domingo, 1 de septiembre de 2013

EL REINO ES DE LOS SENCILLOS

"Sucedió que un sábado fue Jesús a comer a casa de un jefe fariseo, y otros fariseos le estaban espiando.

Al ver Jesús que los invitados escogían los asientos de honor en la mesa, les dio este consejo:

– Cuando alguien te invite a una fiesta de bodas, no te sientes en el lugar principal, no sea que llegue otro invitado más importante que tú, y el que os invitó a los dos venga a decirte: ‘Deja tu sitio a este otro.’ Entonces tendrás que ir con vergüenza a ocupar el último asiento. Al contrario, cuando te inviten, siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te invitó te diga: ‘Amigo, pásate a este sitio de más categoría.’ Así quedarás muy bien delante de los que están sentados contigo a la mesa. Porque el que a sí mismo se engrandece será humillado, y el que se humilla será engrandecido.

Dijo también al hombre que le había invitado:

– Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, a tus hermanos, a tus parientes o a tus vecinos ricos; porque ellos a su vez te invitarán, y quedarás así recompensado. Al contrario, cuando des una fiesta, invita a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los ciegos; así serás feliz, porque ellos no te pueden pagar, pero tú recibirás tu recompensa cuando los justos resuciten."



En el evangelio son muy importantes las comidas y los banquetes. Se trata de una de las imágenes del Reino. Todo lo que ocurre en esas comidas se refieren a cómo ha de ser el Reino y lo que se entiende por el Reino.

La primera lección que se nos da hoy, es que en el Reino cuenta lo que somos, no lo que aparentamos.

La segunda lección, es que el Reino es de los sencillos, de los pobres, los inválidos, los cojos, los ciegos.

Y los cristianos, en la Iglesia, olvidamos demasiadas veces estas lecciones. Preferimos aliarnos con los poderosos y hacernos los importantes. Damos el mal ejemplo de personas que intentan medrar y ser importantes en la estructura eclesiástica, en vez de dedicar nuestra vida a luchar contra la injusticia y a formar auténticas comunidades de amor. Y todo ello sin esperar nada a cambio. Ni siquiera que nos den las gracias.

Pero nosotros todavía no hemos entendido que esa fue la opción de Jesús: curar, sanar, consolar...haciéndose el último hasta dar su vida en la muerte más humillante de su tiempo: la cruz.

El verdadero amor es gratuito. Y eso es precisamente el Reino: un mundo de amor, de justicia, sin desigualdades, sin poderosos y dominados, de entrega sin esperar nada a cambio.





Joan Josep Tamburini

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