jueves, 9 de enero de 2014

FRANCISCO Y LOS APOCALÍPTICOS

EL PAPA FRANCISCO Y LOS APOCALÍPTICOS

Hay sectores en el Pueblo de Dios que parece que gozan metiendo miedo. Son los profetas de calamidades, que se han quedado en el drama del Calvario sin pasar a la Resurrección. Están más en el Antiguo Testamento que en el Nuevo. No han descubierto todavía la Divina Misericordia. Buscan más el castigo que el perdón. Presentan a una Iglesia más de difuntos que de todos los Santos. Y con este panorama lo único que consiguen es asustar, no provocan el amor sino el miedo al castigo.

Precisamente esto es lo que está intentando enderezar el Papa Francisco. Con sus gestos, sus palabras y sus oraciones sinceras intenta ofrecer al mundo la Iglesia del Evangelio, el Pueblo amable de Dios, la familia de los creyentes. Y los agoreros de tiempo oscuros, góticos, y finales apocalípticos, anclados en un ayer sin esperanza, no le perdonan. Y están haciéndole la guerra solapadamente, y a veces frontalmente. Algunos lo tachan de “Anticristo”, y se quedan tan panchos, o tan amargos esperando el fin del mundo.

Yo les diría con André Maurois: No os hagáis desgraciados imaginándoos catástrofes lejanas e imprevisibles. El Papa Francisco habla de la necesidad de alegría que tiene el hombre herido de nuestro tiempo. La humanidad está enferma del espíritu, carente de amor y acogida fraternal. Necesitamos el calor de un corazón abierto en canal para acogernos. Y la Iglesia quiere en serio ser madre para todos. Demasiado a veces ha sido un poco madrastra. Dice el papa: Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades (E.G., n. 49).

Sebastián Isael Pla Martorell, me envía un comentario sobre estas obsesiones apocalípticas que algunos tienen y difunden. Copio sus palabras:

Hace un tiempo empezó a acercarse a mí gente metida en estos asuntos, obsesionados con el Apocalipsis, y que no dudaban en afirmar cosas un tanto extrañas que encajaban poco en la doctrina y el Magisterio de la Iglesia. El contacto con esta gente, desgraciadamente conocida en las parroquias de mi ciudad, Vinaròs, no me hizo ningún bien, pero la Santísima Virgen de Medjugorje, estoy segurísimo, hizo que al final me separara de ellos.

A partir de entonces, y tras las cosas que pude conocer sobre profecías falsas o manipuladas y autores que las promovían (el caso principal es el de Luis Eduardo López Padilla, al que conocí personalmente y al que estas personas de mi ciudad promueven y organizan las charlas en toda España) me he visto en la obligación moral de investigar al respecto y denunciar estos casos. El problema es que aún hay gente, en España sobre todo, que desconocen los aspectos más ocultos de estos que llamo yo "apocalípticos de baratillo". Es cuestión de ver páginas apocalípticas y ya doy un paso atrás en plan defensa...

El caso de López Padilla es uno, pero no es el único. Su compadre Alberto Villasana también tiene cierto predicamento en nuestro país, y no duda en llamar Antipapa al Papa Bergoglio…

Podría hablarle un poco más sobre otros autores, como Antonio Yagüe y su "búsqueda" de lo que llama "ciencia sagrada de los Reyes Magos", que no es más que el uso de la astronomía con los mimbres de la astrología ("Júpiter pasó por tal o cual constelación...", "La luna pasó por Urano el día en que el Papa Francisco fue elegido...").

En fin, que uno empieza a rascar y acaba descubriendo cosas poco claras.

Necesitamos aclarar la vista para mirar más lejos y con más esperanza. El Papa dice: Nada de ansiedad, pero sí convicciones claras y tenacidad (o.c. n.223). Termino con una expresiva frase de Baden-Powel: Se necesita una buena bellota de optimismo para comenzar, con la confianza de llegar a tener una encina.

Recomiendo la lectura atenta de la Exhortación del Papa Evangelii Gaudium. Hay para reflexionar un rato.

Juan García Inza

1 comentario:

  1. En este comentario solo se da nombres. ¿Y los argumentos para descalificar a estos?

    ResponderEliminar