El joven seguidor andaba preocupado mientras hacía un cursillo de interioridad. Aprovechando un tiempo libre, telefoneó al Anacoreta y le dijo:
- Sé que he de abrir la puerta de mi interioridad, pero no sé cómo hacerlo, no encuentro la llave adecuada.
El anciano guardó unos instantes de silencio, que al joven le pareció que se había cortado la línea. Pero luego respondió:
- La llave son las preguntas. Debes encontrar las preguntas correctas y verás como se abre la puerta de tu interioridad.
Y antes de que el joven pudiera interrumpirlo le dijo:
- Pero no me preguntes cuáles son esas preguntas. Tú mismo debes encontrarlas, porque cada uno tiene sus propias preguntas. Las preguntas provocativas son las mejores llaves. Han de ser preguntas que te hagan pensar, que te descoloquen, que te remuevan de tu comodidad. Esas preguntas que nos da miedo hacernos, que nos inquietan. Pasar por la vida sin hacerse preguntas puede ser muy cómodo, pero nos impide vivir conscientemente, vivir en profundidad. Es decir, no es vivir.
Y concluyó:
- Eso sí. Has de hacértelas en un ambiente de silencio y paz. Por eso la meditación es un buen momento para ello.
Joan Josep Tamburini
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