DE DONDE PROCEDE EL NOMBRE "CATÓLICO" PARA LA IGLESIA
La palabra católico proviene del griego “katholikos”, y éste de “katholou”, “para todos”, es decir, universal.
Antes de ser utilizada para denominar propiamente a la Iglesia, ya la encontramos en importantes obras de la literatura cristiana para otros conceptos. Así, habla San Justino de “la resurrección católica”, la resurrección para todos, o Tertuliano “la bondad católica de Dios” la bondad total de Dios. De hecho, se llama “Epístolas Católicas” a las Epístolas de San Pedro, San Judas, así llamadas por ir dirigidas no a comunidades locales, sino a la entera comunidad de creyentes.
La expresión “Iglesia Católica” (katholike ekklesia) se halla por primera vez en la carta escrita por San Ignacio de Antioquía a los habitantes de Esmirna hacia el año 110 d.C., donde dice:
“Dondequiera que esté el obispo, dejen que esté la gente, incluso como donde esté Jesús, ahí está la Iglesia universal [katholike].”
De ahí en más la expresión se generaliza. En el Canon Muratorio del año 180 (pinche aquí si desea conocerlo mejor), se dice que ciertos escritos heréticos “no pueden ser recibidos en la Iglesia Católica”. Clemente de Alejandría (m. h. 211) en su “Stromata”, afirma que “tanto en substancia como en apariencia, tanto en origen como en desarrollo, la primitiva y católica Iglesia es la única que concuerda como lo hace en la unidad de una sola fe” (Stromata, 7, 17). San Cipriano de Cartago (m. 258) escribe un libro que se titula “Sobre la unidad de la Iglesia Católica” (h. 252). Hacia el año 370, el español San Paciano, en su “Epistola I ad Sempron” escribe:
“Cristiano es mi nombre, católico es mi apellido”.
San Cirilo de Jerusalén (315-386) en sus “Discursos Catequéticos” (h. 347) afirma que “la Iglesia es llamada católica porque está por todo el mundo, de un lado a otro de la tierra”, y aconseja a los fieles preguntar “no simplemente dónde está la casa del Señor -pues las sectas de lo profano también intentan llamar casa del Señor a sus guaridas- no meramente donde está la iglesia, sino dónde está la Iglesia Católica, pues ése es el nombre peculiar del santo cuerpo de nuestra Madre de todos”.
Por lo que hace al Credo, parece que le primer Credo en el que la Iglesia aparece definida como católica es el Credo de Nicetas de Remesiana (335-414) del año 375 circa.
La expresión se halla plenamente consolidada para los tiempos de San Agustín (354-430) que la utiliza en su intensa lucha contra las herejías que combatió. Así, en su obra “De vera religione” afirma que “lo quieran o no, los herejes tienen que llamar católica a la Iglesia Católica”. Su “Carta a Vincencio” da buena cuenta de lo consolidada que se halla la expresión:
“No afirmo que la Iglesia debe extenderse a través todo el mundo simplemente porque se le llama Católica. Baso mi prueba de su difusión en las promesas de Dios y en los oráculos de la Sagrada Escritura”.
Dando un salto en la historia, en el siglo XV el teólogo español Juan Torquemada (1388-1468), no confundir con el inquisidor Tomás de Torquemada, había establecido el total de las notas de la Iglesia como cuatro: unam, sanctam, catholicam et apostolicam Ecclesiam. En el “Catechismus ad Parochos”, redactado según un decreto del Concilio de Trento en 1566, en el cual leemos:
“La tercera señal de la Iglesia es que ella es católica, esto es, universal; y es llamada católica justamente porque como dice San Agustín, ‘ella es difundida por el esplendor de una sola fe desde donde sale el sol hasta el ocaso’”.
La caracterización como católica se relaciona tan estrechamente con la Iglesia de Roma que en la versión luterana del Credo de los Apóstoles la palabra “católico” (“Creo en la Santa Iglesia Católica) es sustituida por “cristiana”. Y ello aun a pesar de que en otras profesiones de fe protestantes se retenga el término, algo particularmente notorio en Inglaterra, donde incluso hoy muchos fieles llaman a la Iglesia Anglicana como católica.
Luis Antequera
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