborto legal no es moderno ni democrático: es un invento comunista, y la URSS de Lenin fue el primer país occidental en legalizarlo.

Mantener el aborto legal es mantener una bárbara práctica de la época de los genocidios.

El gran legado de Lenin para Occidente ha sido el aborto. La URSS ya se fue. El aborto legal se ha quedado.

En el libro de 1990 de Rudolph Rummel Lethal Politics: Soviet Genocide and Mass Murder Since 1917, se calcula que el Terror Rojo bajo el gobierno de Lenin (de 1918 a 1922) pudo dejar 1 millón de muertos. Son cifras matizables. Pero ya nadie reivindica seguir practicando más "Terror Rojo" y en cambio se mantiene y extiende el aborto. Eso es dejar un legado. Eso es lo que Occidente "hace suyo" y quiere exportar a Hispanoamérica.

Para entender lo que Lenin pensaba e implementó sobre el aborto acudimos al libro de Aleksander Maysurián Grani Revolutsii (“Facetas de la Revolución”, en ruso en http://leninism.su/books/3599-drugoj-lenin.html?start=13 ).

EL ABORTO, UN "DERECHO"... LENIN DIXIT
Los bolcheviques fueron los primeros en Europa en legalizar los abortos. Lenin aún en 1913 se pronunciaba por la “abolición incondicional de todas las leyes persecutorias del aborto”. Clasificaba el derecho a abortar como “verdades básicas de los derechos democráticos del ciudadano y ciudadana”.

(Así, lo de llamar al aborto "derecho" es una práctica leninista, no algo que figure en la Declaración de Derechos Humanos).

El 18 de noviembre de 1920 Lenin firmó el decreto que permitió el aborto. A partir de entonces, todas las mujeres obtuvieron el derecho de interrumpir artificialmente su embarazo durante los primeros tres meses.

TROTSKY LO COMPARÓ A SACRIFICIOS HUMANOS
No todos los comunistas estaban a favor, apunta Maysurián. León Trotsky consideraba en esas fechas que en el futuro (se refiere al “futuro luminoso” próspero y mítico de la sociedad sin clases) “la misma idea de legalización sobre el aborto y divorcio sonará poco mejor que los recuerdos sobre los lupanares o sacrificios humanos”.

La prensa de la URSS en esos años 20 trató el tema con cierta libertad, no siempre a favor del aborto. Algunos periodistas, alarmados, temían que estallase una “pandemia abortera”. A veces el tema del aborto se compaginaba con otro tema en boga: el ateísmo. Así, en 1924, en la viñeta de Konstantín Gotov en la revista satírica “Krokodil”, la Virgen María, embarazada, miraba la cartelera callejera que anunciaba el espectáculo de la época “El Aborto”. La Madre de Dios se lamentaba: “Ojalá lo hubiera sabido…”

“Hay que decir que la mofa barata resultó ser de doble filo y pronto se convirtió en un chiste muy aplicable a las madres de los líderes del Estado soviético”, comenta Maysurián.

Curiosamente, a pesar del nuevo derecho soviético al aborto, la natalidad en la Rusia Roja de los 20 crecía. Su principal explicación era el famoso permiso de maternidad para las mujeres, que hasta ahora se llama “vacaciones del decreto”, que abarcaba los dos últimos meses de gestación y los primeros mes y medio después del parto.

Durante todo este período la mujer cobraba el total de su sueldo. En 1920 por cada mil de habitantes, en las ciudades rusas nacieron 21,7 niños, en 1923 (con el aborto legalizado), 35,3. En 1927, por cada mil de personas nacían 45 bebés.

ABORTISMO ANTES DE LENIN: COLADEROS
Por supuesto, hubo abortismo antes de Lenin. Todas las corrientes eugenésicas y pragmáticas que recorrían EEUU, los países nórdicos, las sociedades eugenésicas, parte de la clase médica… todo lo que en Alemania se convertiría luego en la “medicina nazi”, se vendía como lo más humano y moderno. Muchos se negaban a comprar este producto. Y otras veces, en el debate bioético de hace 100 años se daban ribetes que hoy nos pueden asombrar.

Una autora que ha estudiado esa “pre-historia” del aborto es Irene Vasílievna Siluyánova (en http://www.r-komitet.ru/zdravie/abort-sil.htm ). Esto es lo que ella explica.

¿Cuál fue la peculiaridad del tratamiento del tema del aborto en la clase médica rusa? Hay que decir que los médicos rusos, antes de 1917, discutieron muy vivamente este tema. Todos los periódicos y revistas se llenaron de artículos de médicos rusos que escudriñaban el problema. En 1900, a principios del siglo, el doctor Kotumskiy escribió: “El ginecólogo no tiene derecho, ni legal ni moral, a practicar una embriotomía de un feto vivo”. En 1911, el doctor Shabad consideraba que el aborto era un mal social.

Siluyánova constata la paradoja de que este mismo doctor Shahad fue el primero en buscar “coladeros” y “excusas” para el aborto despenalizado (en una sociedad con una obstetricia muchísimo más rudimentaria que la que tenemos en el siglo XXI). Y lo hizo recurriendo a Maimónides, el médico y teólogo judío medieval, un español que sentó cátedra desde Egipto.

En los casos de grave peligro de muerte para la madre, los médicos recurrían a la siguiente idea cristiana (Siluyánova específica “católica”): “más vale la vida eterna del bebé que la vida terrenal de la madre”. Era importante poder bautizar al bebé y salvar su alma. Los médicos tenían claro que todos morimos, y lo importante es no matar.

Shahad, de origen judío, ese año 1911 citó a Maimónides que enseñaba: “no tener piedad para con el atacante”. Y el Dr. Shabad entendió este principio como un permiso para poder matar al hijo en el seno materno si se practica para salvar la vida de la madre: el bebé sería equivalente a “un atacante”. Ese aborto concreto, según Shabad, no sería criminal y no debía ser penalizado. De tal forma, en 1911, la discusión ética llegó a ser muy fuerte.

¿DISTINGUIR LO LEGAL Y LO ÉTICO?
Hoy, muchos dicen que en el 12º Congreso médico Pirogov en 1913, cuatro años antes de que los bolcheviques tomaran el poder, la clase médica rusa ya estaba a favor del aborto legal. Pero Siluyánova lo matiza mucho.

“A menudo, en la literatura actual, los resultados de este congreso se tergiversan. En el 12º Congreso Pirogov de 1913 no hubo ningún médico que dudara de la inmoralidad de esta práctica. Citaré una frase del informe estenográfico de este congreso: “Malparto criminal, infanticidio, utilización de medios anticonceptivos, es un síntoma de la enfermedad [moral] de la humanidad contemporánea”.

Los médicos rusos, y el estenograma lo confirma, se mostraban alarmados ante la formación de una clase específica de profesionales “matafetos”. Los llamaban de una forma poco agradable: “vykidyshny dyel masterami”, difícil de traducir, algo así como “maestros artífices del matar niños por nacer”.

Incluso hoy, en la España de 2014, los que practican abortos son una subclase médica muy especializada y concreta, mal vista por los compañeros, que gastan sus grandes ganancias en comprar algo de respetabilidad colegial y delegar muchos abortos en estudiantes pobres y en prácticas.

Así hablaba el profesor Vygodskiy, según el mismo estenograma: “Debe ser conservado el punto de vista sobre el malparto artificial como un mal y asesinato. Dedicarse profesionalmente a practicar extirpaciones fetales es inadmisible para un médico”.

El profesor Verigo proponía una matización: no penalizar el aborto “sin ánimo de lucro”. “Cada aborto practicado por un médico a cambio de remuneración, ha de ser castigado, mientras que un aborto, practicado por un médico sin ánimo de lucro, ha de ser despenalizado”.

Mucho más avispado y hasta profético, otro médico, el doctor Shpankov escribió: “Existe una ligazón innegable entre la cultura contemporánea y la disminución del valor de la vida. El aborto y suicidio son manifestaciones del mismo orden”.

¡Poco podía prever él lo poco que iba a valer la vida humana en Rusia y toda Europa en los siguientes 40 años!

Una cita más del Congreso, emotiva e importante: “Ningún médico que se aprecie, que entienda correctamente las tareas de la medicina, practicará un aborto exclusivamente según el deseo de la mujer. Al contrario, se guiará por las indicaciones médicas. Nosotros los médicos siempre respetaremos el mandamiento de Hipócrates de que la medicina sirve para conservar y alargar la vida humana y no para destruirla aunque sea en estado embrionario”.

En las actuales sociedades médicas españolas, ¿qué autoridad colegial firmaría hoy una frase así, pre-soviética? Hoy en España es más fácil encontrar burócratas colegiales que firmen las frases de Lenin que publicaremos un poco más abajo.

Lo cierto es que en 1913, en el Congreso Pigorov, el cien por cien de los médicos consideraban inmoral el aborto, pero un porcentaje consideraba que se podía despenalizar la práctica –solían pensar en casos extremos de emergencia médica- y nunca con ánimo de lucro.

En la práctica, este coladero separó el tema de lo moral del de lo legal: en los documentos finales del congreso, estos dos aspectos están nítidamente divididos.

Pero el debate de 1913 no estaba improvisado. Ya en años anteriores se había debatido el aborto provocado, o como lo llamaban entonces, los “malpartos artificiales”.

¿Y LENIN QUE DICE DE ESTO?
Precisamente de eso escribía Lenin en “Pravda” ese 1913, remitiéndose a fuentes anteriores, el congreso Pirogov de 1887, lleno de maltusianismo y ya de mentalidad anticonceptiva.

El artículo de Lenin sobre el aborto en 1913 (cuando él todavía no era un asesino de masas y Europa aún no se desangraba en la Gran Guerra) es curioso: defiende el aborto, pero critica la anticoncepción. La anticoncepción es burguesa, dice, consiste en tener “la parejita” y que no nazcan más. Demasiada gente lleva a la revolución, temen los burgueses.

“Somos unos enemigos acérrimos del neomaltusianismo, esa corriente de una parejita aburguesada, encorsetada y egoísta, que balbucea, miedosa: que dios nos permita mantenernos a flote, pero no necesitamos hijos…”, escribía Lenin, que enfermo de sífilis nunca tuvo hijos.

Pero el aborto ilegal, añade, es hipócrita, una hipocresía burguesa. Así que debe ser legalizado… y no piensa más en el asunto ni en la calidad humana del feto. Y escribe: “eso no nos impide exigir una abolición incondicional de todas las leyes persecutorias del aborto o de la difusión de los trabajos médicos sobre la anticoncepción y etc.”

El resultado es que un siglo después, Rusia, el país más grande del mundo, con extensiones infinitas sin poblar y vecina de la pobladísima China, está perdiendo población, cada mujer rusa de cierta edad ha sufrido entre 3 y 6 abortos provocados, y los niños rusos que se educan con su padre en casa son una minoría.

Algunos están celebrando el 90 aniversario de su muerte... a través del abortismo sigue vivo en nuestros parlamentos

Puesto que la ideología abortista es hoy hegemónica en muchos parlamentos… y empezó siéndolo en la URSS y la mente de Lenin, nos parece educativo copiar íntegro su artículo de Pravda, un artículo que ha cumplido 101 años, y marcaba las líneas del abortismo (llamarlo "derecho", por ejemplo)… y algunas de sus contradicciones internas. (Respecto a su descripción del Congreso Pigorov de 1887, tampoco hay que creer que sea especialmente verídica ni documentada)

CLASE OBRERA Y NEOMALTUSIANISMO, POR VLADIMIR ILYCH, “LENIN”
Escrito el 6(19) de junio de 1913 - Publicado el 16 de junio de 1913 en el “Pravda” Nº 137

En el congreso Pirogov de los médicos del 1887, mucho interés y muchos debates se centraron en la cuestión del aborto, o sea, realización de malpartos artificiales. El conferenciante Lichkus aportó los datos de una gran difusión del la extirpación del feto en los así llamados países cultos de nuestro tiempo.

En Nueva York en un año hubo 80.000 malpartos artificiales, en Francia, los hay 36.000 al mes. En Petersburgo, en los últimos 5 años el porcentaje de los malpartos artificiales más que se ha doblado.

El congreso de médicos Pirogov tomó la resolución de que nunca ha de tener lugar una persecución penal de las madres por un aborto provocado, y los médicos sólo deberían enjuiciarse en caso de tener “propósitos de lucro”.

En los debates, la mayoría se pronunció a favor de la despenalización del aborto, y, lógico, fue tocada la cuestión sobre así llamado neomaltusianismo (métodos anticonceptivos artificiales), tratando, además, la parte social del asunto. Por ejemplo, el Sr. Vigdorchik, según publicó “Russkoye Slovo”, manifestaba que “había que acoger las medidas que protejan de la concepción”, y el Sr. Astraján exclamaba, recibiendo una ovación:

“¡Tenemos que convencer a las madres parir hijos, para que los mutilasen en los centros docentes, para que los echasen a suerte, para que los empujasen a suicidarse!”

Si la noticia sobre la ovación que fue respuesta a la exclamación de Astraján es cierta, no me asombra. Los espectadores eran unos burgueses, pequeños y medianos, con una psicología burguesa. ¿Qué otra cosa era de esperar de ellos más allá del liberalismo más vulgar?

Pero desde el punto de vista de la clase obrera, acaso será posible encontrar una demostración más gráfica de todo lo reaccionario y miserable que es el “neomaltusianismo social” que la citada frase de Astraján.

“… Parir hijos para que los mutilasen…” ¿Sólo para eso? ¿Por qué no para que ellos mejor, más unidos, más conscientemente, con mayor decisión que la nuestra luchas en contra las condiciones de vida actuales que mutilan y matan nuestra generación?

Precisamente aquí radica la diferencia más profunda de la psicología de un campesino, artesano, intelectual, un pequeño burgués en general, de la psicología de un proletario. Un pequeño burgués ve que está acabándose, que la vida se hace más insoportable, la lucha por supervivencia más atroz, la situación de su familia más desesperada. Es un hecho irrefutable. Y el pequeño burgués protesta contra todo esto.

Pero, ¿cómo protesta?

Protesta como un representante de una clase irreversiblemente moribunda, desesperada de su futuro, acorralada y cobarde. No hay nada que hacer, al menos tengamos menos hijos sufrientes de nuestra desgracia y suplicio, de nuestra miseria y nuestra humillación ese es el grito del pequeño burgués.

Un obrero consciente está infinitamente lejos de este punto de vista. No dejará ofuscarse con tales chillidos, aunque sean muy sinceros y sufridos. Sí, nosotros los obreros, y una masa de pequeños propietarios, llevamos una vida llena de un yugo insoportable y sufrimiento. Nuestra generación tiene peor carga que nuestros padres. Pero en algo somos mucho más felices que nuestros padres. Aprendimos y seguimos aprendiendo rápidamente a luchar- y no en soledad, como lo hacían los mejores de nuestros padres, no en nombre de las ajenas a nuestro interior consignas de los charlatanes burgueses, sino en nombre de nuestras propias consignas, las consignas de nuestra clase. Luchamos mejor que nuestros padres. Nuestros hijos lucharán aún mejor, y vencerán.

La clase obrera no muere sino crece, se afirma, se afianza, se unifica, se instruye y se templa en la lucha. Nosotros somos unos pesimistas respecto a la esclavitud, capitalismo y pequeña industria, pero somos unos ardientes optimistas respecto al movimiento obrero y sus fines. Ya estamos echando cimientos de nuevo edificio que acabarán nuestros hijos.

Y es por eso – y sólo por eso – somos unos enemigos acérrimos del neomaltusianismo, esa corriente de una parejita aburguesada, encorsetada y egoísta, que balbucea, miedosa: que dios nos permita mantenernos a flote, pero no necesitamos hijos.

Desde luego, eso no nos impide exigir una abolición incondicional de todas las leyes persecutorias del aborto o de la difusión de los trabajos médicos sobre la anticoncepción y etc. Tales leyes no son otra cosa que la hipocresía de las clases opresoras. Esas leyes no curan las enfermedades del capitalismo sino las convierte en unas especialmente corrosivas, pesadas para las masas oprimidas. Una cosa es la libertad de la propaganda médica y protección de las verdades básicas de los derechos democráticos del ciudadano y ciudadana. Y otra cosa es la doctrina social del neomaltusianismo. Los obreros consientes siempre lucharán sin piedad contra las tentativas de subyugar con esta doctrina cobarde y reaccionaria a la clase más vanguardista, más fuerte, la más preparada para realizar grandes cambios de la sociedad contemporánea.

Escrito el 6(19) de junio de 1913 - Publicado el 16 de junio de 1913 en el “Pravda” Nº 137

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