miércoles, 26 de junio de 2013

GOCES Y DOLORES


Es sabido que todas las personas disponemos de cuerpo y un alma. Incluso allá por los años noventa Juan Pablo II, manifestó una vez, que los animales poseen un cierto soplo de vida recibido por Dios. Pero ningún teólogo ha profundizado en esa opinión de Juan Pablo II, y en general los tratadistas, como por ejemplo René Martín dice este que: “El hombre no es un ángel que hubiera caído en un cuerpo. Es un animal racional, intermedio entre el ángel que no es más que espíritu, y el animal que es cuerpo, limitado a lo instintivo, sin inteligencia racional, ni libertad ni inmortalidad”. También Blosio, en varias partes, habla de alma racional, lo que indica pensar en la existencia de un alma irracional de los animales. “Porque es tanta la gracia y hermosura del alma racional, cuando no está afeada con las torpes manchas del pecado, que si pudieses verla claramente no sabrías en donde te encontrabas de tanta admiración y gozo”,

Nosotros no hemos bajado del cielo, pero si hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Una semejanza solo referida a nuestra alma, no a nuestro cuerpo material, porque Dios al ser Espíritu puro, carece de cuerpo. Existe una notable diferencia entre una persona y un animal: el animal no puede pecar, no puede ofender a Dios, porque no puede rebelarse contra su naturaleza está obligado a seguirla y no puede evitarlo. Nosotros en cambio podemos pecar, tenemos la capacidad de rebelarnos frente a Dios, disponemos de un libre albedrío y de acuerdo con un uso correcto o incorrecto que de él hagamos, depende nuestro futuro en el cielo o en el infierno.

Los animales también tienen sus goces y sufrimientos, aunque al carecer de un alma perfecta, sus goces y sufrimientos son siempre materiales, y por ello afectan solo a su cuerpo.

Pero no es el mundo de los animales el tema de esta glosa. Son los goces y sufrimientos humanos los que nos interesan. Nosotros como decíamos al principio, tenemos cuerpo y alma y cuando sufrimos y gozamos, muchas veces no somos conscientes ni le damos importancia, al hecho de que el sufrimiento provenga de nuestro cuerpo o de nuestra alma.

Hay goces y sufrimientos muy específicos del cuerpo, como es por ejemplo el gozar satisfaciendo sin límite ni prudencia o incluso ilícitamente, los apetitos, que demanda el cuerpo, tales como el alimentario o el sexual, en ambos caso se puede ofender a Dios con una indebida conducta para satisfacer esos apetitos que nos demanda nuestro cuerpo.

Los sufrimientos que soportamos por razón de nuestro cuerpo, se generan principalmente, por el dolor que producen las dolencias y enfermedades del cuerpo. Lo propio del cuerpo es el dolor, mientras que el sufrimiento más bien se entiende referido a nuestra parte espiritual, a nuestra alma.

El alma aquí abajo, tiene también otros goces y sufrimientos muy específicos, que nada tienen que ver con los del cuerpo, cómo puede ser, por ejemplo, el goce que sienten muchas almas, en los momentos de visitación que el Señor les regala. Hay diferentes clases de goces espirituales y estos serán siempre más intensos o menos intensos, de acuerdo con el nivel o grado de desarrollo espiritual que tenga el alma de la persona de que se trate. Así por ejemplo, el obtener el regalo divino de una transverberación, como la que tuvo Santa Teresa de Jesús, no está al alcance de la gran mayoría de creyentes, porque no tenemos un desarrollo espiritual suficiente de nuestras almas, y por otro lado hay que pensar que aun teniéndolo, estos son siempre dones y regalos de Dios a las almas, que se los proporciona cuando cree conveniente..

Para tener acceso a los goces espirituales plenos, hemos de esperar, a disponer de un alma completamente purificada, que en la mayoría de los casos esto se logra pasando por el Purgatorio, pues son muy pocas las almas tan perfectas y purificadas que directamente van al cielo sin pasar por el infierno. Existe la incorrecta idea de que Dios envía las almas al purgatorio o al infierno, y esto no es así. El alma no purificada del todo, cuando llega arriba y aunque solamente atisbe un poco la gloria de Dios, ella sola comprende, que no puede presentarse ante Dios sin purificarse y sola marcha al Purgatorio para purificarse.

El alma humana también además de poder gozar, puede sufrir, como es el caso del sufrimiento por la pérdida de un ser querido o los sufrimientos de unos padres que ven la conducta insensata y equivocada que tienen esto o alguno de sus hijos, y ven claramente hacia el fin que caminan.

Como sabemos persona humana es una unión de un alma sobre un cuerpo que le sirve de sustento o habitación en este mundo. Nuestra alma pertenece a un orden superior al de nuestro cuerpo ya que forma parte del orden espiritual, el cual es el orden superior que existe, en cuanto Dios es Espíritu puro. Dios creó la materia y nuestro cuerpo al ser materia, pertenece al orden material, en el cual todo es corruptible y por lo tanto fenece, a diferencia de lo que ocurre en el orden espiritual, donde todo es incorruptible y nunca fenece.

Consiguientemente los goces y sufrimientos que nosotros tenemos, deben de ser siempre más intensos, los que provienen de nuestra alma, que los que provienen de nuestro cuerpo. A esta afirmación, puede ser que haya quien me objete, que esto no es así, y en parte tiene razón porque para apreciar y sentir debidamente la intensidad del sufrimiento o del goce que se produce en el alma a una persona, esta ha de tener, un alma muy desarrollada en su vida íntima y haber avanzado mucho en el camino hacia Dios.

El sufrimiento del Señor en su Pasión, desde el momento que fue prendido en el Huerto de los olivos, hasta su Crucifixión y muerte en la Cruz, fue terrible y los cristianos en general, les impresiona todo esto mucho, incluso a los no creyentes, cuando ven por ejemplo, la película de la Pasión del actor-director Mel Gibson.

Pero todo el sufrimiento del Señor tuvo fue de carácter material y nos olvidamos del sufrimiento de carácter espiritual, que el Señor tuvo, antes de su Pasión y muerte en la Cruz, en la oración del Huerto de los Olivos. Aquello fueron sufrimientos de orden espiritual, mucho más dolorosos y profundos, para un alma perfecta en su vida espiritual humana. Esa noche el Señor cargó con todos nuestros pecados, los ya cometidos y los que luego se han cometido y la humanidad y los que se sigue cometiendo.

Prueba de que la verdadera Pasión del Señor sucedió aquella noche en el Huerto de los olivos, nos la dá San Marcos diciendo: “33* Tomando consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, comenzó a sentir temor y angustia, 34* y les decía: Triste está mi alma hasta la muerte; permaneced aquí y velad”. (Mc 14,33-34). Más tarde, según nos narra San Mateo el Señor le pidió a su Padre que apartara ese cáliz: “Padre mío si es posible, que pase de mi este cáliz; sin embargo, no se haga como yo quiero, sino cómo quieres tu”. (Mt 26,39). Y por segunda vez le insistió al Padre diciéndole: “Padre mío, si esto no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad”. (Mt 29,42).

El sufrimiento espiritual tuvo una repercusión material pues su al decirnos que: “44 Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra.do Sangre, así nos lo atestigua San Lucas que era médico”. (Lc 22,44). Al fenómeno de sudar sangre se le denomina científicamente “Hematidrosis”. Tal fue su sufrimiento, que según nos cuenta San Lucas, se le apareció al Señor un ángel para confortarlo: “43 Entonces, se le apareció un ángel venido del cielo que le confortaba”. (Lc 22,43).

Es indudable que los goces y sufrimiento espirituales están muy por encima en intensidad sobre los materiales de nuestro cuerpo, lo que nos ocurre es que, desde que nacemos nos preocupamos solo de desarrollar nuestro cuero y poco o nada de desarrollar nuestra alma, la cual vive oprimida por la materia de nuestro cuerpo, como consecuencia de la herencia que nos dejaron Adán y Eva.

Tengamos siempre muy presente que el camino hacia Dios es nuestra alma la que ha de recorrerlo no nuestro cuerpo y es en el desarrollo de nuestra alma donde tenemos que volcarnos.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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