miércoles, 15 de mayo de 2013

MES DE MAYO-MES DE MARIA

MAGNIFICAT

Es el título dado comúnmente al texto en latín y a la traducción al lenguaje común del Cántico (o Canción) de María. Es la palabra inicial del texto de la Vulgata (Lucas, i, 46–55): “Magnificat anima mea, Dominum”, etc. (Mi alma magnifica al Señor, etc.). En los Antifonarios antiguos frecuentemente se le llamaba Evangelium Mariae, el “Evangelio de María”. En el Breviario Romano se titula (Vísperas para el Domingo) Canticum B. M. V. (Canticle of the Blessed Virgen Mary). El “Magnificat”, “Benedictus” (Cántico de Zacarias-Lucas, i, 68–79), y “Nunc Dimittis” (Cántico Simeón – Lucas, ii, 29–32) son llamados también “cánticos evangélicos” ya que es así como aparecen en el Evangelio (Evangelium) de San Lucas.

FORMA Y CONTENIDO

Los comentaristas dividen este texto en tres o cuatro estrofas de las cuales se puede encontrar explicaciones fácilmente accesibles en “Exposition of the Gospel of St. Luke” de McEvilly (división triple: versos 46–49, 50–53, 54–55); en “La Vida de Jesucristo” de Maas (también triple pero ligeramente diferente: versículos 46– 50, 51–53, 54–55); y en “Popular Commentary on the New Testament” de Schaff y Riddle (división en cuatro estrofas: 46–48, 49–50, 51–52, 53–55). En muchos lugares, el Magnificat es muy similar en pensamiento y lenguaje al Cántico de Ana (I Samuel, ii, 1-10) y a varios salmos (xxxiii, 3-5; xxxiv, 9; cxxxvii, 6; lxx, 19; cxxv, 2-3; cx, 9; xcvii, 1; cxvii, 16; xxxii, 10; cxii,7; xxxii, 11; xcvii, 3; cxxxi, 11). Se encuentran similitudes en Hab., iii, 18; Mal., iii, 12; Job, v. 11; Is., xii, 8, y xlix, 3; Gén., xvii, 19. Impregnados así del pensamiento y fraseología de las Escrituras, concentrados en el éxtasis inspirador del Designio de Dios para su Pueblo Escogido que indica el cumplimiento de la antigua profecía y profetiza nuevamente hasta el final de los tiempos, el Magnificat es la corona del Antiguo Testamento que canta el último cántico del Antiguo y el primero del Nuevo Testamento. Este fue pronunciado (o, no es improbable, haya sido cantado) por la Santísima Virgen María cuando visitó a su prima Isabel bajo las circunstancias narradas por San Lucas en el Primer Capítulo de su Evangelio. Es un éxtasis de alabanza por el favor inestimable concedido por Dios a la Virgen, por las misericordias mostradas a Israel y por el cumplimiento de las promesas hechas a Abraham y a los patriarcas. Aquí indicaremos sólo cuatro puntos de la interpretación crítica. Algunos comentaristas distinguen el significado de “alma” (o “intelecto”) y “espíritu” (o “voluntad”) en los primeros dos versos; pero si se considera el uso en el hebreo, probablemente ambas palabras significan lo mismo, “el alma con todas sus facultades”. En el v. 48 “humildad” significa probablemente la “condición inferior” o “posición modesta”, más que la virtud de humildad. La segunda parte del v. 48 revela una profecía que ha sido cumplida desde entonces, lo cual aumenta las abrumadores razones que rechazan la idea de que Isabel es la autora del cántico. Finalmente, la primera parte del v. 55 (que ofreció a nuestros padres) es probablemente un intervalo.

CREACION MARIANA

La década pasada ha sido testigo de una discusión sobre la identidad del autor del Magnificat basándose en el hecho de que tres manuscritos ancestrales (Vercellensis, Veronensis, Rhedigerianus) tienen: “Et ait Elisabeth: Magnificat anima mea”, etc. (E Isabel dijo: Mi alma magnifica, etc.); y también está en algún uso patriarcal muy ligero de la versión discrepante. En “Berliner Sitzungsberichte”, Harnack anunció (17 de Mayo de 1900), 538-56, su punto de vista respecto a Isabel como autora sosteniendo que la versión original no es ni “María” ni “Isabel” sino solamente “ella” (dijo). Previamente, alrededor de dos años antes, Durand había criticado en “Revue Biblique”, el argumento de Jacobé sobre una probable atribución a Isabel. Dom Morin ha llamado la atención (“Revue Biblique”, 1897) sobre las palabras de Nicetas (Niceta) de Remesiana, en un manuscrito del Vaticano de su “De salmodiae bono”: “Cum Helisabeth Dominum anima nostra magnificat” (Con Isabel, nuestra alma magnifica al Señor). Los trabajos de Nicetas editados recientemente por Burny indican el punto de vista de Nicetas (ver nota 4, p. 79, ibid.). En la introducción del volumen de Burn, Burkit rechaza la versión “Et ait Elisabeth” como totalmente insostenible en consideración al testimonio contradictorio de Tertullian y de todos los textos griegos y sirios, sin embargo, se pronuncia a favor de la versión original: “ella” (dijo) y mantiene que Isabel es la autora. Le respondió el Obispo anglicano de Salisbury quien sostiene la probabilidad de una versión original “ella”, pero rechaza la atribución a Isabel (pp. clv-clviii). El testimonio de los códices y el de los Patriarcas es prácticamente unánime a favor de la versión de la Vulgate: “Et ait Maria”, pero, aparte de esto, la atribución del Magnificat a Isabel podría ser altamente irregular dentro del contexto de San Lucas. Mucho antes de que se realizara la reciente discusión, Westcott y Hort, en el apéndice (52) de su “Introduction to the New Testament in the Original Greek” (New York, 1882), había discutido brevemente y rechazado la versión “Isabel”; y este rechazo se confirma concisamente en su texto revisado de “N. T. en el Griego Original” (Londres, 1895), 523.

USO LITURGICO

Mientras que los cánticos tomados del Breviario Romano del Antiguo Testamento están colocados con los salmos, y son distribuidos como para ser cantados sólo una vez al mes, el Magnificat comparte con los otros dos “cánticos evangélicos” el honor de la recitación diaria y de la singular y prominente ubicación inmediatamente antes de Oratio, u Oración para el Oficio Diario (o, si hay preces, inmediatamente antes que estos). El “Magnificat” es asignado a las Vísperas, el “Benedictus” a los Laudes y el “Nunc Dimittis” a Completas. Durandus presenta seis razones para la asignación del Magnificat a Vísperas, la primera es que el mundo fue salvado de la oscuridad por el asentimiento de María al Plan Divino de Redención. Colvenarius encuentra otra razón en la probabilidad de que Nuestra Señora llegara a la casa de Santa Isabel hacia el anochecer. Sin embargo, en Rule, (escrito antes de 502) de San Caesarius de Arles, está contenida la que puede ser la más antigua declaración existente sobre su uso litúrgico el que es asignado a Laudes tal como se presenta en las iglesias griegas de la actualidad. Las ceremonias que acompañan a su canto en el coro en las Vísperas solemnes son notablemente impresionantes. A la entonación del “Magnificat”, se levantan todos los que están en el santuario y el celebrante (después de haberse sacado primero su birrete, “en honor a los cánticos”) acude con sus asistentes hacia el altar, donde, con las reverencias acostumbradas, bendice el incienso y lo enciende y esparce sobre el altar como inicio de la Misa Solemne. Para permitir la elaborada ceremonia del incienso el Magnificat es cantado mucho más lentamente que los salmos. Una ceremonia similar acompaña al canto de los Benedictus en el Laude solemne pero no en Nunc Dimittis en Completas.

Al pronunciarse la primera palabra del Magnificat y del Benedictus, se hace la Señal de la Cruz (pero no en el Nunc Dimittis, excepto donde la costumbre lo ha hecho legítimo). En algunas iglesias se canta el Magnificat en devociones que no son las Vísperas. Al responder a una pregunta de Canada en el “Ecclesiastical Review” (XXIII, 74), declara que el precepto permite una separación como esta, pero prohíbe que en este caso se difunda el incienso ante el altar. Este mismo texto (XXIII, 173) el “Ecclesiastical Review” (XXIII, 74) subraya que “la práctica de hacer la Señal de la Cruz al inicio del Magnificat, el Benedictus y el Nunc Dimittis en el oficio es de uso muy antiguo, y está sancionado por la mejor autoridad” se refiere a la Congregación de los Ritos Sagrados, 20 de Diciembre de 1861.

ACOMPAÑAMIENTOS MUSICALES

Al igual que los cánticos y los salmos, el Magnificat es precedido y continuado por una antífona que varía de acuerdo a la fiesta o al Oficio diario, y se canta según los ocho modos de la canción sencilla. Sin embargo, el primer verso no tiene mediación debido a la brevedad de su primera mitad (una palabra, Magnificat). Los Cánticos de María y Zacarías comparten (incluso en el Oficio de los Difuntos) el honor peculiar de comenzar cada verso con un initium o entonación. Esta entonación varía según los diversos modos; y el Magnificat tiene una entonación especial solemne para el segundo, séptimo y octavo modo, aunque en este caso la entonación festiva usual se aplica a todos los versos excepto el primero en los modos segundo y octavo. El tratamiento de lo “musical” ha sido muy variado, en cuanto se distingue de la “canción simple” de este cántico. Algunas veces los versos cantados se alternan con canciones simples armonizadas, algunas veces, con un falso bordoneo teniendo melodías originales en el mismo modo que el de la canción simple. Sin embargo, existen innumerables fondos o acompañamientos que son completamente originales y que se distribuyen a través de todo el rango completo de la expresión musical, desde la armonía más simple hasta el más elaborado tratamiento dramático con acompañamiento orquestal para el texto. Casi cada uno de los grandes compositores religiosos ha trabajado este texto frecuentemente y con gran fervor y celo. Palestrina publicó dos acompañamientos para cada uno de los ocho modos y dejó en un manuscrito casi una cantidad similar. Existen cincuenta acompañamientos de Orlando di Lasso en la Biblioteca Real de Munich y la tradición le acredita además el doble de la suma indicada. En nuestros propios días, se afirma que César Franck (1822-90) ha completado sesentaitres de los cien que él había proyectado. Además de nombres tan importantes como los de Palestrina, di Lasso, Josquin des Prés, Morales, Goudimal, Animuccia, Vittoria, Anerio, Gabrieli, Suriano, quienes, junto con sus contemporáneos contribuyeron con innumerables acompañamientos, la Escuela Ceciliana moderna ha trabajado intensamente con el Magnificat, tanto como un cántico separado, como con una parte de los números en las Vísperas Completas de muchas fiestas. En los servicios anglicanos, el Magnificat recibe un tratamiento musical que no es diferente de aquellos acordados para otros cánticos y por lo tanto, bastante disímil de las Vísperas católicas en las cuales el mayor tiempo usado para esparcir el incienso ante el altar, permite una mejor elaboración musical. Una mirada a través de las páginas del catálogo de Novello, de “Servicios” nos lleva a estimar que una única casa editora ha realizado una cantidad por encima de los mil acompañamientos musicales para el Magnificat para los servicios anglicanos. En total, la opinión de Krebbiel es que a este cántico “probablemente se le ha puesto música con mucha mayor frecuencia que a cualquier himno en la liturgia” es una afirmación que parece que refleja completamente la realidad.

VIVES, Expositiones SS. Patrum et Doctorum super Canticum “Magnificat”, etc. (Roma, 1904), es un octavo real de 827 páginas a doble columna que contiene homilías y comentarios sobre el Magnificat distribuidos para cada día del año, con prefacio por URBAN VIII para la paráfrasis en latín en treintaidos dímetros yámbicos; COLERIDGE, Los Nueve Meses (La Vida de Nuestro Señor en el Seno) (Londres, 1885), 161-234, un extenso comentario bajo el título: El Cántico de María; NICOLAS, La Vierge Marie d’apres l’Evangile (París, 1880), 243-57,expone que sólo el Magnificat “prueba la divinidad del cristianismo e incluso la existencia de Dios”; DEIDIER, L’Extase de Marie, ou le Magnificat (París, 1892); M’SWEENY, Translations of the Psalms and Canticles with Commentary (San Luis, 1901), entrega una traducción a dos columnas de la Vulgata y Peshito, con comentarios; A LAPIDE, Evangelio de San Lucas, tr. MOSSMAN (Londres, 1892), 41-57; MCEVILLY, Exposición del Evangelio de San Lucas (New York, 1888), 27-33; BREEN, A Harmonized Exposition of the Four Gospels, I (Rochester, New York, 1899), 135-45; ARMINIO en Ecclesiastical Review, VIII (321-27), un ensayo devoto; SHEEHAN, Cántico del Magnificat (Notre Dame, Ind., 1909), una meditación poética alineada en ciento seis estrofas; BAGSHAWE, The Psalms and Canticles in English Verse (San Luis, 1903), entrega (353) una versión métrica del cántico, y en el prefacio propone versiones métricas para el uso de los católicos; ALLAN en SHIPLEY, Carmina Mariana, segundas series (Londres, 1902), 260-63, un comentario poético de cada verso del Magnificat, este volumen entrega otros poemas en inglés que tratan de los cánticos o de La Visitación (17, 321, 490); cf. también Carmina , primeras series (Londres, 1893), 78, 360. Para versiones métricasen inglés no católicas, ver JULIAN, Dict. Of Hymnology, Seg. Ed. (Londres, 1907), 711 (Magnificat); 801, col. 1 (Nueva Versión); 1034, col. 1 (Traducciones Escocesas); 1541, col. 1 (Versión Antigua); MARBACH, Carmina Scripturarum, etc. (Strasburg, 1907), 430-33, entrega con gran detalle las antífonas derivadas del Magnificat, las fiestas a las cuales son asignadas, etc. Para la discusión y referencias sobre María como autora ver LUKE, GOSPEL OF SAINT, sub-título Who spoke the Magnificat?. Ver también JOHNER, A New School of Gregorian Chant (New York, 1906), 60-69, las diferentes entonaciones del Magnificat en los ocho modos; ROCESTRO en GROVE, Dict. Of Music and Musicians, s. v. Magnificat; SINGENBERGER, Guide to Catholic Church Music (St. Francis, Wis.), entrega (148-150) una lista de cien acompañamientos musicales aprobados; KREHBIEL, en New Music Review (Feb., 1910), 147; PIERO, L’Esthétique de Jean Sebástien Bach (París, 1907), entrega varias referencias (519) de puntos de vistas de autores sobre el Magnificat de Bach.
H. T. HENRY

Transcrito por W G Kofron

Con agradecimiento a la Iglesia de St. Mary, Akron, Ohio.

Traducción al castellano: Laura Morales

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