LA ÚLTIMA TRAVESURA DEL PADRE PÍO
Mi amigo Fernando vive fuera de Madrid. Hace unos días me telefoneó, para comentarme:
-Tú y uno de tus libros tenéis la culpa...
-¿La culpa de qué...? -inquirí, temiendo que iba a relatarme otra de sus "aventuras". Por cierto, ¿a qué libro te refieres? -añadí.
-A "Padre Pío", naturalmente.
-Entonces algo bueno será -asentí, aliviado.
-¡Claro que sí!
-Tú dirás...
-Acabo de salir del confesonario y me ha faltado tiempo para compartir contigo la mayor alegría de mi vida...
-La de volver a nacer... -acerté a decir, impactado.
-Y que lo digas. Llevaba, como sabes, cuarenta años sin confesarme. Después de leer tu libro, sentí unas ganas irrefrenables de pedirle perdón a Dios por todas mis ofensas. ¿Sabes con quién me he confesado?
Por un instante pensé en el don de bilocación del Padre Pío, pero Fernando me sacó enseguida de dudas:
-Me he confesado con un sacerdote capuchino. ¿Acaso no te he dicho que estudié en los capuchinos?
Aquel día volví a rezar por Fernando, esta vez en acción de gracias por el arranque de su conversión. Y agradecí una vez más al Padre Pío su poderoso "enchufe".
José María Zavala
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