Hace poco, un amigo, me dijo algo muy cierto: “muchos utilizan las redes sociales para verse como quieren ser vistos por los demás”. Esto es algo que se da en diferentes campos o áreas de la vida. Las redes sociales son positivas, valiosas y constructivas. El problema no son las nuevas tecnologías que hay para comunicarse y/o compartir información, sino el uso que le dan algunos, escondiéndose detrás de una máscara que no coincide con lo que son en realidad.
Podemos citar un sinnúmero de ejemplos; sin embargo, mencionaremos tres de ellos para entender mejor el tema que nos ocupa.
Narcicismo: El protagonista del video o de la fotografía, está centrado en sí mismo, al grado de convertirse en su propio ídolo. A todos –y es natural- nos gusta vernos bien; sin embargo, no hay que perder el sano equilibrio entre eso y obsesionarse con la imagen proyectada a través del perfil. Estar en una fiesta y no parar hasta conseguir que te incluyan en la sección de sociales del día siguiente, resulta anormal. El narcisista, pierde el piso, buscando ser protagonista y pobre de aquel que lo quiera acompañar en la fotografía u opacarlo.
Fe hipócrita: ¿Qué decir de los que por irse un año de voluntarios ya se sienten santos? Es muy importante que en la Iglesia existan proyectos y espacios para los que quieran ayudar; sin embargo, lo que se critica no es eso, sino que algunos se valen de la fe para limpiar su imagen. Por ejemplo, la típica joven de moral distraída que –al irse de misiones- se toma fotos con todo el pueblo, buscando abrazar al niño pobre y al borreguito, pero que -al regresar a casa- se pone una borrachera “jumbo” para recuperar lo que no pudo hacer cuando estaba -según ella- misionando. O bien, nos encontramos con el joven que sube el slogan titulado: “yo rezo el rosario”, pero en la fiesta de quince años, termina en el hospital por una congestión alcohólica. No se trata de ser miedosos. Podemos tomar con medida y no pasa nada, pero cuando alguien se pasa de la raya y encima se siente “san fulano”, la cosa no va.
Copiar las modas: Como tiene dos amigos elegantes (la elegancia -en sí misma- no es mala), ¡él -o ella- no puede ser la excepción! Saca la cámara y posa con un tinto de verano (combinado entre vino y gaseosa) en la mano. ¿Es malo el vino? Por supuesto que no, pero si te vas a tomar una fotografía con una copa que sea porque te gusta y nunca por aparentar lo que no tienes.
Bienvenidas las redes sociales, pero con criterio y transparencia. Nada de caer en una visión superficial que lleva al vacío y al ridículo. Se puede ser un joven divertido, normal y, al mismo tiempo, congruente y bien ubicado.
Carlos J. Díaz Rodríguez
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