miércoles, 26 de junio de 2013

"JESÚS LLAMA A LA PUERTA DEL CIELO"


Hoy es dejo este poema. A mí me gusta y me conmueve. Es del poeta libanés Khalil Gibran. Pero lo que más me llama la atención, es que lo escribió cuando tenía 12 años. Me gusta la sensibilidad y la exaltación espiritual de un muchacho, que ya era hondamente religioso.

JESÚS LLAMA A LA PUERTA DEL CIELO

¡Padre, padre mío, abre la puerta!

Han venido conmigo hombres magníficos.

Abre la puerta para que podamos entrar.

Todos y cada uno de nosotros somos los hijos de tu corazón.

Abre, padre mío, la puerta.

Padre, padre mío, llamo a tu puerta.

Traigo a un ladrón hoy mismo crucificado junto a mí.

Pues él también tiene un alma afable, y desea que lo acojas.

Robó para saciar el hambre de sus hijos.

Pero sé que te va a gustar el brillo de sus ojos.

Padre, padre mío, abre tu puerta.

Te traigo a una mujer que se entregó al amor; alzaron piedras contra ella, pero yo conozco tu bondadoso corazón y los detuve.

Aún no se ha marchitado las violetas en sus ojos, y tu abril sigue viviendo en sus labios.

Sus manos sostienen la cosecha de tus días, y ahora desea entrar en tu casa.

Padre, padre mío, abre tu puerta.

Te traigo un asesino, a un hombre con el rostro ensombrecido.

Él cazó por sus hijos pero lo hizo sin seso.

En sus brazos brillaba el calor del sol, el jugo de su tierra corría por sus venas; exigió carne para su gente, porque la carne le estaba prohibida, su arco y su flecha fueron demasiado rápidos, y cometió un asesinato.

Por eso está aquí.

Padre, padre mío, abre la puerta.

Te traigo a un bebedor, a un mundo sediento de un mundo distinto de este.

Deseaba sentarse a tu mesa, con una copa, soledad a su diestra y desesperación a la siniestra.

Miró fijamente el interior de la copa y vio tus estrellas reflejadas en el vino.

Entonces apuró la copa, porque quería alcanzar tu cielo.

Porque quería alcanzar su ser más íntimo.

Pero se perdió por el camino y comenzó a dar traspiés.

Lo encontré a la puerta de la taberna, Padre, lo recogí del suelo, y él se vino conmigo, sonriendo la mitad del camino.

Ahora está conmigo, y sin embargo llora, porque la amabilidad le conmueve.

Por eso lo traigo a tu puerta.

Padre, padre mío, abre la puerta.

Te traigo a un jugador, a un hombre, que cambió su cuchara de plata por un sol dorado; y como si fuera una de tus arañas, tejió su tela y esperó a la mosca, que también va a la caza de pequeños mosquitos.

pero perdió, como todos los jugadores, y cuando lo hallé, vagaba por las calles de la ciudad.

Lo miré a los ojos, y supe que su plata no se había transformado en oro, el hilo de sus sueños se había roto.

Le ofrecí mi compañía y le dije: "Observa el rostro de tus hermanos, observa mi rostro. Ven con nosotros, nos encaminamos a una tierra fértil más allá de la colina de la vida. Ven con nosotros".

Y él vino.

¡Padre, padre mío, has abierto la puerta!

Mira: aquí están mis amigos.

Los he buscado por todas partes; pero estaban atemorizados y no quisieron acompañarme, hasta que les revelé tu promesa y tu gracia.

Ahora que has abierto tu puerta, ahora que has recibido y dado la bienvenida a mis compañeros, ya no hay pecadores sobre la tierra, que no cuenten conmigo y con tu recibimiento.

No existe el infierno, ni el purgatorio; sólo existes tú y el cielo, y existe el hombre sobre la tierra, el hijo de tu venerable corazón.

(Khalil Gibran)

Joan Josep Tamburini

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