sábado, 27 de julio de 2013

¡EL ÚNICO CAMINO SEGURO, EL DE LA CRUZ, DE JESÚS... LA ENCARNACIÓN DE JESÚS!

 Es la fe en el Hijo de Dios hecho hombre, que me amó y murió por mí. Entonces, ¡Hagan lío!

El Santo Padre alentó a leer las Bienaventuranzas y Mateo 25.

"Con esas dos cosas tienen el programa de acción", a las 10 de la mañana, el Papa se trasladó en coche a la comunidad de Varginha, Manguinhos, a unos 18 kilómetros de distancia.

Esta comunidad forma parte de una de las más amplias favelas de la zona norte de la ciudad, que fue pacificada por la policía local.

El término Favela viene de faveila o mandioca brava, una planta leguminosa áspera y agreste que crece en plaga en varias regiones de Brasil.

Se dice que en noviembre de 1897, los soldados que habían ganado la Guerra de Canudos en Bahía, desembarcaron en Río porque el gobierno les había prometido casas.

Al ver que la burocracia era interminable, ocuparon la colina de Gamboa, construyeron sus chozas allí y llamaron al lugar Morro da Favela.

El Santo Padre llegó a las 11 de la mañana donde fue recibido por el párroco, el vicario episcopal y la superiora de las Hermanas de la Caridad. Desde allí se dirigió a la pequeña iglesia de S. Girolamo Emiliani y tras un momento de oración se desplazó a pie al campo de fútbol donde le esperaba reunida toda la comunidad.

De camino, el pontífice visitó a una familia y antes de su discurso, saludó a los esposos Rangler y Joana.

Francisco confesó que su deseo al programar el viaje a Brasil, era poder visitar todos los barrios de la nación pero por la magnitud del país le era imposible así que tuvo que elegir uno.

"Habría querido llamar a cada puerta, decir "Buenos días", pedir un vaso de agua fresca, tomar un "cafezinho" -no una copa de orujo-, hablar como amigo de casa, escuchar el corazón de cada uno, de los padres, los hijos, los abuelos...

Pero Brasil, ¡es tan grande! Y no se puede llamar a todas las puertas". El Papa agradeció de nuevo a todos los brasileños la "calurosa bienvenida", la decoración de las calles, "signo de afecto que nace del corazón" y el haber sido recibido "con amor, generosidad, y alegría".

Su santidad el Papa FranciscoRecordó que: "Cuando somos generosos en acoger a una persona y compartimos algo con ella, no nos hacemos más pobres, sino que nos enriquecemos" y mencionó el proverbio brasileño "siempre se puede añadir más agua a los frijoles".

"El pueblo brasileño, -dijo- especialmente las personas más sencillas, pueden dar al mundo una valiosa lección de solidaridad, una palabra -esta palabra solidaridad- a menudo olvidada u omitida, porque es incómoda".

Con estas palabras el Papa hizo un llamamiento "a quienes tienen más recursos, a los poderes públicos y a todos los hombres de buena voluntad comprometidos en la justicia social: Que no se cansen de trabajar por un mundo más justo y más solidario.

Nadie puede permanecer indiferente ante las desigualdades que aún existen en el mundo.

Que cada uno, según sus posibilidades y responsabilidades, ofrezca su contribución para poner fin a tantas injusticias sociales.

No es la cultura del egoísmo, del individualismo, que muchas veces regula nuestra sociedad, la que construye y lleva a un mundo más habitable, no es ésta, sino la cultura de la solidaridad; la cultura de la solidaridad no es ver en el otro un competidor o un número, sino un hermano. Y todos nosotros somos hermanos".

Francisco, alentando los esfuerzos que la sociedad brasileña hace para integrar todas las partes en la lucha contra el hambre y la miseria, acentuó que "ningún esfuerzo de "pacificación" será duradero, ni habrá armonía y felicidad para una sociedad que ignora, que margina y abandona en la periferia una parte de sí misma.

Una sociedad así, simplemente se empobrece a sí misma; más aún, pierde algo que es esencial para ella.

No dejemos entrar en nuestro corazón la cultura del descarte, porque somos hermanos.

No hay que descartar a nadie. Recordémoslo siempre: Sólo cuando se es capaz de compartir, llega la verdadera riqueza; todo lo que se comparte se multiplica.

Pensemos en la multiplicación de los panes de Jesús. La medida de la grandeza de una sociedad está determinada por la forma en que trata a quien está más necesitado, a quien no tiene más que su pobreza".

El Papa recordó que la Iglesia desea ofrecer su colaboración a toda iniciativa que pueda significar un verdadero desarrollo de cada persona y de todas las personas y remarcó que "existe un hambre más profunda, el hambre de una felicidad que sólo Dios puede saciar.

Hambre de dignidad. No hay una verdadera promoción del bien común, ni un verdadero desarrollo del hombre, cuando se ignoran los pilares fundamentales que sostienen una nación, sus bienes inmateriales: la vida, que es un don de Dios, un valor que siempre se ha de tutelar y promover; la familia, fundamento de la convivencia y remedio contra la desintegración social; la educación integral, que no se reduce a una simple transmisión de información con el objetivo de producir ganancias; la salud, que debe buscar el bienestar integral de la persona, incluyendo la dimensión espiritual, esencial para el equilibrio humano y una sana convivencia; la seguridad, en la convicción de que la violencia sólo se puede vencer partiendo del cambio del corazón humano".

El Santo Padre dedicó unas palabras a los jóvenes que "a menudo se sienten defraudados por los casos de corrupción, por las personas que, en lugar de buscar el bien común, persiguen su propio interés...

Nunca se desanimen, no pierdan la confianza, no dejen que la esperanza se apague.

La realidad puede cambiar, el hombre puede cambiar.

Sean los primeros en tratar de hacer el bien, de no habituarse al mal, sino a vencerlo con el bien".

Antes de finalizar el Papa recordó a todos los habitantes de la Comunidad de Varginha que "no están solos, la Iglesia está con ustedes, el Papa está con ustedes. Llevo a cada uno de ustedes en mi corazón y hago mías las intenciones que albergan en lo más íntimo: la gratitud por las alegrías, las peticiones de ayuda en las dificultades, el deseo de consuelo en los momentos de dolor y sufrimiento", y les encomendó a la intercesión de Nuestra Señora de Aparecida, la Madre de todos los pobres del Brasil impartiéndoles su bendición.

Francisco, incluyendo una nueva actividad al programa oficial, se desplazó a la Catedral de Río, para saludar a sus compatriotas argentinos a los que dirigió un discurso improvisado.

El Santo Padre agradeció a los jóvenes que se hubieran acercado a saludarle y con palabras coloquiales les dijo: "¡Quiero que la Iglesia salga a la calle! ¡Quiero que nos defendamos de todo lo que sea mundanidad, de lo que sea instalación, de lo que sea comodidad, de lo que sea clericalismo, de lo que sea estar encerrados en nosotros mismos. Las parroquias, los colegios, las instituciones, ¡son para salir! Si no salen, se convierten en una ONG, y la Iglesia no puede ser una ONG".

"Miren, yo pienso que en este momento, esta civilización mundial se pasó de rosca, ¡se pasó de rosca! Porque es tal el culto que ha hecho al dios dinero, que estamos presenciando una filosofía y una praxis de exclusión de los dos polos de la vida que son las promesas de los pueblos.

Y por supuesto, porque uno podría pensar, que podría haber una especie de eutanasia escondida.

Es decir, no se cuida a los ancianos, pero también está esta eutanasia cultural: ¡no se los deja hablar, no se los deja actuar! Y la exclusión de los jóvenes:

El porcentaje que hay de jóvenes sin trabajo, sin empleo, ¡es muy alto! Y es una generación que no tiene la experiencia de la dignidad ganada por el trabajo.

O sea, ¡Esta civilización nos ha llevado a excluir las dos puntas que son el futuro nuestro!".

El Papa animó a los jóvenes a salir, a hacerse valer y luchar por los valores, asimismo a los ancianos les pidió que abrieran la boca para enseñar y transmitir sabiduría.

"En el Pueblo Argentino, yo se los pido de corazón a los ancianos, no claudiquen de ser la reserva cultural de nuestro pueblo que transmite la justicia, que transmite la historia, que transmite los valores, que transmite la memoria de Pueblo. Y ustedes, -dirigiéndose de nuevo a los jóvenes- por favor, ¡no se metan contra los viejos!

¡Déjenlos hablar, escúchenlos, y lleven adelante! Pero sepan, sepan que en este momento, ustedes, los jóvenes y los ancianos, están condenados al mismo destino: exclusión! ¡No se dejen excluir! ¿Está claro? Por eso creo que tienen que trabajar".

Francisco recordó que la fe no es una broma, es algo muy serio. "Que Dios haya venido a hacerse uno de nosotros, ¡es un escándalo! Y que haya muerto en la cruz, es un escándalo, el escándalo de la Cruz

. La Cruz sigue siendo escándalo, pero ¡es el único camino seguro, el de la Cruz, el de Jesús, la encarnación de Jesús!

Por favor, ¡no licuen la fe en Jesucristo! Hay licuado de naranja, licuado de manzana, licuado de banana, pero por favor, ¡no tomen licuado de fe! ¡La fe es entera, no se licua! Es la fe en Jesús.

Es la fe en el Hijo de Dios hecho hombre, que me amó y murió por mí. Entonces, ¡Hagan lío! ¡Cuiden los extremos del pueblo que son los ancianos y los jóvenes! No se dejen excluir, y que no excluyan a los ancianos, segundo, y no licuen la fe en Jesucristo".

El Santo Padre alentó a los presentes a leer las Bienaventuranzas y Mateo 25. "Con esas dos cosas tienen el programa de acción", dijo antes de finalizar, rezar a la Virgen e impartir su bendición.

Un millón de jóvenes en la playa de Copacabana, saludaron ayer tarde al Papa Francisco en su primer encuentro con los jóvenes cariocas y con los participantes en la JMJ.

Para ese acontecimiento se ha construido un gigantesco palco, inspirado en la línea irregular de las montañas de Río de Janeiro, definido por su autor como “una escultura de cuatro mil metros cuadrados” y con cuatro plataformas de diversas alturas unidas por una escalera.

A la espalda del Santo Padre, una pantalla gigante, para que hasta los jóvenes de las últimas filas pudiesen verlo y escucharlo. Antes del encuentro propiamente dicho, tuvo lugar una representación titulada “Río de la fe” en la que 150 jóvenes ponían en escena la vida diaria de la ciudad.

Después del saludo del arzobispo Orani JoaoTempesta, tomó la palabra el Santo Padre.

”Veo en ustedes la belleza del rostro joven de Cristo, y mi corazón se llena de alegría”, exclamó el Papa, saludando a los jóvenes , hablándoles después de sus recuerdos de la primera Jornada Mundial de la Juventud que se celebró en Buenos Aires, su ciudad, en 1987.

También pidió un minuto de silencio y oración por Sophie Morinière, la joven francesa que perdió la vida en un accidente de autobus en la Guayana francesa y por los heridos en el mismo.

“Este año -dijo a continuación- la Jornada vuelve, por segunda vez, a América Latina. Y ustedes, jóvenes, han respondido en gran número a la invitación de Benedicto XVI, que les ha convocado para celebrarla.

Se lo agradecemos de todo corazón. Y a él que nos convocó hoy aquí, le enviamos un saludo y un fuerte aplauso. Ustedes saben que, antes de venir a Brasil, estuve charlando con él y le pedí que me acompañara en el viaje, con la oración. Y me dijo: los acompaño con la oración y estaré junto al televisor. Así que ahora nos está viendo..

Mi mirada si extiende sobre esta gran muchedumbre: ¡Son ustedes tantos! Llegados de todos los continentes. Distantes, a veces no sólo geográficamente, sino también desde el punto de vista existencial, cultural, social, humano.

Pero hoy están aquí, o más bien, hoy estamos aquí, juntos, unidos para compartir la fe y la alegría del encuentro con Cristo, de ser sus discípulos.

Esta semana, Río se convierte en el centro de la Iglesia, en su corazón vivo y joven, porque ustedes han respondido con generosidad y entusiasmo a la invitación que Jesús les ha hecho para estar con él, para ser sus amigos”.

“El tren de esta Jornada Mundial de la Juventud ha venido de lejos y ha atravesado la Nación brasileña siguiendo las etapas del proyecto “Bota fe - Poned fe”.

Hoy ha llegado a Río de Janeiro. Desde el Corcovado, el Cristo Redentor nos abraza y nos bendice. Viendo este mar, la playa y a todos ustedes, me viene a la mente el momento en que Jesús llamó a sus primeros discípulos a orillas del lago de Tiberíades.

Hoy Jesús nos sigue preguntando: ¿Quieres ser mi discípulo? ¿Quieres ser mi amigo?

¿Quieres ser testigo del Evangelio?

En el corazón del Año de la fe, estas preguntas nos invitan a renovar nuestro compromiso cristiano.

Sus familias y comunidades locales les han transmitido el gran don de la fe.

Cristo ha crecido en ustedes. Hoy quiere venir aquí para confirmarlos en esta fe la fe en Cristo vivo que habita en ustedes, pero he venido yo también para ser confirmado por el entusiasmo de la fe de ustedes.

Ustedes saben que en la vida de un obispo hay tantos problemas que piden ser solucionados.

Y con estos problemas y dificultades, la fe del obispo puede entristecerse.

Que feo es un obispo triste... Para que mi fe no sea triste he venido aquí para contagiarme con el entusiasmo de ustedes”.

Después el Papa recibió el saludo de cinco jóvenes procedentes de los cinco continentes y tras la lectura del evangelio de San Lucas que narra el episodio de la transfiguración, se dirigió nuevamente a los presentes:

“Qué bien se está aquí”, exclamó Pedro, después de haber visto al Señor Jesús transfigurado, revestido de gloria.

¿Podemos repetir también nosotros esas palabras?- se preguntó el Santo Padre- Pienso que sí, porque para todos nosotros, hoy, es bueno estar aquí en torno a Jesús.

Él es quien nos acoge y se hace presente en medio de nosotros, aquí en Río.

Y en el Evangelio también hemos escuchado las palabras del Padre: “Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle”. Por tanto, si por una parte es Jesús el que nos acoge; por otra, también nosotros hemos de acogerlo, ponernos a la escucha de su palabra, porque precisamente acogiendo a Jesucristo, Palabra encarnada, es como el Espíritu nos transforma, ilumina el camino del futuro, y hace crecer en nosotros las alas de la esperanza para caminar con alegría”.

“Pero, ¿qué podemos hacer? -continuó el pontífice y respondió: “Bota fé – Pon fe”.

La cruz de la Jornada Mundial de la Juventud ha gritado estas palabras a lo largo de su peregrinación por Brasil.

¿Qué significa “Pon fe”? Cuando se prepara un buen plato y ves que falta la sal, “pones” sal; si falta el aceite, “pones” aceite… “Poner”, es decir, añadir, echar.

Lo mismo pasa en nuestra vida, queridos jóvenes: si queremos que tenga realmente sentido y sea plena, como ustedes desean y merecen, les digo a cada uno y a cada una de ustedes: “pon fe” y tu vida tendrá un sabor nuevo, la vida tendrá una brújula que te indicará la dirección; “pon esperanza” y cada día de tu vida estará iluminado y tu horizonte no será ya oscuro, sino luminoso; “pon amor” y tu existencia será como una casa construida sobre la roca, tu camino será gozoso, porque encontrarás tantos amigos que caminan contigo. ¡Pon fe, pon esperanza, pon amor!”.

Y “¿Quién puede darnos esto? En el Evangelio - subrayó- escuchamos la respuesta:

Cristo. ...Jesús es quien nos trae a Dios y nos lleva a Dios, con él toda nuestra vida se transforma...

Por eso hoy les digo a cada uno de ustedes: “Pon a Cristo” en tu vida y encontrarás un amigo del que fiarte siempre; “pon a Cristo” y verás crecer las alas de la esperanza para recorrer con alegría el camino del futuro; “Pon a Cristo” y tu vida estará llena de su amor, será una vida fecunda”.

“Hoy nos hará bien a todos que nos preguntásemos sinceramente:

¿en quién ponemos nuestra fe?

¿En nosotros mismos, en las cosas, o en Jesús?

Todos tenemos muchas veces la tentación de ponernos en el centro... de creer que nosotros solos construimos nuestra vida, o que es el tener, el dinero, el poder es lo que da la felicidad.

Pero no es así. El tener, el dinero, el poder pueden ofrecer un momento de embriaguez, la ilusión de ser felices, pero, al final, nos dominan y nos llevan a querer tener cada vez más, a no estar nunca satisfechos.

Y terminamos empachados pero no alimentados y es muy triste ver a una juventud empachada pero débil...

¡“Pon a Cristo” en tu vida, pon tu confianza en él y no quedarás defraudado!

Miren, queridos amigos, la fe hace una revolución que podríamos llamar copernicana, nos quita del centro y pone en el centro a Dios; La fe nos inunda de su amor que nos da seguridad, fuerza, esperanza.

Aparentemente parece queno cambia nada, pero, en lo más profundo de nosotros mismos, todo cambia. En nuestro corazón habita la paz, la dulzura, la ternura, el entusiasmo, la serenidad y la alegría, que son frutos del Espíritu Santo.... y nuestra existencia se transforma...La fe es revolucionaria y yo os pregunto hoy: ¿estás dispuesto, estás dispuesta a entrar en esta onda de la revolución de la fe? Solo entrando tu vida joven va a tener sentido y así será fecunda”.

“Querido joven, querida joven :“Pon a Cristo” en tu vida.

En estos días, Él te espera; escúchalo con atención y su presencia entusiasmará tu corazón. “Pon a Cristo”:

Él te acoge en el Sacramento del perdón, con su misericordia cura todas las heridas del pecado.

No tengas miedo a pedirle perdón porque Él en su tanto amor nunca se cansa de perdonarnos, como un padre que nos ama.

¡Dios es pura misericordia! “Pon a Cristo”: Él te espera también en la Eucaristía, Sacramento de su presencia, de su sacrificio de amor, y... también en la humanidad de tantos jóvenes que te enriquecerán con su amistad, te animarán con su testimonio de fe, te enseñarán el lenguaje del amor, de la bondad, del servicio.

También tú, querido joven, querida joven, puedes ser un testigo gozoso de su amor, un testigo entusiasta de su Evangelio para llevar un poco de luz a este mundo nuestro.”

“Qué bien se está aquí” poniendo a Cristo, la fe, la esperanza, el amor que él nos da, en nuestra vida.

Queridos amigos, en esta celebración hemos acogido la imagen de Nuestra Señora de Aparecida.

Con María, le pedimos que nos enseñe a seguir a Jesús, que nos enseñe a ser discípulos y misioneros”.

Al copiar este artículo favor conservar o citar este link. Fuente: EL CAMINO HACIA DIOS

www.iterindeo.blogspot.com

Publicado por Wilson f.

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