LA SANGRE
EL
ESPÍRITU SANTO, LA VIDA Y LA SANTA CENA
La Sangre de Cristo nos limpia de todo
pecado. 1Juan 1:7. La Sangre del Hijo de Dios es la esencia misma de la Pascua,
de la pasión de Cristo, del sacrificio del Cordero de Dios que quita el pecado
del mundo. La fe en Su Sangre, que tiene poder para limpiarnos de todo pecado,
es la puerta a la salvación eterna de nuestras almas. Por la fe, pues, recibimos el bautismo del Espíritu Santo, la
Vida Eterna y recibimos un legado en la Santa Cena, anunciar que está vivo, que
Jesucristo vive ahora. Anunciamos Su muerte y resurrección en memoria de
nuestro amado Señor Jesucristo, hasta que Él venga de nuevo en gloria para
establecer Su Reino eternamente. Será entonces cuando tomaremos la Santa Cena
con Él en el Reino de Dios. Y aquél que tome la Santa Cena sin discernir el
Cuerpo de Cristo, juicio come y bebe para sí mismo. Con estas afirmaciones, las
Sagradas Escrituras nos revelan las Palabras del Mesías Yahshua, nuestro Señor
Jesucristo, en Su compromiso con la humanidad, hasta el punto de firmar el
Nuevo Pacto con Su Sangre, la cual clama mejor que la de Abel. Sí, la Sangre de
Cristo clama y es nuestra vestidura, clama estando sobre nosotros, por la cual
somos reconocidos por el Padre como sus hijos. Al mismo tiempo, por esta
vestidura somos reconocidos por el enemigo como discípulos de Yahshua, los
cuales invocamos el poder expiatorio de la Sangre del Pacto eterno, la Sangre
de Cristo que nos santifica y guarda bajo la autoridad de Dios Padre
Omnipotente, como sellados para las bodas del Cordero.
Precioso
el Señor en su valor por amor a nosotros dando Su Vida, Su Sangre, Su Espíritu en la Cruz por nosotros, y es que no tenía otra solución para salvarnos
de una existencia en soledad durante la eternidad, aislados de
disfrutar una relación con Él, porque el hombre había elegido vivir sin el
Esposo de su espíritu y el Salvador de su alma, su Amigo, Creador y Padre. El hombre no discierne que en la eternidad,
nada de lo que conoce aquí y de lo que le gusta de este mundo lo encontrará
allí y, lo que es peor, la relación que tiene ahora con las personas que ama ya
no será igual, si no están en Cristo, pues dice
la Escritura que seremos como los ángeles, Mateo 22:30. Le invito a que medite
sobre esto y le insto a tener una nueva relación con sus seres queridos
en Cristo.
La
reflexión sobre la Sangre de Cristo viene cuando tratamos de comprender por qué no había otro recurso para el mismo
Dios que enviar a Su amado Hijo Jesucristo para entrar
en un cuerpo terrenal y morir como expiación de nuestros pecados como
Cordero de Dios, si Él es el que establece las leyes de la creación. Adán, la generación humana, Génesis 5:2,
significa "teñido de rojo" lo cual es un anticipo de que tenemos que
ser vestidos de la Sangre de Cristo, de la Vida de Cristo, que quita nuestra
muerte. La Sangre de Cristo cumple definitivamente la
parte sacrificial y expiatoria de la Ley
de Dios, situando a los que creen en la obra redentora de Cristo en la Cruz, a
través de Su Sangre, bajo la gracia.
Si observamos las respuestas que
encontramos tanto en la Biblia como en la ciencia, ésta última nos explica que la sangre es el componente vital y
esencial para la vida; lo veremos en profundidad más adelante. Por su parte, la Biblia dice: ...Pero carne con su vida, que es su sangre... Génesis 9:4 y... Porque la vida de la carne en la sangre
está... Levítico 17:11. La vida de la carne está en la sangre física; hasta aquí podemos ver solo la parte
física de la sangre, pero la que nos interesa es su significado espiritual, en
otras palabras, debemos discernir lo que el Evangelio dice sobre la Sangre de
Cristo. La vida de la carne para resurrección eterna está en la Sangre
de Cristo física, como expiación, pero en el Espíritu Santo, que es la Sangre
Espiritual, y la Vida eterna de nuestras almas. Este es el simbolismo
espiritual de la Sangre de Cristo con el Espíritu Santo: La Vida, y ésta, eterna.
Cuando
Jesucristo derrama Su Sangre por nosotros, no solo está cumpliendo la expiación del lavamiento de los pecados y la
profecía, no solo está haciendo que se cumpla la Ley de Dios, es más que esto;
veamos a Cristo antes de la Ley del monte Sinaí: dice La Escritura
que Él fue inmolado desde el principio del mundo, Apocalipsis 13:8. Jesucristo es Dios y hombre al mismo tiempo mientras está en la
Tierra. Al morir en la cruz está muriendo la
carne, pero al mismo tiempo en la dimensión que no vemos, en la espiritual,
Jesucristo está dando Su Vida, Su Sangre Espiritual. El cuerpo carnal tiene la sangre, que fluye por las venas, pero el cuerpo espiritual tiene al Espíritu que
fluye por el alma. Cristo derrama el Espíritu Santo para que fluya por nuestras almas, secas y muertas, donde nuestro espíritu,
al creer en Él, es hecho uno con el Espíritu Santo, dándonos una nueva
vida, la vida eterna. Podrán comprender que esta vida se empieza a vivir desde
el mismo momento en que se Le recibe como Salvador y Proveedor de la Vida, y que tiene poder en nosotros ya, no hay que esperar a la resurrección
física.
TRES FUNCIONES DE LA SANGRE DE CRISTO
Pero ¿qué ocurre mientras el discípulo
camina por el mundo en su vida temporal y terrenal? La sangre humana, como
hemos visto antes, en su cometido físico transporta los nutrientes físicos, y
el oxígeno, pero éstos son perecederos. Sin embargo la diferenciación que
debemos hacer entre la sangre física de Cristo, y lo que significa que diera Su
Vida por nosotros, es que nuestra vida es nuestro espíritu así como la Vida de
Cristo está en Su Espíritu. La expiación del pecado que recibimos por la fe en
la obra redentora de Cristo es la señal en nuestras almas de que somos hijos de
Dios, trayendo a nuestras vidas Su protección en alegoría, en memoria de la
sangre en los postes y en el dintel en la Pascua, saliendo de la esclavitud,
esclavitud del pecado como aspiración de vida santa. Esta es la primera parte
de la obra de la Sangre de Cristo.
La Sangre
de Cristo en su segunda función, una vez hemos creído y
somos limpiados y sellados, trae sobre nosotros, una vez limpios y
emblanquecidos de nuestros pecados, y por la fe, la unción por el derramamiento
del Espíritu Santo que es quien nos va a llenar y mantener
vivos y enfocados en una vida, diferente a la anterior, transformándonos en una
persona nueva, por el nuevo nacimiento, Juan 3:3. El Espíritu Santo es
nuestro consolador, guía, amigo, nos lleva a toda verdad, y nos convence de pecado, de justicia y de juicio, Juan 16:8, se le
puede ofender, y la blasfemia contra Él no tiene perdón, Mateo 12:31. Es el
mismo Dios en Su esencia, la persona del Espíritu: ...Dios es Espíritu... Juan 4:24.
Y en tercer lugar, por partir el Pan y
tomar el Vino en nuestras casas, Hechos 2:46, con nuestros hermanos en la fe,
participando en La Santa Cena, en Su memoria, tal y como nos lo pidió el Señor,
nos mantenemos unidos al Señor y a los hermanos, que por Su Espíritu nos
santifica y capacita para la vida santa a la que aspirábamos al principio,
porque en la Santa Cena, ante Él y para tomarla, buscaremos estar en paz con
Dios y con nuestro prójimo. La Santa Cena ahora cobra el sentido de
celebración y de alegría que debe tener entre los que son cuerpo de Cristo por
Su Sangre, por Su Espíritu. Es en La Santa Cena cuando estamos anunciando que
tenemos la Vida de Dios en nuestras almas, que Cristo ha vencido a Satanás en
nosotros y que por lo tanto, nuestro espíritu y nuestra alma son de Dios. Él puede hacer que nuestra carne sea también de Dios
mientras estamos en el mundo, por la oración en el Espíritu Santo,
para que fluya Él en nosotros.
Monte
Calvario en la Tierra, al mismo tiempo Monte Calvario espiritual en el Cielo. En la Tierra se derrama la Sangre de Cristo, en el
Cielo, la dimensión eterna, se derrama el Espíritu Santo, es en esta región
espiritual y eterna, que contiene a la temporal donde Dios tiene la victoria. También
la Biblia usa la alegoría de la crucifixión de Cristo en Sodoma y en Egipto,
Apocalipsis 11:8. Tres lugares de crucifixión, si añadimos Jerusalén. Significa
que somos redimidos en todo nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo. Cristo recupera para nosotros la situación que
teníamos con Él en Edén.
La Sangre de Cristo, pues, tiene poder espiritual y victoria en la batalla celestial
por nuestras almas como sello del Espíritu, Efesios 1:13, mientras caminamos
por este mundo perecedero. Jesucristo ha
vencido a la muerte espiritual y física, a vencido a Satanás, que por la resurrección ya no tiene potestad sobre un nuevo cuerpo
espiritual donde gobierna la Vida: ...Yo soy el Camino, y la Verdad y la Vida... dice Cristo en el Evangelio de Juan 14:6.
ENSEÑANZA EN LA ANATOMÍA CARDIOVASCULAR
La sangre es la vida del cuerpo y forma
parte de los tres componentes fundamentales del sistema cardiovascular.
Espiritualmente, el sistema cardiovascular está compuesto también de tres
partes: el corazón, el conjunto de venas y arterias, y la
sangre, y actúan como una misma cosa. Del mismo modo el Señor trata con
nosotros mediante las tres Personas de la Trinidad: el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo, siendo uno y dándonos vida; sin Dios no tenemos vida, algo que
Juan enseña... el que tiene al Hijo, tiene la vida... 1Juan 5:12, pero Jesús lo
expresa mejor: ...Yo soy la vida...
La sangre también está formada por tres
componentes básicos dentro del plasma sanguíneo: los glóbulos rojos, o
hematíes, los glóbulos blancos, o leucocitos y las plaquetas o trombocitos.
Este líquido rojo que transporta oxígeno y anhídrido carbónico,
glucosa, minerales, proteínas, grasas, vitaminas, etc, a todas las partes del cuerpo para que desarrollen sus funciones y vivamos, y que también recoge los
residuos de las células, representa el 7% del peso de nuestro cuerpo.
7 es el número de la obra completa
espiritual, y aquí el Creador nos muestra, una vez más Su diseño, en este caso
para nuestro cuerpo; sin la sangre estamos muertos. Los glóbulos rojos se encargan, entre otras funciones, de transportar el
oxígeno que da energía a las células y recogen el CO2 que producen los órganos
del cuerpo para llevarlos a los pulmones y expulsarlos. Ya ven, no somos tan
"ecológicos", expulsamos y fabricamos CO2. Por su parte los glóbulos
blancos combaten las infecciones y forman parte del sistema inmunológico. Y las
plaquetas se encargan de la coagulación de las heridas vasculares.
En el paralelismo espiritual sobre la
sangre vemos que el Señor, a través de Su Espíritu en nosotros nos trae el
oxígeno espiritual, el aliento de vida del Espíritu y nos limpia el
entendimiento por la Palabra de Dios implantada en nuestros corazones, de la
cual hemos de alimentarnos, la cual aporta todos los nutrientes espirituales,
vitaminas y minerales necesarios para nuestro crecimiento espiritual. Necesario
es para mantenerse purificado participar en el lavamiento de nuestros pies,
entre hermanos, ya que se ensucian al
caminar en el mundo con ideas y doctrinas que hay que reciclar, además de
purificar el corazón. Además, el Espíritu Santo combate las infecciones
espirituales que nos atacan cuando nuestro sistema inmune está debilitado, por
las batallas del mundo, por no orar, por no alabarle y adorarle en la Santa
Cena, por no congregarse, por no tener una buena relación con Dios o con
nuestro prójimo, por haber pecado. Y finalmente se encarga de curar y tapar las
heridas de los dardos del enemigo, y otras veces de algún amigo.
DOCTRINAS DE LA SANGRE
La doctrina de la Sangre de Cristo en la
Biblia expone que por la fe en ella somos limpios de todos nuestros pecados,
pasados, presentes y futuros, si es que nos arrepentimos en verdad y de
corazón, y esto lo sabe cada uno ante Dios. El pan y el vino son símbolos
espirituales del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, los cuales hemos de tomar,
si es que somos verdaderos discípulos del Mesías, del Hijo de Dios. La Sangre
de Cristo es nuestra vestidura blanca. Es el sello y la firma del
Nuevo Pacto, el de la gracia de Dios a través de Jesucristo. Es el
precio que tenía que pagar el Señor por nuestras vidas. Es la llave para
entrar en el Lugar Santo del cielo, el corazón del Padre, de una vez para
siempre para darnos a nosotros acceso al Padre, tras rasgar el velo
del templo. Finalmente nos da la victoria ante el diablo, por la fe. Estos siete pilares de doctrina de la Sangre de
Cristo están argumentados en los Textos Bíblicos expuestos más adelante.
A continuación una breve mención de
algunas doctrinas erradas sobre la Sangre de Cristo y la sangre en general:
El dogma Católico de la
transubstanciación, según la cual el pan se convierte en
verdadera carne de Cristo y el vino en verdadera sangre de Cristo, al ser
consagrados por el sacerdote, otorga al sacramento de la eucaristía, además de
esta transformación, carácter de verdadero sacrificio, lo cual es contrario a
la doctrina enseñada por Cristo. En la consubstanciación, el dogma Protestante,
aquellas pocas iglesias que la enseñan, las substancias no se convierten pero
adoptan, las nuevas esencias del Cuerpo y la Sangre además de ser pan y vino.
Estas iglesias episcopales siguen ofreciendo a sus feligreses un sistema de
confesión ante un sacerdote y la participación de un "sacrificio" de
la Misa que repiten cada día siguiendo el sistema del sacerdocio levítico,
olvidando que Cristo murió de una vez para siempre y que ya no podemos ofrecer
un sacrificio, sino anunciar al Señor Jesucristo vivo en ...haced esto en
memoria mía... Juzgue cada uno en conciencia de lo que practica y si tiene base
Escritural, o si es una doctrina de la tradición humana, otra de tantas que se
oponen a la Verdad del Evangelio.
Testigos de Jehová por su
parte, en el llamado memorial del 14 de Nisán, la única vez que conmemoran la
Santa Cena en el año, porque la Pascua se celebra una vez al año en el Antiguo
Pacto, no pueden tomarla más que unos pocos líderes que nadie conoce, por lo
que incongruentemente pasan los emblemas de unos a otros. Será porque no han
entendido que la Sangre de Cristo les limpia de todo pecado, y aceptan que sus
líderes les mantengan apartados del mandamiento de Cristo: ...Si no coméis la
carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros...
los Testigos de Jehová no tienen pues vida de Jesucristo, hasta que participen
del pan y el vino. No lo acepten, rebélense contra doctrinas de hombres, Cristo
ha muerto por nosotros y nos ama, pidiéndonos que participemos de Él, si es que
creen que la Sangre de Cristo tiene suficiente poder para pagar por sus
pecados. En aquél tiempo los Judíos y los gentiles, cada uno en su forma,
seguían ofreciendo sacrificios con sangre: unos al Dios de Israel bajo la Ley
Mosaica y los otros a las divinidades paganas. Siguiendo su línea de
interpretar literalmente y racionalmente las Escrituras, errando e ignorando el
significado espiritual que enseña Jesucristo, quien no tuvo ningún problema en
tocar y sanar a un leproso, anteponiendo la misericordia a la impureza,
mostrándonos que es más importante el mandamiento de amar al prójimo que una
ordenanza de impureza e interpretan que la sangre no se puede donar, ni usar
para transfusiones porque el concilio de Jerusalén, Hechos 15, concluye que nos
abstengamos de sangre, éstos ignoran que el sentido es estrictamente en dos
sentidos: derramar sangre en asesinato, y comer sangre sacrificada a ídolos,
porque la Sangre de Cristo ya ha pagado espiritualmente y expiatoriamente por
nuestros pecados. Cristo ha dado Su Sangre por nosotros porque tiene
misericordia y para salvar nuestras vidas eternamente. Nosotros tenemos la
posibilidad de dar nuestra sangre para salvar una vida temporalmente, si es que
tenemos misericordia, si es que hemos nacido de nuevo y si es que Dios ha
cambiado nuestro corazón de piedra de la letra, en uno de carne, del Espíritu
Santo. Cuando venga el Señor juzgará en Su misericordia y obediencia espiritual
del principal mandamiento, a los de la izquierda y a los de la derecha, y no me
refiero a la política del pasado. Deben rebelarse ante el error humano. Como
dice la Escritura: ...porque la letra mata, mas el Espíritu vivifica...
2Corintios 3:6.
El pentecostalismo
evangélico por su parte, así como el movimiento carismático católico, que
tienen incluso una oración a la Sangre de Cristo, también hace su aporte
desviado al usar la Sangre de Cristo más allá del pago por nuestros pecados y
la Santa Cena. Muchas de estas iglesias enseñan las propiedades de protección
de ésta y la invocan para proteger sus posesiones materiales, negocios, etc.
del mismo modo que la Ley Mosaica exigía que se rociara con la sangre del
sacrificio todos los utensilios del templo, las personas, y todo lo que había
de ser santificado. Debemos comprender que la Sangre de Cristo tiene poder, sí,
pero es para expiar nuestros pecados, para salvar nuestras almas, para que
estemos vestidos de ella por la fe, desde que creímos, y que clama a Dios por
nosotros, pues simboliza la Vida y esta Vida está en el Espíritu Santo que
habita en nosotros. Tiene poder para vencer al diablo y a la muerte, y por ella
somos hechos cercanos y reconciliados con Dios, pero no es digno de un
Cristiano orar pidiendo la cobertura de la Sangre para dichas cosas.
Para aclarar cualquier
duda sobre la doctrina de la carne y la sangre de Cristo lean este Texto:
25 Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí,
¿cuándo llegaste acá? 26 Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os
digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque
comisteis el pan y os saciasteis. 27 Trabajad, no por la comida que perece,
sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os
dará; porque a éste señaló Dios el Padre. 28 Entonces le dijeron: ¿Qué
debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? 29 Respondió Jesús
y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.
30 Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te
creamos? ¿Qué obra haces? 31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto,
como está escrito: Pan del cielo les dio a comer. 32 Y Jesús les dijo: De
cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os
da el verdadero pan del cielo. 33 Porque el pan de Dios es aquel que
descendió del cielo y da vida al mundo. 34 Le dijeron: Señor, danos siempre
este pan. 35 Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca
tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. 36 Mas os he
dicho, que aunque me habéis visto, no creéis. 37 Todo lo que el Padre me da,
vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. 38 Porque he descendido del
cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. 39 Y esta
es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no
pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. 40 Y esta es la
voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él,
tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. 41 Murmuraban
entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió
del cielo. 42 Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y
madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido? 43 Jesús
respondió y les dijo: No murmuréis entre vosotros. 44 Ninguno puede venir a
mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día
postrero. 45 Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por
Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí. 46 No
que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al
Padre. 47 De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.
48 Yo soy el pan de vida. 49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y
murieron. 50 Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él
come, no muera. 51 Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno
comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la
cual yo daré por la vida del mundo.52 Entonces los judíos contendían entre
sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? 53 Jesús les dijo: De
cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y
bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. 54 El que come mi carne y
bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. 55 Porque
mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. 56 El que come
mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. 57 Como me envió el
Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también
vivirá por mí. 58 Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros
padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá
eternamente. 59 Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum.
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